jueves, 5 de julio de 2018

Don de gente

Bernardo Guinand Ayala


Inspirado por mi mamá, quien increíblemente había visitado el Hall de la Fama de las Grandes Ligas antes que cualquiera de sus hijos varones amantes del béisbol, visité Cooperstown en junio de 2010, aprovechando un viaje familiar y que tal destino nos quedaba justo en medio del trayecto entre Boston y las Cataratas del Niágara, atravesando los Estados de Massachusetts y Nueva York por la 90, una autopista kilométrica que recorre los Estados Unidos de costa a costa desde Boston hasta Seattle en el extremo oeste.

Lo primero que llama la atención al entrar en el Hall de la Fama, en ese pintoresco pueblo a
The Character and Courage Statues
orillas de un bello lago rodeado de campos de golf, es que ninguna de las tres estatuas que te reciben en el lobby de entrada pertenece a los más emblemáticos exponentes del béisbol como podrían ser Babe Ruth, Ted Williams, Mickey Mantle, Willy Mays o Ty Cobb. Evidentemente quienes te reciben también fueron estrellas fuera de serie de este deporte, pero la razón de estar allí va más allá de sus hazañas en el campo de juego. Esos señores están allí por su don de gente, por su actitud no solo dentro, sino también fuera del terreno de juego, por las adversidades que les tocó vivir y aún así, dar la talla muy por "encima del promedio".

Esas tres figuras, bajo el título de "The Character and Courage Statues" [las Estatuas del Carácter y el Coraje] corresponden a Lou Gehrig, Jackie Robinson y Roberto Clemente, exponentes de lo que significa luchar contra las adversidades y siempre con la frente en alto. 

Antes de la llegada de Cal Ripken Jr al "big show", Gehrig había impuesto la marca de más
Discurso de despedida de Lou Gehrig
juegos consecutivos sin descansar un solo día [2.130 juegos] cosa que le valió el apodo de "Iron Horse". Fue sentado por primera vez en la banca, a petición suya, luego de empezar a tener problemas de salud, lo que terminó siendo diagnosticado como Esclerosis Lateral Amiotrófica [ALS por sus siglas en inglés] hoy mejor conocida como Enfermedad de Lou Gehrig, la misma enfermedad que hace pocos años tuvo gran impacto por su campaña de fundraising [para seguir con su investigación] a través de redes sociales denominada "Ice Bucket Challenge". Lo más heróico de Lou Gehrig quizás fue asumir su enfermedad [aún hoy sin cura] con demasiada entereza. Su discurso de despedida del béisbol en Yankee Stadium, asumiendo con gallardía su mortal diagnóstico, ha quedado registrado como uno de los grandes discursos pronunciados en la historia de los Estados Unidos. Mientras todos veían con dolor su desdicha, Gehrig era capaz de enumerar las cosas por las cuales sentía que su vida era aún maravillosa, englobando todo en esa célebre frase: "Yet today I consider myself the luckiest man on the face of the earth" ["aún hoy me considero el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra"]. 

Jackie Robinson´s Day
El caso de Jackie Robinson es otro ejemplo heróico al vencer las barreras raciales y abrir paso a miles de jugadores de raza negra a la gran carpa. Expertos destacan que la escogencia de Robinson por parte de los aventureros que decidieron darle la oportunidad, más allá de su indudable talento deportivo, tuvo que ver por su temple para ser capaz de resistir todo tipo de vejaciones manteniendo una actitud sencillamente admirable. Su historia queda maravillosamente reflejada en la película "42", titulada así por el número que solía llevar en su espalda. Hace pocos años, dicho número fue retirado no solo por los Dodgers, sino por todos los equipos de Grandes Ligas en honor a él y lo que representa su gesta contra el racismo. El panameño Mariano Rivera, cerrador estelar de los Yankees fue uno de los últimos en vestir su mismo número y recientemente, cada 15 de abril, todos los jugadores de Grandes Ligas usan el mismo número 42 en sus uniformes, para recordar la lucha racial tan acentuada que se ha vivido en los Estados Unidos y la hazaña que este afroamericano de Georgia debió librar.

Roberto Clemente
El último de los corajudos en la entrada de Cooperstown es el puertorriqueño Roberto Clemente, quien así como Robinson le tocó librar tanto la barrera racial, como de defensa de los jugadores latinoamericanos en el "big show". Su ayuda a diferentes obras caritativas, su actitud fuera del terreno, su modelo como hombre de familia y de bien ha incidido que actualmente el premio de jugador modelo, aquel que represente el don de gente por su carácter admirable y sus contribuciones caritativas a la comunidad, lleve su nombre.  

Ahora bien, hasta aquí la historia en sí representa una buena oportunidad de enseñanza para mis hijos, sobre todo aquellos quienes creemos que ese don representa un valor para la vida. Pero a veces las historias opuestas también pueden ayudarnos a dibujar un panorama del cual desearíamos alejar a nuestros hijos y a nosotros mismos.

Ya que estamos en tiempos de mundial, recientemente todos pudimos voltear a las tribunas
Diego Armando Maradona en Rusia
y ver un deplorable show protagonizado por quien fuera el mejor jugador de fútbol años atrás: Diego Armando Maradona. Días previos, ese mismo personaje, usado como bufón de la corte, ondeaba una bandera de Venezuela en una tarima al ritmo de reggaeton, quizás motivado por un pago en dólares de un gobierno que no es capaz de invertir en alimento para sus gobernados, pero si en circo ramplón. Ese mismo señor, a quien aplaudí en su época de jugador, por quien celebré aquel mundial del 86, ahora convertido en una piltrafa humana y en el máximo exponente del daño que las drogas y una riqueza mal usada puede convertir a una persona.

Para mis hijos, para mis amigos, para aquel a quien quiera dar un consejo; hablaré de Gehrig, Robinson y Clemente por sus excelentes destrezas deportivas y las lecciones de vida que nos dejaron, así como lo que significó para mí verlos allí en Cooperstown. En cambio, lo más probable es que use el ejemplo de Maradona para que vean lo que las drogas hacen a las personas, inclusive a aquellas que nacieron con un talento natural extraordinario.   

Al final de tu vida ¿de qué vale haber sido el mejor en algo si lo botas todo por la borda? ¿de qué vale haber hecho tanto dinero si ese mismo dinero ayuda a hundirte? A veces exceso de dinero y fama, son más bien conducentes a estrepitosos fracasos si en el centro de tu interés dejas de tener ese don de ser gente. Hay cientos de ejemplos en Hollywood, en los deportes, así como también en los países, como el triste caso de Venezuela donde nuestra "riqueza" ha sido invertida en nuestra propia destrucción. 

El mundo está lleno de gente sencilla con voluntad para el bien. La mayoría no está inmortalizada en un salón de la fama pues no todos los trabajos nos ponen frente a una pantalla de cine, tv o un stadium repleto, pero cada trabajo bien hecho acompañado del ejemplo para sus familias, es un logro para la humanidad. Ojalá podamos contribuir a un país donde cada venezolano pueda desarrollar al máximo sus talentos, pero por sobre todo, que jamás perdamos de vista nuestra responsabilidad de ser ciudadanos, de tener don de gente. 

5 de julio de 2018