viernes, 4 de diciembre de 2015

Carta a mis amigos chavistas

Cuando escribes, generalmente asumes que quien te lee coincide en gran medida con tu línea de pensamiento. Suele uno plasmar la realidad que percibes desde una mirada crítica y personal, tratando de aportar algo positivo desde el lugar en que vives los acontecimientos. Recurrentemente escribo sobre Venezuela, pues la realidad que nos ha tocado vivir – a todos los venezolanos de esta Venezuela de principios del siglo XXI – es compleja y da para reflexionar mucho.

Hago esta introducción pues hoy quisiera dedicar mis líneas justamente a quienes no suelen ser mis lectores. Me encantaría poder llegar al pueblo chavista, aunque me conformo con llegar a algunos cuantos a quienes considero mis amigos e incluso mis colaboradores. Pienso en algunos en particular con quienes he discutido por largas horas sobre nuestro país, siempre en un ambiente cordial y de respeto mutuo; pero a medida que escribo vienen a mi mente muchísimas personas con quienes he compartido a lo largo de los años, provenientes de los más variados lugares y áreas de dedicación; desde médicos, enfermeras, técnicos y personal de seguridad, hasta militares, entrenadores deportivos, líderes de consejos comunales y testigos de mesa oficialistas.

¿Por qué les escribo? Por lo mismo que hemos conversado tantas veces. Por Venezuela, por su presente y por su futuro. Porque a la final la gran mayoría queremos exactamente lo mismo: trabajo, prosperidad, calidad de vida, paz, inclusión, oportunidades. Solo en el camino para llegar a ello nos hemos topado con diferencias y he tratado de entender sus razones para defender al gobierno, así como he tratado de transmitir que la polarización y los problemas que estamos padeciendo son - desde mi punto de vista - producto de políticas públicas erradas y un clima de confrontación que nos desvía de nuestros objetivos comunes.

No es para nadie un secreto que Venezuela no anda bien. De hecho, las críticas más agudas al gobierno actual se las he oído a personas afines al gobierno. A esos que han apoyado una, dos, quince veces esta revolución, pero que no son ajenos a los problemas de escasez, alto costo de la vida, inseguridad y corrupción, por mencionar solo algunos. Y las críticas son más agudas pues además de sufrir, como todos, los inconvenientes propios de esta situación, también viven la desilusión de ver en mal camino el sueño por el que tanto han trabajado.

Los gobiernos, así como todas las instituciones, necesitan renovaciones. Eso es así aquí y en Pekín. Hasta el mejor gobernante del mundo necesita bajarse del pedestal del poder para volver a tocar el piso de la realidad. “El poder tiende a corromper…” decía un célebre historiador católico y eso suele ser más cierto cuando las personas ejercen de manera indefinida ese poder. Para nosotros es aún más cercano el pensamiento de Bolívar expresado en su Discurso de Angostura: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía". El fragmento “el pueblo se acostumbra a obedecerle” es lo que más me ha impactado en el entorno venezolano, pues veo que efectivamente vamos tendiendo a ello. Nos vamos haciendo la vista gorda con irregularidades que impiden el desarrollo de una democracia sana. Temas como la ausencia en la separación de poderes o la confusión entre gobierno y partido suceden ahora cotidianamente y sería triste “acostumbrarnos” a ello.

¿Por qué les escribo? Porque estoy convencido que la alternabilidad es una de las condiciones claves para vivir en democracia. Porque nuevamente estamos frente a un evento electoral y siento que ustedes tienen una responsabilidad inmensa en el futuro de este país.

En algunas conversaciones que he tenido con ustedes me han transmitido que la oposición no los termina de convencer, pero que en estos momentos se vive un desencanto profundo con el gobierno. Así lo corrobora una reciente encuesta emitida por la organización Encuestas Libres: "… es interesante ver que la oposición no ha ganado tanto terreno, sino más bien las personas que no se identifican con ninguno de los dos bandos". (Encuestas Libres: El venezolano sigue esperando a un caudillo) Y no soy quien para forzar ni vender un mejor camino con determinada tendencia, aunque si les expreso claramente que el equilibrio de poderes es necesario para reencaminar el país y por ello la importancia de ustedes como factores críticos y elementos de cambio.

