sábado, 19 de mayo de 2018

Crisis de dirigentes, crisis de dirigidos


Bernardo Guinand Ayala

“Los puestos de responsabilidad hacen a los hombres eminentes más eminentes todavía, y a los viles, más viles y pequeños” Jean De La Bruyère

Llegamos a un 20M en un ambiente moral depauperado y unas condiciones de país jamás conocidas, con tendencia a seguir socavando aún más hondo, augurando más hambre, más pobreza, más tragedia.

A estas alturas debería ser obvio, aunque cueste tanto entender esa lógica perversa, que el gobierno nos quiere así. No se trata de ineptitud, falta de gerencia y mucho menos falta de recursos. El régimen sigue un plan. Nos quiere pobres, dependientes, divididos. En esta tragedia colectiva que va desde lo económico hasta lo emocional, se saben mover como pez en el agua. Desde su vileza, hay que reconocer que han sido sumamente efectivos.

Ahora bien, desde nuestras posibilidades y competencias, un tema crucial debería ser lo que hemos hecho o dejado de hacer los que estamos en la acera de enfrente, los que queremos un país diferente. Y es precisamente allí donde, en estos momentos, me siento más confundido.

Nuestra dirigencia, luego de aquella importante jornada de diciembre de 2015, fue desmoronando el logro que tanto costó construir. A menos de un mes de haber ganado contundentemente la mayoría de los escaños del parlamento, la tan sufrida unidad fue haciendo aguas a punta de intereses particulares, falta de agenda común y un sinfín de vicios propios de la política. No saber administrar aquella victoria y pensar que ella era un fin en sí misma, ha sido una factura demasiado cara para los venezolanos y nuestros deseos de cambio. Lo que comenzó en 2015, ha debido encaminarnos a un 2018 de cambios profundos y, por el contrario, hoy nos encontramos divididos y sin norte, a pesar del contundente rechazo de la mayoría del país a la gestión gubernamental.

A diferencia de otros países que han combatido injusticias o autoritarismos, nuestra potencial fortaleza no ha estado representada en un Mandela, Havel, Gandhi o Walesa, sino en la capacidad de estar juntos a pesar de las diferencias naturales. Juntos no solo para un proceso electoral, sino en la concepción de una hoja de ruta que nos hubiese traído al 2018 objetivamente esperanzados.

Salir de este rollo no es solo salir del gobierno. Venezuela va a estar plagada de problemas, de crisis en todas las áreas, de heridas abiertas, de millones de venezolanos que fueron o siguen siendo chavistas. Liderar un gobierno bajo esas premisas no será tarea fácil. Unidad, no solo para ganar, sino para gobernar, va a ser elemento de sobrevivencia para cualquier gobierno post-chavista.

Pero este tema no queda solo en la dirigencia. Me atrevo a decir, o particularmente así lo siento, que los dirigidos también debemos revisarnos. Podemos alegar, y con toda razón, que hemos hecho todo cuanto se nos ha pedido: hemos marchado cuando se solicitó marchar, votado cuando se solicitó votar y así podemos seguir un rosario de estrategias a lo largo de todos estos años. Pero hoy seguimos aquí, al menos los que hemos decidido seguir aquí y no hemos llegado ni siquiera al día cero para comenzar a realizar los cambios tan profundos que vendrán. Si optamos por seguir de frente contra este régimen, sin duda que la actitud en la cual todos hemos caído en las últimas semanas, a raíz de la posición entre votar o no votar nos aislarán del propósito común. Hemos gastado más energía en tener la razón, nuestra razón, que en procurar salir verdaderamente de este enredo. Cosas de humanos, ciertamente.

Siento, observo, percibo [con probabilidad de equivocarme] cierta desconexión entre aquellos que solían representar a la clase media y los sectores populares y viceversa. Todos hemos disminuido estrepitosamente nuestra calidad de vida, pero creo sensato reconocer la realidad del otro y no es tarea fácil, ni para estos, ni para aquellos.

La clase media [o que lo fue de ella] demanda de los más vulnerables acompañamiento en grandes manifestaciones bajo la bandera de la libertad y la democracia; mientras los más pobres aspirarían mayor cercanía en sus protestas por gas, agua y alimentos. Y así, lejos de conectarnos contra el responsable indiscutible, ahora nos da por echarnos la culpa entre los pobres dependientes de su bolsa CLAP o la clase media con su reino de twitterzuela, así como los pro-votos y los que no lo son, o mi verdad contra la tuya. Y mientras, Maduro baila reggaetón con Maradona gozando a lo grande.

Siempre he visualizado un futuro donde mis hijos me pregunten: ¿Y tú papá, que hiciste para salir de ese régimen? ¿Por qué duró tanto?  Siempre creí tener algunas respuestas, argumentando la esperanza que el mismo gobierno representó para millones y de allí lo perverso y opulento que se convirtió, dificultando su salida por años. Pero ahora ¿qué les diré?; ¿que no supimos cumplir con nuestra parte?, ¿que fuimos corresponsables?  
  
Creo fervientemente en el talento de cada persona puesto en las cosas para las cuales siente pasión. De allí que directamente nunca me haya desenvuelto en la política partidista. Mal haría en hacer un trabajo deficiente, sin tener las aptitudes, por tratar de resolver un problema país. Por el contrario, hago más política ejerciendo mi trabajo de vocación hacia lo social, donde puedo desarrollar mis virtudes con pasión y optimismo. Lo trato de hacer con profesionalismo y honestidad, de la misma manera que espero que quien opte por dirigir las instancias de poder del país, también lo haga. Necesitamos ciudadanos y dirigentes conectados y sin mezquindades. Solo así, podremos algún día salir de esta pesadilla y reconstruir efectivamente a Venezuela.  

19 de mayo de 2018