domingo, 26 de enero de 2020

Historias que inspiran


Bernardo Guinand Ayala

“La base de toda educación es cuestión de corazónDon Bosco

Sucedió esta semana. No es cuento chino, ni escritura creativa motivadora, ni siquiera producto del deseo optimista de que haya sido así. Simplemente sucedió y emociona. Solo trataré de ponerle palabras a lo que viví.

Como parte de las tareas de inicio de año y gracias al trabajo sostenido de Fundación Impronta en Caucagüita, recibimos una serie de comunicaciones de escuelas de la parroquia para visitarlas y ver de qué manera podemos articular esfuerzos para apoyarlas. Desde Impronta, así como por años hemos constatado - y aprendido - de Fundación Empresas Polar, seremos más efectivos en ayudar a reducir la pobreza en la medida que podamos fortalecer las capacidades propias que tiene cada comunidad. En ese sentido, nuestro foco está en apoyar lo que existe, poner nuestro mayor esfuerzo en acercarles aquello que les cuesta conseguir, justo por estar atrapados en la cotidianidad y la rutina, más aún en el complejo contexto venezolano.      

El martes nos embalamos hacia Turumo, sector muy populoso en la parte alta de
De visita en la Escuela J.A. Calcaño, Turumo
Caucagüita. Visitamos la Escuela Primaria José Antonio Calcaño gracias a la invitación de Zarith, su directora. Recorrimos el plantel que cuenta con una matrícula de algo más de 400 niños, visitamos cada salón lleno de caritas alegres, que no vacilaron en pararse cada vez que pisábamos sus aulas dándonos los buenos días de manera cariñosa y sincera. Como típica escuela pública, Zarith nos reveló algunas deficiencias de infraestructura, problemas con los baños, falta de bombillos, etc. Sin embargo, a la hora de sentarnos a hablar y visualizar algún tipo de ayuda, Zarith no se focalizó en la infraestructura. Su foco fue la gente. No hay escuela sin maestros y no hay buena escuela sin buenos maestros. Es evidente la fuga de personal docente por migración o por cambio de área productiva para dar sustento a sus familias, pero aun así, la escuela ha logrado retener a unos tantos y formar a otros para mantener la escuela abierta y los salones full. Incluso Zarith no se focalizó en poder remunerar mucho más a su plantilla, sino en poderles dar lo que esté a nuestro alcance para motivarlos, capacitarlos, mantenerlos lo mejor preparados para los retos que viven. De hecho, manifestó su preocupación por la evidencia de 5 de sus alumnos con trastorno del espectro autista y la manera cómo podíamos ayudar a sus docentes para saber atenderles mejor.   

Un ratico más tarde seguimos subiendo una cuesta muy empinada que nunca habíamos tomado en Turumo, sector Marín, donde nos encontraríamos con Yuleima, maestra especialista y psicopedagoga de la Escuela Don Bosco, iniciativa de los salesianos y subsidiada por la AVEC. Como buena escuela de inspiración católica, sus condiciones de infraestructura y limpieza eran muy buenas, aunque Yuleima y sus directivos no se conforman con estar bien. Hicimos nuevamente un recorrido y vimos áreas de mejoras en salones y muchas necesidades que desean cubrir. Sin embargo la petición expresada volvió a ser la misma: “Ayúdennos a mantener a nuestra gente capacitada y motivada”.

Dos días más tarde, parte de mi equipo volvería a reunirse con Yuleima en la Escuela Básica Negro Primero del sector La Embajada, escuela pública muy grande de Caucagüita, donde tanto Yuleima como Zarith trabajan en las tardes, para volver a constatar lo mismo: Apoyo a los maestros, formación de padres que han sustituido a los titulares, herramientas para atender a niños especiales, en fin, mantener las condiciones claves para ser escuela.    
        
Eneyda, Carlina y Carmen, voluntarias destacadas Impronta
Las sorpresas continuarían durante la mañana del miércoles. En la guardería Crecer con Jesús, iniciativa privada pero de carácter social ubicada en locales de la Iglesia Cristo Rey de Caucagüita, el equipo en pleno de Eneyda, fundadora de la guardería y aliada clave de Impronta, se formaba en “Estrategias didácticas” gracias al apoyo de Vanessa Páez, voluntaria estrella nuestra, quien involucró a su iniciativa de consultoría Eklektikos para preparar un taller que ayude a las maestras a salir de la rutina e implementar dinámicas diferentes en la formación de los niños. Nuevamente Zarith estuvo allí, así como muchas otras maestras de escuelas públicas. Rieron, trabajaron y supieron romper con la rutina para atender de nuevo a sus niños al día siguiente. La próxima semana se seguirán formando.   

Fuera de Caucagüita la cosa no ha sido distinta. El jueves en la oficina estuve con Marco,
Marco Dujmovic, director de proyectos IT Jesús Obrero
director de proyectos del Instituto Técnico Jesús Obrero de Catia, que debe ser el secreto mejor guardado de los jesuitas en pleno corazón del oeste caraqueño. Una verdadera tacita de plata, con una infraestructura y equipo humano sorprendente para formar técnicos en informática, electrónica y mucho más áreas. Desde ALSI Foundation, iniciativa de venezolanos en los Estados Unidos que busca captar recursos para la educación en Venezuela y con quienes me vinculé desde el 2019, hemos visto la posibilidad de ayudar al Jesús Obrero a través de un financiamiento que ubicamos en una plataforma virtual a la cual estamos suscritos. Viendo las bases del concurso y las necesidades del Instituto Técnico, nuevamente la conclusión fue la misma: “Vamos a redactar un proyecto para la capacitación continua de nuestros maestros, para su retención, para su motivación y para formar a aquellos profesionales que entraron este año como docentes pero que nunca lo había sido” Nuevamente su gente, nuevamente la calidad educativa como prioridad y como vocación.