A diferencia de lo que se dice irresponsablemente a la ligera, tanto de un lado como del otro, la inmensa mayoría de los venezolanos - ya sean pro-chavistas o pro-oposición - son gente honesta y trabajadora. Caer en generalidades como que los chavistas son esto y los de oposición son aquello no nos ha hecho sino daño. Aquí hace falta el empresario, el obrero, el comerciante, el que piensa como yo y el que tiene otro punto de vista y lo defiende con argumentos. Si algo he reclamado a este proceso es habernos divido, sembrando en nosotros diferencias que no son tales. Venezuela como país, así como nuestra vinotinto en el fútbol, jamás podrá ganar con la mitad jugando para un lado y la otra mitad para el otro. Y creo que estamos en un momento clave para el encuentro, para jugar juntos. Y al igual que la vinotinto actual, nos tocará mucho esfuerzo para reconstruirla.   

¿Por qué les escribo? Porque el venidero 6 de diciembre hay un nuevo proceso electoral y aunque el resultado - sea cual sea  - no implica un cambio de gobierno ni va a incidir en soluciones a corto plazo de los problemas antes esbozados, si es una oportunidad para buscar un equilibrio de poderes que fortalezca la democracia, para el bien de todos.

¿Por qué les escribo? Porque quiero seguir trabajando por este país, pero siento que mi futuro y el de mis hijos está ahora en sus manos, más que en las mías.


4 de diciembre de 2015

viernes, 30 de octubre de 2015

Pobreza

A nadie le gusta ser pobre. A nadie. Es muy significativo que las Naciones Unidas vuelvan a fijar como primer Objetivo de Desarrollo Sostenible “poner fin a la pobreza, en todas sus formas, en todo el mundo” para el 2030. Es decir, esta debería ser la primera preocupación de todos los que habitamos este planeta.

Afortunadamente no nací pobre, aunque este año, por primera vez en mi vida y guardando las enormes distancias, he percibido lo que significa perder calidad de vida, lo cual me ha hecho reflexionar lo espantoso que debe ser vivir pobre. Salvo unos muy pocos, en Venezuela nos hemos empobrecido todos. Aquello que oíamos de los especialistas cuando hablaban que el sector más pobre usaba casi la totalidad de sus ingresos en comida, ha tocado la puerta de las familias profesionales “clase media”. El tema de que faltan diez días para volver a cobrar y ya se acabó la quincena, es ahora generalizado y cualquier consumo adicional a comida y colegio de los hijos parece ahora un gasto suntuoso.

En el país llevamos algo más de tres lustros oyendo hablar que la riqueza es mala y ser pobre es bueno. Con ese discurso se ha pretendido, con gran efectividad, igualar hacia abajo; justo lo opuesto a lo que propone la ONU para el mundo entero. Ser pobre casi que se ha convertido en un estatus. Estatus que el pobre “utiliza” para acceder a bienes y servicios por su condición, es decir, tiene que sufrir la humillación de decir que es pobre, justamente porque quiere dejar de serlo. Pero el sistema lo obliga a ser eternamente pobre, si quiere seguir subsistiendo. El modelo es perverso y mientras más se pule, más pobre queda el individuo, sobretodo en su dignidad.

Mucha gente afortunada, como yo, de no ser pobre, se refiere a ellos de manera distante y despectiva. Reclamamos al pobre cualquier cantidad de defectos y no somos capaces, con nuestro privilegiado conocimiento, de acercarnos o tratar de comprenderlos. ¿Acaso esta situación que estamos viviendo ayudará para ponernos en el zapato del otro?

Ante la angustia de no poder suplir todas las necesidades de mi familia, percibo el terror que debe sentir quien no tiene como asegurar los tres golpes de comida a la suya. Ante la imposibilidad de cubrir el gasto del seguro del carro - siendo afortunado de tener carro y haberlo asegurado en un pasado – comprendo ahora más de cerca por qué los pobres se aferran más al azar, al horóscopo o a creencias religiosas, pues tengo mi carro full de estampitas de cuanto santo se me ha aparecido en el camino para que me lo proteja. Ser pobre, pobre de verdad debe ser muy jodido y hay que pensarse dos veces la situación antes de emitir un juicio.

Lo contrario a la pobreza es la riqueza. Una palabra casi vetada en Venezuela, casi que da pena nombrarla pues simboliza al individuo rico que lo que posee lo ha hecho a expensas de otros. Pero Venezuela necesita riqueza y no justamente de la que está en el subsuelo. Más bien hemos visto como toda riqueza material es insuficiente si no se aprovecha para enseñar a producir, sino que se abusa de ella como dádiva, manteniendo a los pobres en su estatus de pobres.

