domingo, 19 de noviembre de 2017

¿Hasta dónde eres capaz de llegar?

Bernardo Guinand Ayala

Sorprendentemente - al menos para mí - he sabido de mucha gente que lee lo que escribo. Había pensado con mi blog dejar una especie de diario para mí y para mis hijos, sobre todo porque estamos viviendo momentos intensos y me pareció buena manera de dejar plasmadas estas anécdotas. Somos de memoria corta y a la distancia, lo que no se dijo, pierde contundencia.
  
No cabe duda de que emociona que me lean, pero empieza uno a sentir una especie de compromiso. Puedo imaginar la tensión del escritor que ha escrito una buena novela y se sienta nuevamente a ver cómo cautivar a su público. Hago esta introducción casi que para excusarme porque hoy vuelvo a hablar de running y probablemente sea un tema que no apasione a todos, sin embargo, está cargado de emociones tan intensas que son justamente esas que debes tratar de transmitir cuando la adrenalina está aún efervescente.      

Hoy fue la Gatorade Caracas Rock, la carrera de 10 kilómetros más popular y grande del país. Suele ser una fiesta variopinta pues hay desde atletas élite hasta gente que salta a correr sus primeros 10k, animada a lo largo del trayecto por bandas de rock. Muchos pensarán que quien haya corrido un maratón - 42k - correr luego 10k debe ser como un día de paseo. No es así. Son exigencias y preparaciones diferentes. Si bien la extrema distancia hace del maratón una aventura indescriptible, los 10k - si te empleas a fondo - pueden llegar ser una experiencia única. Y eso me pasó hoy.

Con Mimina, ambos con PR en la GatoradeCcsRock 2017
Después de tener tiempo sin correr oficialmente esta distancia, nuevamente pude imponer un récord personal, bajando 3 minutos mi tiempo anterior, que para 10k es bastante considerable. Como insistentemente he escrito, esto de correr es una competencia fundamentalmente con uno mismo. Tal vez mi tiempo sea nada para otros corredores y significativo para otros tantos, pero el tema es que hoy me exigí hasta el límite de mis capacidades, cosa que pocas veces he sentido. Como diría algún deportista siendo entrevistado en televisión: “dimos el ciento uno por ciento” y de verdad mi cuerpo estuvo a tope durante esos casi 45 minutos pensando cada minuto que sería insostenible ese furruco.

En un maratón logras mantener un ritmo en el cual, cardiopulmonarmente, estés a gusto, solo que la distancia representa tanto golpe a las piernas que terminan siendo mi lado débil. En 10 kilómetros pasa al revés; con piernas entrenadas la distancia es soportada razonablemente, pero como debes tratar de mantener una velocidad al tope de tus capacidades, la frecuencia cardíaca se dispara ampliamente. Para tratar de mostrar lo que significó para mí el ritmo/pace de hoy [4´29” cada km] puedo comentar que hasta hace muy poco esa era la velocidad a la cual corría series de 800 metros, o también mencionar que a tal velocidad solo había corrido recientemente hasta 3 kilómetros seguidos. Pensar en correr 10k a ese ritmo era algo así como imposible.

Ahora bien, esta historia realmente tiene otro protagonista. Así es, mi carrera, el récord personal, la anécdota de hoy tienen un protagonismo compartido.  Aunque efectivamente crucé la meta con el tiempo indicado, hubiese sido sencillamente imposible sin el pacer, animador y motivador que decidió que su carrera era hacerme cumplir la mía: Alfonso Porras.

Con Alfonso aprendí a correr en serio cuando entrenaba para mi segundo maratón. De él aprendí mucho de lo que sé de técnica, tipos de entrenamiento, motivación. Es decir, de esas cosas que hablamos quienes nos entusiasmamos con correr. Tenía tiempo sin correr con Alfonso y hoy coincidimos en el mismo corral de salida. No vale la pena ni mencionar que sus tiempos en todas las distancias son mucho mejores que los míos y que ha logrado correr un maratón [Boston] por debajo de las 3 horas, lo que es mucho decir.  

