miércoles, 22 de diciembre de 2021

Ugalde, el multifacético

Bernardo Guinand Ayala

 

Escribí inicialmente estas líneas para la postulación del Padre Luis Ugalde a un premio internacional patrocinado por la Fundación Mapfre en España que busca reconocer a personas por su legado de “toda una vida profesional” independientemente del área a la cual hayan dedicado sus esfuerzos. Bajo la autorización del propio Padre Ugalde, quien me expresó su aprobación si con ello contribuía en algún modo a la sostenibilidad de las obras con las cuales colabora, me dediqué a escribir el texto - que ahora sintetizo a efectos prácticos - esperando ir vadeando los diversos niveles del concurso.

 

Luego de aceptada la postulación y la espera del tiempo perentorio, al no tener noticias del concurso, escribí a su e-mail de contacto recibiendo la siguiente respuesta: “Son muchos cientos de candidatos los que se presentan cada año a estos premios. Les animo a que continúen intentándolo en la siguiente edición”. Meses después, veía publicado en su portal web que el premio había sido otorgado al cantante español Raphael con el cual crecimos allá por los ochenta, viéndolo sopotocientas veces en Sábado Sensacional. Sin desmerecer para nada la carrera de Raphael, para mis adentros pensé cómo la farándula está siempre por encima de la educación, aunque todo el mundo hable de la importancia de esta última.     

 

Por ello, hoy, en la celebración del cumpleaños número 83 del Padre Luis Ugalde, como breve y personal homenaje, quiero dejar asentadas estás líneas, para agradecer - en vida - su trayectoria dedicada a la educación y a un país que hizo suyo, mucho más que millones de compatriotas que nacieron en estas tierras.    

 


Adiós a España, para toda la vida

 

Hablar de Luis Ugalde, tal como sucede con muchas figuras multifacéticas que dejan hondas huellas a su paso, dependerá del área de su trayectoria que destaque quien le reseñe, así como de la propia vinculación y legado que deje en quienes han tenido el privilegio de acompañarle en alguna de sus tantas facetas. Sacerdote, educador, jesuita, académico, visionario, gerente, escritor, líder, filántropo, innovador, son algunas de las diversas connotaciones sobre las cuales podríamos dirigir esta presentación. Sin temor a equivocarme, en este momento de su vida y luego de una larga trayectoria al servicio del país a través de diversas responsabilidades, se ha convertido en un referente en temas sociales, políticos, empresariales, académicos y religiosos, destacando como uno de los hombres más respetados de Venezuela, patria que hizo suya al punto de ser uno de los académicos más estudiosos de su historia pasada y presente.

 

Luis María Ugalde Olalde, el jesuita, nació en Bergara, País Vasco, el 22 de diciembre de 1938 y llega a Venezuela postulándose como voluntario - para toda la vida - con tan solo 18 años, como tantos otros jesuitas que hicieron de Venezuela su nuevo hogar. Estudió Filosofía y Letras, luego Teología y Sociología, así como un Doctorado en Historia, estudios realizados en universidades de Colombia, Alemania y Venezuela tal como reseña su amplio curriculum vitae que tuve que resumir al máximo para su postulación.

 

Aun cuando ha ejercido diversos cargos en obras dirigidas por la Compañía de Jesús en Venezuela - siendo incluso Provincial entre 1979 y 1985 -  su paso por la Universidad Católica Andrés Bello UCAB, destaca como el momento más representativo de su carrera, siendo primero Vicerrector Académico y luego Rector durante 5 períodos rectorales seguidos entre 1990 y 2010. Durante su gestión, la UCAB creció en todos los aspectos del quehacer universitario, desde infraestructura y número de sedes (Caracas, Los Teques, Coro y Guayana con un campus amplio y novedoso que apostaba al desarrollo del país en el extremo sur), así como en docencia, investigación y extensión, convirtiéndose en la universidad privada de mayor referencia a nivel nacional, con especial atención y dedicación por los problemas sociales, políticos, económicos y culturales del país. Todo ello, en medio de períodos de grandísima conflictividad política y social, que lejos de apagar su ímpetu, repercutió como voz contundente para denunciar y proponer una visión de país.     

     

Durante ese tránsito, también fue Presidente de la Asociación de Universidades de la Compañía de Jesús de América Latina (AUSJAL), ampliando su radio de influencia a toda Latinoamérica en aspectos del acontecer universitario. Una profunda reflexión desde AUSJAL guiada por la interrogante: ¿Estaremos formando profesionales exitosos para sociedades fracasadas? moviliza indiscutiblemente a Ugalde para hacer de la UCAB una universidad orientada, no solo a investigar y proponer, sino también a desarrollar iniciativas novedosas que logren dar respuestas al principal drama del país: la pobreza.

Como académico, Luis Ugalde ha sido docente e investigador universitario, prolífico escritor, destacando sus artículos en revistas y periódicos, que constituyen un referentes en el acontecer nacional. Es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela así como de la Academia Nacional de la Historia y posee Doctorado Honoris Causa de la Universidad Centro Americana de Nicaragua, la Universidad de Los Andes ULA en Venezuela y el Sistema Mexicano de Universidades Jesuitas.   

La Iglesia Católica a través de la Conferencia Episcopal Venezolana, así como los diversos líderes de otras religiones, el empresariado agrupado en todas sus federaciones y gremios, las asociaciones civiles de diversas índoles, las universidades y centros educativos, profesionales, políticos, líderes sociales y jóvenes universitarios tienen en Ugalde un vocero permanente en los más variados foros y conferencias tanto dentro como fuera de Venezuela. Sumado a todas estas atribuciones, en mi experiencia personal, el Padre Luis Ugalde tiene una característica muy difícil de encontrar en una misma persona: combina una visión estratégica muy amplia con la habilidad gerencial capaz de involucrarse en los detalles y el trabajo minucioso. Me atrevería a decir que esa confluencia de atributos le otorga legitimidad a su liderazgo, pues no se trata de un visionario desde la academia sino de un liderazgo que puede demostrar con propiedad el resultado de su visión. Y sus obras dan fe de ello.  