Vanessa Páez, voluntaria profesional Impronta
Zarith, Yuleima, Eneyda, Vanessa, Marco y muchísimos más me hacen recordar la canción de Fito Páez, que junto a la melodía de su piano arranca diciendo: “quien dijo que todo está perdido, Yo vengo a ofrecer mi corazón." Zarith, Yuleima, Eneyda, Vanessa, Marco y seguramente la inmensa mayoría de los maestros venezolanos, aún con las necesidades tangibles de cada una de sus familias, saben que su trabajo probablemente no les rendirá jamás el fruto - monetario - justo de todo el esfuerzo puesto en ello, pero su vocación y deseo de servir va mucho más allá. Su recompensa es otra y no hay dinero que la pague.  

Solemos ver lo terrible y en el caso venezolano es inocultable. Jamás podremos conformarnos. ¿Pero cuántos maestros, especialistas de la salud y otros tantos profesionales en áreas sensibles están ahora abocados a “ofrecer su corazón”, su vocación de servicio para superar este trance? Por ellos celebro hoy, me llenan de alegría y esperanza.    

26 de enero de 2020

lunes, 20 de enero de 2020

Héroes anónimos


Bernardo Guinand Ayala

Virginia y Ruth en su casa (sede de Especialmente Amigos)
Siempre me han gustado las historias de héroes anónimos, héroes sin capa, santos sin proceso de canonización, gente sencilla, de carne y hueso, que no abren los titulares de la prensa y aun así, generan un gran bienestar e influencia para aquellos quienes los rodean.

Recientemente fue el día del maestro, donde quizás pueda encontrarse la mayor acumulación de este tipo de héroes. Gente silenciosa en la vida social, política o comunicacional, pero que en las cuatro paredes que circunscriben sus aulas, son guías, son luz, son puertas abiertas al futuro para cada niño o joven que impactan. “La historia la escriben los vencedores” decía Orwell, sin embargo, la vida íntima, el diario familiar, el legado cercano, plausible y amoroso, lo escriben en cada persona, estos héroes anónimos que dan sentido a nuestras vidas. No hay titular de periódico que pueda sustituir la impronta profunda que esta gente maravillosa deja en nuestros corazones.  

Mi diario personal ahora tiene otra heroína, otra santa que nos guiará desde arriba. Se nos fue Virginia Díaz, la maestra de Antímano, el ángel guardián de los más vulnerables. Virginia fue docente por muchos años, dictó cursillos de cristiandad, cantó y acompañó al coro de su parroquia; pero cuando una caída la alejó formalmente de las aulas, lejos de retirarse decidió abrir las puertas de su humilde casa en el Barrio El Carmen de Antímano a los niños - y no tan niños - con necesidades especiales de su comunidad.

Virginia y sus hijos Douglas y Evelyn
Sabiendo el trabajo que le había tocado para educar a su hijo Douglas, un chamo maravilloso con Síndrome de Down, aprovechó su paciencia, su fe en Dios y su capacidad pedagógica para enseñar a leer, a cantar, acompañar, formar en valores y dar sentido a la vida de tantos, que como Douglas, tienen el distinguido título de ser “especiales”. Llegar a casa de Virginia, era recibir una procesión de abrazos y caras sonrientes de todos aquellos amorosos discípulos, que veían en uno solo amor y cariño.  

Cuando Fundación Impronta nació en 2017 no había sino ganas de hacer cosas por los más vulnerables. No había sede, ni lugar decidido para actuar, ni programas pulidos para impactar. Una propuesta de Virginia y de Evelyn - su hija - para apoyarlos en el Plan Vacacional que realizaba año a año la Fundación Especialmente Amigos fundada por ella y que ese año estaba en pico e’ zamuro por la compleja situación económica, nos dio la posibilidad de realizar, sin planificarlo, nuestro primer programa, ese cálido plan vacacional que luego se convirtió en una tradición y ahora una manera de rendir homenaje a su inspiradora.

Virginia y sus niños en Barrio El Carmen
A raíz de la diabetes, la salud de Virginia fue menguando. Su vista y sus riñones fueron haciendo mella y recientemente un ACV la dejó postrada en cama. Enfermedades crónicas en medio de la situación que padecen los venezolanos en sectores populares suelen ser cruces muy pesadas. No dudo que Virginia puso su fe en Dios y así, sin generar mayores inconvenientes, se apagó como una velita en la medianoche de sábado para domingo.

Hoy la despedimos en medio de una de las manifestaciones más bellas que haya podido presenciar en mi vida. Llegar a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Antímano y ser recibido por todos y cada uno de sus niños y adultos especiales, ver sus caras tristes esperando a su Maestra Virginia para un último adiós, ver a Douglas haciendo su mejor esfuerzo para ayudar a cargar a su mamá, para luego constatar cómo, un lunes por la mañana, la iglesia de Antímano estaba a reventar entre vecinos, familiares y beneficiarios que despedían a Virginia, su ángel guardián. ¡Gracias Virginia, gracias por tanto! 

20 de enero de 2020