Como suele pasar en competencias, cada quien planifica y hace su propia carrera. Dada la largada empecé a zigzaguear a algunas doñas y “pesos pesados” mal ubicados de corral que impiden la fluidez de la carrera. A mis panas Carlos Behrends y Pedro Luis Álvarez [otros duros en la materia] los vi alejarse entre la multitud como alma que lleva el diablo. Antes de llegar al primer kilómetro, ya algo ajetreado entre la muchedumbre y ese empecinamiento individual de querer hacer "un buen tiempo", me alcanza Alfonso y me pregunta a cuánto estoy apuntando. Digo que soñaría hacer 45 minutos y de una me dice: “yo te llevo”

Acostumbrado a hacer mis carreras solo, me entra entre emoción y preocupación. Preocupación pues no quería embromarle la carrera a Alfonso, pero sobre todo por el compromiso de tenerlo al lado en una aventura desconocida para mí. Recuerdo que cuando empecé a entrenar con él, las primeras series que hice en mi vida [de 400 metros] me había sacado la chicha.

Para yo describir lo que significaron los siguientes 9 kilómetros, haría de este post algo demasiado largo. Popularmente entre los corredores decimos que hay que salir a disfrutar la carrera. ¡Bueno!  hoy fue algo distinto. No le paré al rock que sonaba, ni a la ciudad que suelo admirar mientras corro. Hoy fue seguirle la mecha a Alfonso y escuchar mi cuerpo a toda máquina pensando imposible sostener el ritmo el siguiente kilómetro.  

No hubo frase motivacional que Alfonso no me dijera en cada kilómetro para obligarme a mantener el ritmo. Generalmente en las carreras debes fortalecer tu mente para concentrarte y seguir, pero hoy fue como realizar una meditación en la cual alguien te guía y te hace más sencilla la experiencia.

“¡Vamos Bernardo! Tú eres un maratonista, tienes demasiados kilómetros en esas piernas ¿qué son 6 más?... para un fondista ¿qué son 5 más?... ¿qué son 4 más?” “Vamos, no te quedes, no mires el reloj, tu reloj soy yo. Levanta la cabeza, no bajes el ritmo”. “Bernardo, corre por quienes siguen en este país, eres inspiración Bernardo, no pares. Corre por tus hijos, vamos… ellos también querrán ser maratonistas” “Vamos, los últimos 2 apretamos”. ¡Pero coño Alfonso, si no puedo más!!! “Claro que sí, sigue” “Queda uno, aprieta, no bajes, aprieta” … No puedo… “Claro que puedes”

Finalmente apreté los últimos 300 metros, así como para bajar de 45 minutos sin saber a ciencia cierta en cuanto iba el reloj. No se cómo, ni con que fuerza di esa esprintada final, pero creo que Alfonso iba sonriendo. No pude sino darle un abrazo al final y ahora dedicarle estas letras de agradecimiento.

Alfonso me permitió entender que mi límite estaba mucho más allá de lo que yo podía imaginar. Jamás hubiese podido mantener ese ritmo si no fuese porque, literalmente, no me dejó bajarlo. Los deportes en general y particularmente el running, incluso más allá de lo físico, son capaces de mostrarte hasta donde eres capaz de llegar. Por supuesto, se necesita disciplina, trabajo duro, entrenamiento y motivación.

Y pienso que lo mismo sucede con tantas otras cosas de nuestras vidas que tal vez nos da flojera llevarlas a otro nivel. Papa Dios nos dio una máquina privilegiada dotada con excelente hardware y software que solemos sub-utilizar. No es que vivamos siempre al límite como en unos 10k, pero seguro frecuentemente subestimamos hasta donde somos capaces de llegar.  

19 de noviembre de 2017

sábado, 11 de noviembre de 2017

Hoy puede ser un gran día

Bernardo Guinand Ayala

A menos de dos meses para terminar este complejo 2017, quien pueda decir con algún grado de certeza cual será el futuro próximo de Venezuela tendrá, o mucho de adivino, o muchísimo de farsante. Sentimos - y con razón - que el país se nos va por un despeñadero gigantesco, sin que sepamos realmente cómo detenerlo. Para colmo de males, si no fuera suficiente con el nefasto gobierno que agobia a los venezolanos, la oposición política pareciera haber entrado en un proceso de desconexión total con la realidad y con la gente, terminando de cegar alguna esperanza, al menos de corto o mediano plazo.