Ugalde y su conexión con lo social 

Si bien su carrera académica y sacerdotal, así como su compromiso con Venezuela y la Compañía de Jesús ya son dignas de reconocimiento, su vinculación con lo social representa, a mi manera de ver las cosas, uno de los atributos más resaltantes del legado del Padre Luis Ugalde. Su filosofía no es una aproximación predominantemente académica, sino que ha sido un planteamiento recurrente de su visión de país, como vía necesaria para la construcción de ciudadanía y convivencia. Ha sido un planteamiento permanente y amplio, en el cual no solo ha propuesto soluciones sino que ha trabajado decididamente en ellas.

Un mensaje recurrente en su pensamiento transmite la necesidad del “rescate de lo público”, donde Ugalde hace énfasis en que “lo público” no es exclusiva responsabilidad de entes gubernamentales. Lo público nos corresponde a todos y por ello, la implementación de programas sociales de diversa índole en temas como la educación, la salud, la atención a los más vulnerables, tienen una perspectiva de servicio público, aunque perfectamente puedan ser gestionados desde iniciativas privadas. La responsabilidad o área que se atiende es de carácter público, independientemente de quien lo gerencie. Esta visión plantea la necesidad de trabajo articulado entre organizaciones sociales, gobiernos y entes privados para atender la severa crisis de servicios y oportunidades que aqueja a los venezolanos.

 

Vivir y servir en comunidad:

Durante un largo período de tiempo, Luis Ugalde vivió en Los Canjilones, una barriada de La Vega en el oeste de la ciudad de Caracas, población reconocida por la carencia de servicios públicos, inseguridad y pobreza en general. La cercanía de los jesuitas con esa parroquia ha sido muy fructífera, lo cual ha generado la posibilidad de vincular sus obras (movimientos juveniles, parroquias, centros de enseñanza, universidad) con dicha comunidad.

Vivir desde la comunidad genera por un lado apego, pero sobre todo la posibilidad de ponerse en los zapatos del otro. La dinámica del barrio hay que vivirla para entenderla. Esa cercanía significó para Ugalde un norte para el desarrollo de programas y proyectos desde la visión del barrio y desde la generación de capacidades que permitan desarrollar el talento de las personas y no solo la consecución de dádivas o auxilios esporádicos.       

Durante más de 30 años, el Padre Ugalde ha venido acompañando a la comunidad de La Pradera, sector ubicado en la parte más alta de La Vega, que como la gran mayoría de los barrios en Caracas nació producto de invasiones que luego fueron consolidándose como asentamiento y buscando resolver los enormes desafíos de vivienda, vialidad, servicios públicos y convivencia.

Además de su acercamiento inicial como sacerdote, la presencia de Ugalde garantizó un desarrollo digno de la comunidad en compañía de las Hermanas Misioneras de Acción Parroquial, presentes en la zona. Una capilla, un hogar de cuidados diarios, un centro asistencial de salud, un centro comunitario con diversos programas, una escuela de Fe y Alegría, formación para jóvenes, son algunos de los proyectos que la presencia de Ugalde y su vinculación con empresarios y aliados pudo canalizar para dar respuesta a las enormes demandas que tienen los más desfavorecidos. No hay empresario, estudiante, político, aliado, diplomático o visitante extranjero a quien Ugalde no le haya hecho un tour en tan alejado lugar, para tratar siempre de “sumar y multiplicar” como suele enfatizar, para lograr el desarrollo de dicha comunidad.  

 

Estudio para la superación de la pobreza:

Tal como mencioné previamente, desde la asociación de universidades confiadas a los jesuitas en América Latina AUSJAL, había una reflexión muy latente a inicios de la década de los noventa: “¿Estaremos formando profesionales exitosos para sociedades fracasadas?” lo cual fue para Ugalde un disparador para dedicar sus esfuerzos al más completo estudio de la pobreza vinculando academia y diversos sectores de la vida nacional.

Así nace, desde la universidad el denominado “Proyecto Pobreza” impulsado desde el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, sumando luego a las más importantes universidades del país y creando para ello la Asociación Civil para la Promoción de Estudios Sociales formada por un grupo de empresarios preocupados por dar respuesta a los desafíos del país.

Luego de innumerables publicaciones, presentaciones, asesorías a lo largo de varias décadas, aún hoy, este proyecto y las generaciones de investigadores que allí se formaron siguen en constante producción de contenido e investigaciones. De hecho, en ausencia de datos estadísticos oficiales de hogares en Venezuela actualmente, la principal fuente de información referencial es la Encuesta de Condiciones de Vida del venezolano ENCOVI y que viene siendo una consecuencia significativa del otrora Proyecto Pobreza. 

Muy lamentablemente, mientras se gestó toda esta vocación por lo público desde la academia y el empresariado, Venezuela entró en uno de los períodos más complejos de nuestra historia reciente que lejos de “sumar y multiplicar” con los más capaces, se encargó de “restar y dividir”. Luis Ugalde ha sido un permanente crítico de tal situación, pero siempre con una convicción y visión esperanzadora, lo cual lo catapulta como hombre necesario para la Venezuela actual.    

 

El Parque Social Padre Manuel Aguirre SJ:

Si el Proyecto Pobreza fue la respuesta académica a la pregunta cuestionadora, el Parque Social fue la respuesta práctica, el laboratorio experimental, para seguir haciendo de la UCAB una universidad cónsona con la realidad venezolana.