La riqueza que produce más riqueza, la riqueza que necesita ahora Venezuela, podría  resumirla y ejemplificarla con otros dos Objetivos de Desarrollo Sostenibles que me parecen clave: educación de calidad - poniendo especial énfasis en la calidad – y trabajo decente, es decir, empleo que garantice a las familias una vida digna y el desarrollo del potencial del ser humano.

A nadie le gusta ser pobre. Tenemos que poner todo nuestro talento y solidaridad efectiva para erradicar la pobreza en Venezuela y al modelo que la acentúa.

jueves, 13 de agosto de 2015

Encuentro con Jesús en Tocorón

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis;  estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.… (Mt 25, 35-36)

La Torre - Centro Penitenciario de Aragua (Tocorón)
Tocorón parece más una ciudad feudal que una cárcel. Un pueblo feudal latinoamericano con prácticas del Medioevo en pleno siglo XXI. Cosas que parecen imposibles, pero que son. Visité Tocorón justamente un día después que saliera un reportaje que mostraba lo que se ha convertido ese centro penitenciario con piscina, parque infantil, zoológico, finca, gallera, discoteca, canchas deportivas. A quienes aún son escépticos, puedo decir que sólo faltó mencionar que está en construcción una manga de coleo. Pero también faltó describir la vida, el rostro humano, de algún preso de la “población”.

Boulevard Tocorón con parque infantil y piscina
(solo para uso de "los cachorros") 
Sin proponérmelo, Jesús se acercó a mí. Yo había ido por la organización del primer torneo de Rugby realizado dentro de un penal, ya que desde hace más de un año la Fundación Santa Teresa y Proyecto Alcatraz se trazaron la meta de acercar este deporte y sus valores a los privados de libertad. “Si yo salgo de aquí, ¿es verdad que en la Hacienda Santa Teresa podrían darme trabajo?” me dijo apenas me abordó. Jesús estaba pensando en su futuro y gracias a Alcatraz y su proyecto dentro de los penales reconoció que en Santa Teresa se cree en segundas oportunidades. Si ya el mercado laboral venezolano está complicado, uno puede imaginar la dificultad adicional que supone para alguien con antecedentes penales, un CV donde su universidad ha sido Tocorón y ninguna experiencia laboral formal.

Luego de su abordaje inicial y mientras sucedían varios juegos de Rugby entre el equipo de la casa y los visitantes, Jesús se quedó a mi lado y estuvimos conversando largo rato. Lleva 8 años preso y tiene entre ceja y ceja salir de allí. Cuando habla de eso mira a la distancia las torres de vigilancia de la guardia nacional apostadas a lo largo del perímetro como esperando vivir algún día sin estar bajo el acecho de algún “verde”.  Cayó al mes de haber cumplido 18 años. “Apenas recién había cumplido la mayoría de edad”, me recuerda lamentándose, pero muy claro que no puede echar el tiempo atrás. Su condena es de 15 años, pero tiene la esperanza de salir pronto de acuerdo a su historial.

Jesús tiene una condición muy especial dentro de la cárcel. Así como uno logra reconocer claramente a los evangélicos pues visten camisa blanca con corbata y se dedican a ciertas labores serviciales, Jesús tiene cierto privilegio al ser “trabajador”. Así lo dice su camisa, mandada a bordar con un letrero más grande al dorso que dice Tokyo - como se le conoce cariñosamente a Tocorón -. Más tarde en el zoológico, lugar que fui a recorrer junto a él, vi que había otros trabajadores con camisas similares pero distinto color identificando el lugar donde se desempeñan. ¿Cómo lograste este trabajo? pregunté, y me respondió algo así como “echando el agua”. Al no entender muy bien, me dijo que allí en la cárcel hay un lenguaje propio: “aquí no puedes decir huevo, sino postura; a la mantequilla la llamamos quilla o mantecosa, y pare usted de contar”. “Echar el agua”, continuó diciendo, es algo así como “hacer portón”, término que utilizan los obreros que se apuestan al portón de una obra o fábrica en busca de empleo. Así que por mucho tiempo estuvo portándose bien y haciéndose notar para obtener ese trabajo.

