domingo, 30 de mayo de 2021

La mayor osadía feminista

 

Bernardo Guinand Ayala

 

No tendría por qué que leer un libro o ver una película basada en hechos reales para conocer las desigualdades que han transitado las mujeres a lo largo de la historia. Tampoco tendría que revisar textos de siglos anteriores como parte de un pasado que ha quedado atrás. Me basta con cruzar a la casa de mis padres y sentarme un rato a conversar con mi mamá sobre las desventajas con las cuales tuvo que enfrentarse durante su juventud para poder aprovechar al máximo su talento. Mi abuelo, por quien mi mamá profiere una adoración y respeto inconmensurables, fue un padre ultra conservador que, por un lado dilató las posibilidades que una mujer de la inteligencia de mi mamá podría haber explotado en su adolescencia y por otro, forjó su temple y carácter.     

 

La mayor de 11 hermanos manejaba clandestinamente un Buick enorme alcahueteada por el chofer de la casa, hurgaba a escondidas en la biblioteca de su abuelo para leer libros “censurados” para una mujer, sacó su bachillerato bastante mayorcita pues solo le habían permitido estudiar primaria y sacó su carrera ya con seis hijos encima, a los cuales nos tocó alguna vez acompañarla a clases en la UCV. Odió de joven las clases de comercio a las cuales sí podían asistir las señoritas, mientras soñaba perfectamente haber sido doctora, abogada o representante diplomática ante las Naciones Unidas.

 

Hago esta introducción tan cercana para entrar en un tema que hoy en día hay que tratar con pinzas: el feminismo. Y digo “con pinzas” pues la opinión pública y las redes hoy se encienden con demasiada volatilidad ante temas sensibles y ante cualquier posición que no sea exactamente igual a la nuestra. Ciertamente en las últimas décadas, las mujeres han logrado enormes avances en las más variadas áreas del acontecer mundial, pero igualmente también siguen existiendo muchas brechas por cerrar.

 

La igualdad - de oportunidades, de ingresos, de justicia, de acceso a la educación - son consideraciones claves para seguir avanzando, aunque también soy de los que valoro que hombres y mujeres seamos diferentes. Iguales, sin duda, en todos los derechos demandados y oportunidades ofrecidas, pero enriquecedoramente diferentes en aquellos aspectos tan propios de cada género que nos complementan. Y eso es espectacular.

 

Hay feministas de feministas. Aquellas que luchan por esa igualdad de oportunidades pero también aquellas que pareciera que su lucha es contra los hombres. Aquellas que buscan inclusión o aquellas que buscan desarrollar propuestas exclusivas para mujeres. En fin, el tema puede ser muy amplio y debatible, pero lo que quiero destacar es que en cada una de las propuestas o reivindicaciones que hoy se postulan, poco se habla o incluso se minimiza una de las cosas más maravillosas de las mujeres: ser madres.

 

Soy de los que siempre quiso ser papá, que tuve mis hijos en un hogar que los recibió con los brazos abiertos, que he tenido un modelo de padre presente y cercano, que he tratado de ser ese mismo modelo, aderezado con un involucramiento propio de estos tiempos. Aún así, me doy cuenta lo prácticamente imposible que es llegar al nivel de vínculo que una madre tiene con sus hijos. Es una poderosa mezcla de ingredientes tan exclusiva, que por más que uno aspire a llegarle a los talones, parece inalcanzable. Mi papá siempre ha sido un padre amoroso, sin embargo mi mamá siempre supo intuitivamente cada situación que estaba transitando. Ahora veo que el modelo se replica con mi esposa y mis hijos. Y hay casos de casos, obviamente, pero espero poder expresar con palabras lo que creo que todos pueden comprender con sentimientos.  

 

Celebro, aplaudo, impulso los avances en todos los campos que sumen a las mujeres. Tengo plena conciencia que al camino le faltan cientos de kilómetros por recorrer. Tengo además una larga tradición de trabajo junto a ellas que me ha enriquecido, ya sea como par, supervisor o supervisado. También constato como en el barrio, poner esfuerzos en generar oportunidades para mujeres y niñas es garantía de éxito y es así porque la mujer pone en el centro de sus prioridades a su familia, a sus hijos. Por eso creo en un feminismo que no se centra únicamente en alcanzar los espacios aún no alcanzados, sino que pondera con verdadero valor aquellos espacios que las hacen únicas y esenciales. Sumemos nuevos espacios, pero sin dejar atrás esa naturaleza.

 

Hoy, ser mamá, con todo lo que ella implica, me parece que sigue siendo una verdadera osadía feminista. He tenido el privilegio de contar con los mejores ejemplos.       

 

          30 de mayo de 2021