Tengo un sesgo al postular al Parque Social UCAB como una de las expresiones más brillantes de la carrera del Padre Ugalde, pues tuve el privilegio de acompañarle en este desafío. Lo defiendo por lo osado del proyecto y contundente de sus resultados, superando incluso las expectativas del propio Ugalde: “Mientras muchas iniciativas se ven frustradas, pues su realidad poco pudo acercarse al sueño inicial, en el caso del Parque Social ocurrió lo contrario, pues la realidad, sencillamente, superó lo que soñamos” (Luis Ugalde sj, 2010, Homilía de despedida como Rector de la UCAB)

La construcción conceptual y física del Parque Social UCAB a finales de la década de los noventa del siglo XX fue realmente un ejemplo de audacia y de visión de futuro cónsona con el país. En medio de tantas necesidades de crecimiento de toda la planta física de la universidad, se opta por la creación de un proyecto social de gran envergadura que sirva como plataforma para generar un impacto tanto a lo externo como a lo interno de la universidad.

Como todo proyecto, el Parque Social contó con personas visionarias que impulsaron su gestación y desarrollo. Los jesuitas Luis Ugalde y Luis Azagra fueron los gestores conceptuales y reales de la obra, cuyas directrices, orientaciones y acompañamiento fueron claves para crear un modelo totalmente novedoso de universidad basada en el servicio y orientada a formar profesionales comprometidos con el desarrollo de la sociedad venezolana. Ya Ugalde, varios años antes, siendo vicerrector académico había creado la Dirección de Proyección a la Comunidad como espacio necesario para la vinculación de la tarea académica con la realidad que nos interpelaba. 

Luego desarrolló conceptualmente la propuesta y acuñó el término “Parque Social” poniendo especial énfasis en la concepción de un Proyecto para el Rescate de lo Público. El objeto del proyecto exponía: “Se trata de que esta sociedad deje de considerarse llevada en brazos y sin costos por el Estado petrolero y pase a ser ella la que asume el Estado y la gestión eficaz de los servicios públicos” (Ugalde, Parque Social Manuel Aguirre Elorriaga, 1996). Vale destacar que estas líneas son previas a la llegada del “Socialismo del Siglo XXI” cuyo enfoque, lamentablemente para el país, fue diametralmente opuesto a lo planteado por Ugalde a mediados de los noventa.

Hoy día, el Parque Social de la UCAB supera las dos décadas de atención ininterrumpida a las comunidades más vulnerables con un proyecto de salud - Centro de Salud Santa Inés UCAB - que supera las 100.000 atenciones médicas por año a muy bajo costo y bajo un modelo de auto-sostenibilidad financiera; lidera una red de centros de salud de organizaciones religiosas a lo largo del país - AVESSOC - y vincula a estudiantes de toda la universidad y sus carreras para conectarse a través de cada una de sus disciplinas con el servicio a los más vulnerables dentro del Centro de Educación Comunitaria. Este modelo de Universidad-Servicio cuenta con sede permanente para las clínicas jurídicas dando asesoría legal gratuita, también una unidad de psicología que combina docencia, servicio e investigación con un equipo de profesionales y estudiantes de pre y postgrado, asesoría económica, apoyo educacional a las escuelas de la zona y sede para todo el voluntariado de las diversas escuelas de la UCAB.

El Parque Social es un caso de estudio a nivel mundial y no han sido pocas las veces que visitantes nacionales e internacionales, de muy diferentes áreas de conocimiento, hayan quedado boquiabiertos ante la osadía de un proyecto de tal envergadura desde una universidad.     

 

Reflexión final:

Luis Ugalde llega a sus 83 años con la cabeza lúcida y en plena actividad. Como muchos otros quienes han dedicado su vida entera al país, llega con la impotencia de no terminar de ver un cambio para la inmensa mayoría de los venezolanos que anhela calidad de vida, pero siempre con una palabra esperanzadora en cada línea que sale de su laptop o cada palabra dada en una conferencia, homilía o entrevista. Si algo conoce el Ugalde historiador, es que las cosas no son eternas y que más temprano que tarde, su visión de país podrá ser un modelo puesto en práctica, no solo en los espacios en los cuales tienen la dicha de contar con su liderazgo, sino en toda una Venezuela que clama por ello.

Sus lecciones han tenido resonancia en muchos de los que hemos tenido la fortuna de aprender a su lado y mi propia fundación lleva su impronta a otros sectores donde procuramos construir junto a su gente. Dios lo bendiga Padre Ugalde y le permita ver el comienzo de la Venezuela que soñó.  

 

22 de diciembre de 2021

miércoles, 8 de diciembre de 2021

¿Por qué Fundación Impronta?

Bernardo Guinand Ayala
Palabras cena pro-fondos Fundación Impronta
Organizada por padres de la Escuela Campo Alegre ECA
MoDo Caracas


Muy buenas noches:

Les agradezco enormemente estos minutos para poder dar sentido al motivo pro-fondos que se dio a la cena de hoy. Estoy convencido que la gran mayoría no tiene ni la menor idea de qué hace Fundación Impronta y dejé plasmadas algunas líneas para procurar no encadenarme esta noche.

Agradezco muy especialmente a Alexandra de Chambra por postular a Impronta como beneficiaria de este maravilloso gesto que hoy nos cita, así como a todo el comité organizador de la cena y a todos ustedes por estar aquí. Mi nombre es Bernardo Guinand Ayala - y aunque Fundación Impronta tiene unos 5 años de haberla fundado - desde hace casi 23 años me he dedicado a tiempo completo a la gerencia, dirección y sostenibilidad de organizaciones sin fines de lucro en Venezuela.

¿Por qué cada uno de ustedes está hoy aquí? ¿Qué motivo los convoca? ¿Qué motivo los relaciona? No es precisamente el gusto por la comida, aunque no dudo que la disfrutarán un montón. Tampoco es el deseo puntual de ayudar, aunque tampoco dudo de su enorme generosidad. Hoy ustedes vinieron aquí por sus hijos, por seguir conectados con la escuela donde decidieron que ellos debían estar para pulir sus talentos, para estar en sintonía con aquellas otras familias que también forman parte del crecimiento integral de sus hijos. El motor de esta cena, la decisión de la escuela donde estudian y muchas otras de sus decisiones de vida, son sus hijos.