Viviendas en Tocorón
Hoy comparte con sus compañeros un cuarto que está en la parte de atrás del duguot del campo de softball, donde duermen, cocinan y lavan todos los días la única camisa con que salen a trabajar cada jornada. Comparado con “la torre” y todos los ranchos de madera donde vive casi la totalidad de la población, ese cuarto es un lujo.

Cuando la confianza y la conversa me dieron la oportunidad me atreví a hacer la pregunta de las veinte mil lochas: Jesús, ¿qué hiciste para estar aquí? Además de la respuesta, me sorprendió la tranquilidad y sobretodo lo rápido que me respondió: “Asesinato, maté a un policía”. Es difícil mantener la cara sin mostrar asombro y seguir la conversación como si se tratara de cualquier otra cosa. El siguió más bien con ganas en contarme su historia: “Ese carajo me la tenía agarrada. Donde me veía me amenazaba, me señalaba, me decía que me iba a joder. Sí! yo robaba; de algo tenía que vivir ¿no? Un día el tipo me interceptó y teniéndome en el suelo me apuntó con su Glock. Disparó pero el arma se le trancó. La próxima vez era él o era yo”. Tenía 18 recién cumplidos y su mayoría de edad la ha celebrado año tras año en esa cárcel.

¿Cuál ha sido el peor momento que has vivido en la cárcel? Llegué a pensar que podría haber sido cuando llegó. Ese momento debe dar muchísimo miedo, inclusive para un homicida. Pero no, esa llegada fue un paseo en comparación con “la guerra”, hecho acontecido en 2010 donde un grupo de prisioneros decidieron arrebatar el control de la cárcel a los líderes del momento. Fueron días de plomo parejo para poder tomar la torre. Cuando le pregunté por el número de muertos solo me respondía “a morir, a morir” indicando tanto lo incontable como no querer recordar mucho esos hechos. A fin de cuentas, cada día no sabía si sobreviviría. Aún hoy en la fachada de la torre se ve la cantidad de plomo descargado que entiendo no se ha querido restaurar para recordar tal hazaña. Desde esa fecha ahora “hay un solo carro”. Quien lleva las riendas de una cárcel se le suele decir que “lleva el carro” y al estar claramente identificado el liderazgo del pran, hay cierto clima de paz en la cárcel. Aunque suene extraño, los presos de Tocorón prefieren las cosas así. “Si uno camina recto, no tiene por qué pasarte nada y más bien aquí tenemos la oportunidad de estar todos los días al aire libre, a diferencia de otros penales manejados por el gobierno”.

Su madre es la única persona que lo visita. Le lleva comida “seca” que él mismo cocina. De su papá no sabe desde que lo agarraron. Nunca lo visitó y la conversa se torna agria con el recuerdo. “Si estando aquí no recapacitas, ¿de qué vale?” me dice como queriendo ser otra persona cuando logre salir, aunque me confiesa el susto que da enfrentarse al mundo. Aprovecho y le cuento de Humberto Prado, director del observatorio de prisiones, a quien conocí hace poco y quedé maravillado con su historia de vida, superación, trabajo y estudio justo después de salir de la cárcel. Su testimonio da esperanza y así se lo quise transmitir. Y así sigo pensando qué puedo decirle que le sea útil a ese joven de 26 años que se me acercó buscando compañía por lo menos un ratico de su vida. No estoy para juzgar, sino aprovechar la bendición de haber entrado allí a acompañar, conocer y como siempre, recordar cuan privilegiado soy.


PD: Justo cuando empezaba a redactar este post se publicó este artículo del P. Alejandro Moreno sobre la vida de Don Bosco y su cercanía a los presos y jóvenes delincuentes. Más oportuno, imposible. Prevenir por Alejandro Moreno

domingo, 24 de mayo de 2015

Carta abierta a Ander De Tejada

Estimado Ander:

No nos conocemos, sin embargo esta semana he leído la columna Miradas del domingo pasado en Ciudad CCS que titulaste “La educación privada y su pertinencia” http://www.ciudadccs.info/2015/05/17/epalemiradas-6/ y como ucabista, trabajador abocado a lo social, pero sobretodo como venezolano que apuesta al encuentro, me tomo el atrevimiento de escribirte estas líneas como réplica, quizás sin tener la tribuna comunicacional que tú tienes, pero al menos esperando que lleguen a ti.