Aún así seguimos. Y seguimos porque la catástrofe en la que estamos metidos no hace sino decirnos: “hay demasiado por hacer”. Somos, como reza uno de los lemas de la Bill & Melinda Gates Foundation unos “Optimistas impacientes”. Optimistas, porque nada alienta más a un ser humano que poder ser un eslabón del cambio y del progreso que requiere una empresa o el país. Impacientes, porque pasan los días, los meses, los años y sentimos que se nos va la vida sin poder desarrollar esos cambios a profundidad.

Esta semana tenía en mi agenda algunos eventos significativos para mí y para mi recién creada fundación. Entre esas cosas que vienen - sin saber de donde - a la cabeza, recordé aquella canción de Serrat titulada: “Hoy puede ser un gran día”.  Si bien creo que soy una persona optimista y motivadora, tampoco soy el mayor fan de aquellos gurús que predican constantemente que hay que tener “mente positiva” para todo, todo el tiempo, como si no fuese válido decir a veces que estamos frustrados, desesperanzados, molestos o intolerantes. Sin embargo, esa mañana busqué en You Tube la canción del catalán y me vacilé mi dosis de buena vibra. Tenía verdaderas ganas y razones para querer un buen día.

Uno de los elementos más objetivos de la canción en cuestión, es que Serrat no asegura que “va a ser un buen día” sino que “podría serlo” y allí da en el clavo: “Hoy puede ser un gran día, duro con el. Es decir, si quieres que el día sea bueno, hay que echarle ganas al asunto. No es solo mente positiva, sino que es trabajo duro y si hay trabajo puede haber recompensa.

Efectivamente el día fue bueno y es aquí donde expongo lo que quiero dejar de reflexión. En cualquier país en general, para cualquier persona en cualquier circunstancia, pero particularmente en esta Venezuela que nos ha tocado transitar, es clave que cada quien se enfoque en lo que sabe hacer mejor, en lo que construye, en donde pones al servicio de la sociedad los talentos que tienes. Aquel día y la semana en general fueron positivos para mi y para mi equipo porque logramos proponer una ruta para hacer las cosas que sabemos hacer bien, porque logramos sumar a otros, porque nos seguimos arriesgando por el país con propuestas concretas que aterrizaron y ahora tienen un norte claro y por supuesto, mucho más trabajo por desarrollar.

Fue particularmente maravilloso cautivar y proponer a la Junta Directiva del Instituto de Previsión
Junta Directiva del IPN y de Fundación Impronta
del Niño - cuyo promedio de edad, sin exageración, ronda los 80 años - una alianza para un novedoso y audaz programa de atención y generación de oportunidades para adolescentes venezolanos de sectores populares. Fue también genial constatar el poder de convocatoria para un taller sobre adolescencia, sirviendo de bisagra entre todos los interesados.


Como si fuera poco, esta misma semana hemos podido llevar los primeros folletos de nuestra fundación a un antiguo y muy apreciado aliado en España para comenzar a dejar nuestra impronta internacionalmente y dejar un mensaje claro: hay mucho por hacer en Venezuela y aquí estamos proponiendo.        

Comedor en casa de Henry Vivas en Caucagüita
También han sido unos días para conectarnos con otros, particularmente con esos que están en nuestra misma sintonía y hacen cosas realmente maravillosas. Visitamos a Henry Vivas - aliado del Radar de los Barrios - quien transformó la sala de su casa en Caucagüita en un comedor para los niños más vulnerables del sector La Embajada. Conocimos la puesta en marcha del “Panabus”, una buseta convertida en sala de baño, peluquería, comedor y atención médica que rueda por Caracas brindándole dignidad a las personas en situación de calle. Conversé a través de nuestro #RadarEnPositivo con mi pana Juancho Pérez quien reporta estar optimista con una generación de jóvenes en formación a quienes tuvo la fortuna de dirigirse cuando la desesperanza reina.  
El Panabus de la Fundación Santa En Las Calles
        

Quien se centra en lo que sabe hacer y es capaz de servir con gusto a los demás, tiene en Venezuela, aún a pesar de las muy objetivas adversas circunstancias, un horizonte de posibilidades de acción.  Muchos de nosotros, al igual que Bill y Melinda Gates – pero sin la chequera claro está – somos unos optimistas impacientes. De hecho, hoy puede ser un gran día…. y mañana también!


11 de noviembre de 2017