Hago esta introducción para explicar de manera muy directa por qué existe Fundación Impronta. Porque la pobreza, razón que nos mueve en una Venezuela marcada por la misma, estamos convencidos que más allá de la falta de recursos materiales, es la ausencia de recursos relacionales, afectivos, de nexos y oportunidades que te hagan prosperar. Sus chamos son privilegiados, no solo porque tengan los recursos materiales que les permitan acceder a sus necesidades fundamentales, son privilegiados porque cuentan con ustedes y toda una red de relaciones que les permiten pulir todo su potencial para poder ser a futuro ciudadanos útiles y productivos.

Cuando fundamos Impronta, buscamos por un buen tiempo cual era ese eje que nos definía. Que era aquello que “vendíamos” para poder explicar nuestra razón de ser. Entonces la palabra oportunidades apareció como gran elemento amalgamador de todo cuanto queríamos hacer. En Fundación Impronta “generamos oportunidades que transforman vidas” particularmente a niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad a causa de la pobreza. Como solemos insistir, nosotros no le resolvemos la vida a nadie, porque la responsabilidad del individuo es intransferible, pero acercamos aquellas oportunidades que permitan, que chamos que no tienen el privilegio que probablemente tienen sus hijos, puedan ir desarrollando su potencial a pesar de los obstáculos que han tenido en su vida.

Quisiera darles algunos ejemplos de qué son para nosotros oportunidades, comentándoles además que todo ese esfuerzo lo focalizamos en la parroquia Caucagüita, al extremo este de Caracas, comunidad que ha sido muy receptiva con nuestras propuestas.

Así, en Caucagüita, hace años conocimos a la joven Inneris Sánchez. Después de conocer el trabajo de nuestro psicólogo, Inneris quiso estudiar psicología y hoy, por sus talentos, es nuestra primera becaria en la Universidad Católica Andrés Bello. Pero como el país no solo requiere universitarios, Melany, quien como adolescente se había formado como recreadora en nuestros planes vacacionales, hace algunos meses me dijo, tras una bonita reflexión, que desearía que la apoyáramos con sus estudios como Tripulante de Cabina  - lo que antes llamábamos aeromoza - y ahora la veo risueña, en la parada de la camionetica, uniformada para ir a estudiar.

Este próximo viernes, graduaremos a 45 jóvenes del Colegio de Fe y Alegría del sector Araguaney, de un programa intensivo de liderazgo juvenil y ciudadanía que realizamos en alianza con la escuela y otra organización aliada. Con emoción decimos que el programa no ha tenido deserción, aún en medio de la pandemia.  

Carlos Andrés, un niño de 12 años, que vive en un bloque de Los Guacamayos, aprendió a leer con una voluntaria que tiene años trabajando con nosotros y actualmente sigue en rutinas de refuerzo escolar cada semana. La situación del lugar donde vive - siendo el hacinamiento lo más leve que podría resaltarles - es verdaderamente terrible y ha llevado también horas de esfuerzo de nuestra trabajadora social. A Carlos Andrés le entregamos un par de zapatos en diciembre del año pasado, que él mismo había escogido. A diferencia de sus amigos, sus zapatos eran bastante formales y me sorprendió que su decisión se basaba en que le podían servir tanto para ir al colegio, como para alguna actividad más formal; pero sobre todo, porque ese modelo también lo podría compartir con una tía que calza lo mismo.    

Oportunidades son también los 3 programas de lectura que estamos arrancando, porque una cosa es que las encuestas reflejen los dos años de rezago escolar existente a causa de la pandemia y otra es que veas en primera fila, que el día que inauguras un programa de comprensión lectora, la mitad de los niños de 9 y 10 años no sepan leer.      

Oportunidades es tener una cancha deportiva, uniformes y balones para practicar como nos gustaría para nuestros hijos. Producto de una maravillosa campaña que nació en cuarentena - el Reto Impronta 42K - logramos remodelar una cancha deportiva que se ha convertido en el epicentro del deporte en Caucagüita. La cancha fue recuperada por los propios entrenadores a quienes formamos y hoy en día tienen un plan de sostenibilidad a través del movimiento económico local que se ha generado gracias a torneos y actividades culturales.

Como dije al principio, puedo encadenarme con historias, anécdotas y vivencias que hemos sostenido estos años. Quizás algunos piensen que esto es una gota en medio del océano y ciertamente las necesidades son enormes, pero estamos convencidos que estamos haciendo lo que nos corresponde y no dudo que con la suma de voluntades, podremos seguir avanzando.

Impronta es básicamente un espacio de articulación entre el que necesita un empujón y aquel que desea proponer alguna de tantas oportunidades. Un espacio también para ustedes, para sus hijos, para una Venezuela próspera.

Espero que pasen una noche maravillosa y nuevamente mil gracias


7 de diciembre de 2021


domingo, 22 de agosto de 2021

Cuestión de actitud

 

Bernardo Guinand Ayala

 

¡Si claro! suena a frase cliché, a propaganda de Sony Entertaiment Television de principios de siglo o a guía práctica de autoayuda, pero sin duda, entrompar la vida es cuestión de actitud. Generalmente es difícil comparar las razones de por qué a algunas personas les va mejor que a otras, pues hay tantas variables en esto que llamamos vida que parecería imposible determinar cuáles de esas variables tienen mayor ponderación, pero de que la actitud frente las circunstancias de la vida tiene un peso fundamental es totalmente cierto y hoy tengo el ejemplo perfecto.

 

Cada mañana, tres veces por semana, llego a la misma hora al lugar donde hago rehabilitación. El edificio cuenta con dos puestos de estacionamiento para los pacientes del tercer piso, que son custodiados, al igual que el resto del estacionamiento, por un par de vigilantes; uno unos días y el otro, los restantes.

 

El señor Pedro y su compañero Julián tienen exactamente la misma responsabilidad, tienen prácticamente la misma edad y trabajan en idéntico horario y condiciones. Mismo uniforme, asumo que igual salario y la misma sillita verde para sentarse al lado del portón que abren y cierran según vayan dando acceso a vehículos y personas que llegan a las instalaciones. Incluso, si bien uno es más alto y robusto que el otro, ambos tienen características muy similares del típico venezolano mestizo. Sin embargo, uno es gran conversador, mientras el otro tiene siempre cara enfurruñada que no le permite ni saludar.

 

Sin conocerme, Julián – quien suele mantener el gran portón entreabierto - me preguntó amablemente una mañana que a dónde me dirigía, y al avisar que iba a terapia no sólo aceleró su paso para remover el cono que tranca uno de los puestos reservados, sino que se aventuró a preguntar por mi salud. Otra mañana, el Sr. Pedro me dejó un rato frente al gran portón trancando parcialmente la calle mientras verificaba varias veces a dónde me dirigía y luego de constatado mi rol como paciente del servicio de rehabilitación, arrancó su lento paso al lugar del cono en cuestión.  

 

Al pasar los días, las conversas con Julián se hicieron más nutridas y agradables. Llegaba a terapia contento y dispuesto a la sesión del día. Sin embargo, una mañana, estando de turno el hosco Sr. Pedro percibo una actitud aún más reacia a dejarme entrar al estacionamiento. Como siempre, le recordé que iba a terapia pero rápidamente me dijo que los dos puestos estaban ocupados. Insistí que estaba aún con la columna algo débil pero me dijo que todos los puestos libres eran de la farmacia y no me podía dejar entrar. Entonces le pedí que me dejara acceder brevemente para no trancar la calle y poder llamar a la fisioterapeuta para evaluar opciones o incluso esperar si alguno de los otros pacientes iba de salida. ¡Fue imposible! Poco le importó mi salud, ni las propuestas sugeridas. Se le daba natural plantar su carota para decir: ¡No es no! Tuve que irme hasta el Centro Comercial cercano, estacionar lejos, subir varias escaleras, caminar un par de cuadras y por supuesto, llegar a la terapia más caliente que plancha e’ chino recordando a la señora madre del fulano Pedro.

 

Días después, me di el gusto de hablar algo más largo con Julián para felicitarle, contarle la experiencia vivida con el otro señor y enfatizar que él, con su actitud, además de transmitir ser más feliz, hacía que mi día también arrancara mejor. Insistí en que no se trataba solamente del “deber ser” y profundicé mi felicitación, cosa que recibió casi con lágrimas de agradecimiento. Me hizo el día, le hice el día, o viceversa.

 

Hace pocas semanas, el mismo Julián se me acercó para notificarme que había encontrado un mejor trabajo, con mejores beneficios y sueldo. Se acercó a despedirse y agradecer los días y conversas compartidas. Lo sentí mucho por los clientes y trabajadores del edificio, pero me alegré profundamente por él.

 

Pensé, días atrás cuando revoloteaba en mi cabeza escribir esta anécdota, que con la historia hasta aquí estaba más que clara la moraleja: el de buena actitud encuentra mejores oportunidades y sale por la puerta grande, mientras que el amargado se queda con opciones limitadas, con la puerta más cerrada y la mirada esquiva al resto de la humanidad. Pero el viernes pasado, la mala actitud elevó la conclusión de este episodio.

 

Haciendo mis ejercicios empiezo a escuchar que otra de las terapeutas tiene un inconveniente con un paciente al que esperaba. No era clara la razón por la cual no llegaba, pero yo comento a mi fisioterapeuta: “Hoy está el Sr. Pedro, no dudo que allí esté la razón”. Cuento corto, el paciente venía por una vía que el vigilante consideró inadecuada y teniendo al vehículo frente a su puerta lo increpa a darle otra vuelta a la manzana para llegar por la auténtica calle de acceso. Entre molestia e intercambio de palabras, el paciente opta por dar la larga vuelta y al llegar de nuevo el vigilante decide que, por lo grosero, ese día no iba a entrar. Sin tener mayores detalles, el asunto terminó con el paciente bastante más molesto que yo en la otra oportunidad, bajándose del carro y dándole, al menos, un empujón y media trompada al viejo gruñón.

 

Sin pretender justificar la escaramuza, ese paciente no volverá, afectando ahora los honorarios de fisiatras y fisioterapeutas que dependían recurrentemente de esos ingresos. Y con toda seguridad, lejos de bajar la guardia, la actitud de este señor vigilante se vuelva aún más hostil y desafiante inundando con su mal humor el clima del lugar.

 

Hay miles de circunstancias que nos afectan en nuestro día a día, pero por aquello manejable intrínsecamente con tus propios recursos - como tu actitud - es absurdo arruinarse y arruinarle la vida al resto. La actitud no sólo determina tu propio camino, sino es capaz de afectar también el de los demás, así tu labor sea la de dirigir una nación como la de mover el cono del estacionamiento para que un paciente llegue feliz a su consulta. La vida sí, claro que sí, ¡es cuestión de actitud!  

  

          22 de agosto de 2021

sábado, 14 de agosto de 2021

Más allá de la cancha

Samuel tiene 8 años y es el primero que se acerca a la cancha deportiva en Caucagüita cuando ve movimiento, aunque ahora no sea para montar una partidita de basquetbol o futbolito. La cancha está cerrada por reparación, pero lejos de dejar solo a los adultos trabajando, agarra una escoba para barrer o una brocha para pintar, pues entre todos están dejando la cancha como nueva.

Luego de varias semanas de trabajo junto a su tío - que allí ayuda como entrenador -  Samuel lucía contento su uniforme nuevo de “Los Jaguares” el día que se reinauguraba la cancha, celebrando no sólo lo moderna que quedó, sino el proceso cómo se llevó a cabo, sumando mano de obra voluntaria de la comunidad junto al apoyo en formación y materiales suministrados por Fundación Impronta para su  ejecución.

Nada de esto habría ocurrido sin la suma de tanta gente que formó parte del Reto Impronta 42k a finales de 2020, a pesar de la incertidumbre causada por la pandemia. Esta historia es, en primer lugar, para decirles nuevamente a cada uno de esos corredores: ¡GRACIAS!, pero sobre todo para mostrar que lo prometido, lo hemos alcanzado con creces y es lo que más nos emociona transmitir al hacer nuestro trabajo.  

Junto a la cancha, hemos venido dotando a las diversas escuelas deportivas tanto de varones como de niñas – voleibol, basquetbol y fútbol sala – con balones, uniformes, zapatos e implementos como mallas y redes para mejorar sus prácticas y torneos. La noticia pica y se extiende y nos alegra que ello haya sido motivo para que se reactiven otras canchas y escuelas deportivas de toda la parroquia que sueñan ahora con mejorar sus condiciones y sobre todo, poner a los chamos a hacer deporte en condiciones ideales.

Pero más allá de implementos e infraestructura, cuyo logro es muy tangible y podemos transmitir con contundencia a través de redes, la transformación que proponemos se centra más en las personas; en adultos, niños y jóvenes que, como Samuel, inspiramos y formamos por medio de nuestro trabajo. Esa es la verdadera historia que deseamos contar en Impronta.

Durante estos meses, antes de entregar un solo balón o reparar una cerca, nuestro trabajo se orientó a brindar formación a una red de entrenadores de Caucagüita como Junior - el tío de Samuel – así como Alex o Alexander que lideraron la renovación de la cancha; pues solo fortaleciendo las propias capacidades existentes en la comunidad podremos llegar a más niños y adolescentes usando el deporte como herramienta de superación.

 

Pero Samuel y nuestros chamos de Caucagüita, siguen siendo nuestro norte. Las oportunidades que hoy brindemos a ellos, para aspirar a un mejor futuro son el eje de nuestro trabajo. De esa manera, quizás uno de los logros que más celebramos a lo interno, ha sido la evaluación a profundidad de 78 chamos y sus familias, que como Samuel, viven en un sector popular en la Venezuela actual. Ciertamente los hallazgos son muy alarmantes, pero lejos de desalentarnos nos dan pistas clarísimas sobre las áreas que, además del deporte, debemos atender con prioridad: fortalecimiento académico, salud, contención social y emocional, así como seguir siendo foco de oportunidades de todo tipo para ellos.   

Cientos de venezolanos en casi 70 ciudades alrededor del mundo atendieron nuestra invitación para correr por “los chamos de Caucagüita” y en menos de un año convertimos el programa deportivo de Fundación Impronta en un motor para el desarrollo de la comunidad de Caucagüita. No hay palabras suficientes para agradecer la confianza, pero si trabajo tangible para mostrarlo.


Hoy, Omar y Angelito – algunos de nuestros consentidos y amigos de Samuel – se acercaron a preguntarnos cuándo íbamos a repetir la carrera de 5k que hicimos en 2020 en Caucagüita. ¡Qué maravilla cuando el compromiso lo imponen los chamos a quienes nos debemos! “¡Claro que la haremos!” respondimos. Y tú, luego de lo que hemos podido construir juntos: ¿te animas a repetir el #RetoImpronta este próximo noviembre y animar a familiares y amigos a hacerlo?

 

Sigamos haciendo del deporte, un motor de la solidaridad con propósito real. ¡Gracias!


lunes, 5 de julio de 2021

Paciencia y fe


Bernardo Guinand Ayala

 

Nada te turbenada te espantetodo se pasaDios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta. Santa Teresa de Jesús

 

 Abrí los ojos y allí estaba el Dr. Scholtz de pie, frente a mí, esperando. “Nos diste trabajo, ha tomado más tiempo de lo esperado, pero ya salimos de eso”. Sentía un extraño dolor en un hombro, producto de estar 5 horas anclado en la mesa de un quirófano boca abajo, pero curiosamente no sentía esa extraña sensación de resaca que suele dejar la anestesia. Vamos bien, pensé… ¿Cómo podría haber imaginado que estaría en el mismo lugar en menos de dos semanas?

 

Desde la primera consulta que tuve y a pesar de que las placas demostraban un deterioro importante de mi columna, me consta la cautela del Dr. Scholtz en intervenir la columna. Cuando un cirujano busca medidas alternativas antes de entrar a quirófano, particularmente me da mucha confianza. Nunca lo dijo así, pero siempre leí entre líneas que su mensaje transmitía: “tocar la columna no es juego de carritos” y por meses procuramos seguir fortaleciendo, hasta que los hechos pesaron más y la junta de neurocirujanos recomendó escalar al siguiente nivel.

 

Diez días después volví a abrir los ojos, en la misma sala, ahora quizás con más temor y buscando nuevamente la mirada del doctor. Al ratico apareció con un mensaje muy similar. La cirugía había vuelto a tardar algo más de lo esperado, pero el inconveniente había sido resuelto. Unos fragmentos de hueso que habían sido colocados entre las vértebras afectadas para propiciar su fusión, se habían desprendido y fueron justo a parar a la raíz de los nervios produciendo el dolor que esa semana había padecido, e incluso fisurando la duramadre causando una fuga de líquido cefalorraquídeo, lo que explicaba los dolores de cabeza y el bulto en mi espalda que había sido drenado dos días antes.  

    

Si hubiese podido escribir en aquel instante la experiencia entre la primera y segunda cirugía, quizás este artículo lo hubiese titulado “dolor y miedo”, pues los días y las noches se tornaron en horas interminables buscando alguna posición que no molestara. Obviamente sabía que la recuperación sería gradual, pero no esperaba el persistente dolor lumbar, la terrible ciática que ahora lanzaba corrientazos seguidos en la nalga izquierda y la aparición de presión aguda en la cabeza que me obligaba a acostarme, siempre y cuando el nervio aceptara la posición. El dolor produce al menos dos efectos muy complejos: la molestia o dolor físico en sí mismo y la capacidad de anularte mentalmente para desarrollar el resto de tus destrezas. Estás a merced de ese dolor, sintiéndote totalmente inútil y vulnerable.

 

Es desde esa misma vulnerabilidad desde donde escribo mi experiencia y la avalancha de pensamientos que se cruzan por la cabeza cuando estamos tan expuestos a ella. Aunque evidentemente no se trata de un interruptor que se pasa instantánea y definitivamente a modo on, en un momento procuré dejar de enfocarme en el dolor y adoptar como receta dos condiciones indispensables para asumir la recuperación: paciencia y fe.     

 

“La vida es un maratón y no una carrera de 100 metros” traté de repetirme para mis adentros, así que el punto de partida era tomarlo con serenidad y darle tiempo al tiempo. Generalmente las horas del día se quedan cortas para todo lo que deseamos hacer, pero ahora me encontraba con exceso de horas esperando pasar a otro día para sentirme mejor. Independientemente de la complicación y el retraso, la reflexión ha sido útil para saber que este tránsito será largo y que debe ser vivido a plenitud durante su trayecto. Cultivar la paciencia, entonces se convirtió en uno de los aprendizajes claves.

 

Afortunadamente, aunque me tomó muchos días dedicarle así fuera un ratico a la lectura, el momento de la intervención me agarró leyendo el “Libro de la Alegría” que resume una serie de conversaciones entre el arzobispo surafricano Desmond Tutu y el Dalai Lama, en la India, lugar donde está exiliado el monje budista tibetano. Ambos líderes espirituales, en las reflexiones sobre la alegría, coinciden que uno de sus pilares claves está en cultivar la compasión, cuya traducción del latín sería “sufrir con”. Así entonces, mientras pasaba largas horas viendo - literalmente - el techo, comencé a pensar, más allá de mis propias molestias, en las de tanta gente que sufre o han sufrido males muchísimo mayores. Pensar en otros, tratar de ponerme en sus zapatos, aliviaba entonces mis dolencias temporales y me recordaba cómo en cada uno de esos casos, la espera paciente ha sido clave.

 

Pensé, por primera vez con verdadera conciencia, en el padecimiento de San Ignacio, a 500 años de haber recibido un balazo de cañón que le volvió trizas una pierna y en su proceso de sanación durante un año sin antibióticos ni analgésicos. Pensé en Henry de Caucagüita, yendo 3 veces por semana a dializarse en un hospital público, durante muchos años y agarrando una camionetica de vuelta a casa cuando las fuerzas están en el suelo. Pensé en Mario, mi pana del colegio, intervenido 3 veces de columna con mucha incertidumbre y pasando por un largo período hospitalizado. Pensé en personas con alguna discapacidad o desplazados o heridos en alguna guerra, en aquellos que aguantan verdaderamente dolor por haber perdido alguna parte de su cuerpo en condiciones además infrahumanas. Pensé en tanta gente pobre en el mundo, que después de una enfermedad o una cirugía, si es que pudieran acceder a ella, deben subir o bajar las escaleras empinadas de su barrio y asumir su recuperación bajo condiciones muy precarias. Ese sufrir con, que define a la compasión, lejos de sumirte en una ola de tristeza, sirve como motor para asumir con temple tu propia historia.

 

A la paciencia se suma la fe como motor. A lo largo de los años he desarrollado mi conexión con la fe a través de las obras más que por vía de la oración. Aunque es algo que considero clave, confieso que me cuesta enormemente concentrarme para orar o meditar. Este momento surgía como una oportunidad de oro y aun así me costó muchísimo, pero descubrí una terapia maravillosa en el camino. Si bien la paciencia es algo que no se puede transferir a un tercero, la fe si es algo compartido donde la fuerza colectiva la potencia. De esa manera y sobre todo en esa larga semana totalmente acostado tras la segunda operación, tomé con mayor conciencia cada mensaje que recibía preguntándome cómo estaba o deseándome una pronta recuperación, y sobre todo, ofreciendo sus oraciones para ello. Así, esas verdaderas redes de apoyo se convirtieron en alegría y confianza cada vez que alguien me decía: “seguimos rezando”. Desde las visitas de mis padres e hijos, la cercanía de mis médicos y enfermeras, el chat de mis hermanos, tíos y amigos, gente que incluso conozco a través de Instagram, encontré palabras que me generaban consuelo y me exigían también una oración por cada uno de ellos y por cada persona que sufre en el mundo. Me he sentido querido por tanta gente, que conmueve y emociona, así como constaté el poder de la fe y la oración como alivio e impulso para seguir.

 

Dentro de tanta contención, no hay palabras que hagan mérito suficiente a quien tuvo que aguantar los quejidos en las noches o consolarme cuando entré en pánico por un dolor de cabeza luego de la segunda cirugía. En su libro “El hombre en busca de sentido” Víctor Frankl aborda por primera vez ese sentido que te aferra a la vida cuando habla del recuerdo de su esposa. “…la salvación del hombre está en el amor y a través del amor”. La vida es un camino tan maravilloso como complejo, pero doy gracias infinitas a Dios por poder hacer este recorrido acompañado. Qué tanto más fácil se me ha hecho con Mimina al lado, sin dejar además de atender a nuestros hijos y mis suegros quienes también han vivido etapas de convalecencia. A pocos días de arribar a 20 años de matrimonio y 30 juntos, que tan cercanas han sido esas palabras: “en la salud y en la enfermedad”. ¡Que privilegio el mío!

 

Junto al Dr. Scholtz y equipo de
neurocirugía del CMDLT

Volví a abrir los ojos y ya no estaba el Dr. Scholtz frente a mí. Me encontré nuevamente escribiendo, en casa, mejorando. Y mientras fueron transcurriendo los párrafos, mi columna remendada aceptó un poco más la posición en esta silla. Quizás escribo para mí, para que cuando la vorágine de la vida cotidiana me atrape de nuevo, pueda en algún momento revisar este texto y recordar cuán vulnerables somos y cuánto debemos seguir cultivando la compasión y el amor. Y quizás esas ideas que me han guiado durante estos días, recuerden a las descritas con mayor elegancia por Alejandro Dumas al final de El Conde de Montecristo: “…toda la sabiduría humana estará contenida en estas dos palabra: ¡Espera y confía!”                          

          5 de julio de 2021


PD: Mi agradecimiento profundo por cada palabra, oración, compañía de cada uno de ustedes y al talento de todo el equipo de salud del CMDLT, encabezado por el Dr. Herman Scholtz, con quienes me he sentido en casa.                            


domingo, 30 de mayo de 2021

La mayor osadía feminista

 

Bernardo Guinand Ayala

 

No tendría por qué que leer un libro o ver una película basada en hechos reales para conocer las desigualdades que han transitado las mujeres a lo largo de la historia. Tampoco tendría que revisar textos de siglos anteriores como parte de un pasado que ha quedado atrás. Me basta con cruzar a la casa de mis padres y sentarme un rato a conversar con mi mamá sobre las desventajas con las cuales tuvo que enfrentarse durante su juventud para poder aprovechar al máximo su talento. Mi abuelo, por quien mi mamá profiere una adoración y respeto inconmensurables, fue un padre ultra conservador que, por un lado dilató las posibilidades que una mujer de la inteligencia de mi mamá podría haber explotado en su adolescencia y por otro, forjó su temple y carácter.     

 

La mayor de 11 hermanos manejaba clandestinamente un Buick enorme alcahueteada por el chofer de la casa, hurgaba a escondidas en la biblioteca de su abuelo para leer libros “censurados” para una mujer, sacó su bachillerato bastante mayorcita pues solo le habían permitido estudiar primaria y sacó su carrera ya con seis hijos encima, a los cuales nos tocó alguna vez acompañarla a clases en la UCV. Odió de joven las clases de comercio a las cuales sí podían asistir las señoritas, mientras soñaba perfectamente haber sido doctora, abogada o representante diplomática ante las Naciones Unidas.

 

Hago esta introducción tan cercana para entrar en un tema que hoy en día hay que tratar con pinzas: el feminismo. Y digo “con pinzas” pues la opinión pública y las redes hoy se encienden con demasiada volatilidad ante temas sensibles y ante cualquier posición que no sea exactamente igual a la nuestra. Ciertamente en las últimas décadas, las mujeres han logrado enormes avances en las más variadas áreas del acontecer mundial, pero igualmente también siguen existiendo muchas brechas por cerrar.

 

La igualdad - de oportunidades, de ingresos, de justicia, de acceso a la educación - son consideraciones claves para seguir avanzando, aunque también soy de los que valoro que hombres y mujeres seamos diferentes. Iguales, sin duda, en todos los derechos demandados y oportunidades ofrecidas, pero enriquecedoramente diferentes en aquellos aspectos tan propios de cada género que nos complementan. Y eso es espectacular.

 

Hay feministas de feministas. Aquellas que luchan por esa igualdad de oportunidades pero también aquellas que pareciera que su lucha es contra los hombres. Aquellas que buscan inclusión o aquellas que buscan desarrollar propuestas exclusivas para mujeres. En fin, el tema puede ser muy amplio y debatible, pero lo que quiero destacar es que en cada una de las propuestas o reivindicaciones que hoy se postulan, poco se habla o incluso se minimiza una de las cosas más maravillosas de las mujeres: ser madres.

 

Soy de los que siempre quiso ser papá, que tuve mis hijos en un hogar que los recibió con los brazos abiertos, que he tenido un modelo de padre presente y cercano, que he tratado de ser ese mismo modelo, aderezado con un involucramiento propio de estos tiempos. Aún así, me doy cuenta lo prácticamente imposible que es llegar al nivel de vínculo que una madre tiene con sus hijos. Es una poderosa mezcla de ingredientes tan exclusiva, que por más que uno aspire a llegarle a los talones, parece inalcanzable. Mi papá siempre ha sido un padre amoroso, sin embargo mi mamá siempre supo intuitivamente cada situación que estaba transitando. Ahora veo que el modelo se replica con mi esposa y mis hijos. Y hay casos de casos, obviamente, pero espero poder expresar con palabras lo que creo que todos pueden comprender con sentimientos.  

 

Celebro, aplaudo, impulso los avances en todos los campos que sumen a las mujeres. Tengo plena conciencia que al camino le faltan cientos de kilómetros por recorrer. Tengo además una larga tradición de trabajo junto a ellas que me ha enriquecido, ya sea como par, supervisor o supervisado. También constato como en el barrio, poner esfuerzos en generar oportunidades para mujeres y niñas es garantía de éxito y es así porque la mujer pone en el centro de sus prioridades a su familia, a sus hijos. Por eso creo en un feminismo que no se centra únicamente en alcanzar los espacios aún no alcanzados, sino que pondera con verdadero valor aquellos espacios que las hacen únicas y esenciales. Sumemos nuevos espacios, pero sin dejar atrás esa naturaleza.

 

Hoy, ser mamá, con todo lo que ella implica, me parece que sigue siendo una verdadera osadía feminista. He tenido el privilegio de contar con los mejores ejemplos.       

 

          30 de mayo de 2021