Sinceramente creo que el relato de tu visita a la UCAB lo tenías pre-elaborado antes de hacer las peripecias que nos cuentas. Te hizo falta ir hasta la universidad solo para darle un matiz anecdótico a tu historia. Si como reportero, periodista o simple curioso hubieses buscado mayor objetividad para nutrir tu columna te hubieses dado cuenta de otra realidad y hallazgos maravillosos que lamentablemente no mencionas. Siento además, que en los duros momentos que vive nuestra Venezuela, tu pluma en nada ayuda a superar los graves problemas que tenemos, sino que alimenta – además de forma poco sensata – la división y la polarización.

Me duele tu columna pues conociendo y habiendo trabajado por más de 16 años en los programas de extensión social de la UCAB tengo que decirte que obviaste una realidad inmensa que tenías enfrente y te ha podido invitar a sumar, más que a dividir. Tu relato comienza hablando del vigilante de la universidad que no te dejó entrar, a ese que calificas como “dios-señor-rey parado en el portal” ¿Sabes que la gran mayoría de esos dioses-señores-reyes son gente de Antímano? Reclamas a estudiantes hablar despectivamente de la gente, pero ¿tú comienzas tu artículo haciendo lo mismo? ¿Sabes que entre los vigilantes de la UCAB hay muchos de tendencia oficialista pero con años de servicio en esa casa de estudio? Esto sin mencionar que lamentablemente todas las medidas de seguridad que se aplican ahora en cualquier lugar, son producto de la galopante inseguridad en la cual estamos inmersos TODOS los venezolanos. ¿De quién es esa responsabilidad? Valdría la pena un buen artículo. O por otro lado, con el mismo pretexto que usaste para entrar a La Católica – vale la pena destacar que efectivamente entraste - ¿has tratado de entrar en el Hospital Cardiológico Infantil? Échale pichón, usa la misma técnica y luego me cuentas.      

Foto cortesía de Ciudad CCS
Apreciado Ander. Una de las cosas que más me llamó la atención de tu artículo fue que publicaron una extraordinaria foto del Centro de Salud Santa Inés UCAB con la Parroquia Antímano de fondo y ni siquiera lo mencionaste. Esta obra, enmarcada en un gran proyecto llamado Parque Social Padre Manuel Aguirre SJ, se creó para brindarle servicios a la comunidad y servir de puente entre la academia y la sabiduría popular. ¿Sabías que el Parque Social se construyó e inauguró antes de que Chávez llegara al poder? ¿Sabías que la convicción de la UCAB por ajustar su pensum a la realidad del país es previa a esta revolución?

Me hubiese encantado que entraras al Parque Social y visitaras tanto el Centro de Salud Santa Inés UCAB como el resto de las unidades que conforman este complejo. Aun siendo parte del campus de la universidad, es un espacio abierto al público, así que eres totalmente bienvenido. Yo, por ese sueño de seguir trabajando por este país quise ampliar mis horizontes y ahora me dedico a trabajar en zonas populares del Estado Aragua, pero cuando quieras te acompaño a una visita a este Parque Social. Sus visitantes y usuarios son fundamentalmente de las parroquias Antímano, La Vega, Caricuao y Macarao, aunque ahora llega gente de todo el país. Allí hay asesoría jurídica gratuita para la gente y se hace con estudiantes de la UCAB. ¿Sabías que del SENIAT refieren a la gente más humilde allí? Prestamos también apoyo psicológico, pedagógico, asesoría económica, voluntariado en distintas áreas, todo enlazando un equipo profesional abocado a ello con estudiantes de la universidad. Y no es para “contaminar a los chamos del barrio con filosofías liberales” como mencionas, no mi pana, es para apoyar a la gente a resolver sus problemas y además, enseñar a los estudiantes ucabistas la realidad de este país.


El Parque Social UCAB visto desde la pasarela que lo
comunica con la UCAB
Del Centro de Salud Santa Inés UCAB podría encadenarme escribiendo páginas y páginas, pues tuve la fortuna de ser su director administrativo y luego director general desde que se fundó en 1999 hasta hace muy poco. Nuestras memorias y cuentas están a la luz pública pero te doy algunos datos. Sin ningún apoyo del Estado cada año prestamos más de 115.000 servicios médicos de distinta índoles, desde 28 especialidades médicas hasta servicios complejos como tomografía, mamografía, rayos X, laboratorio. Nuestros datos te pueden hablar que los primeros beneficiarios son esos que tú dices que “no nos quieren”. Pues año a año, un 33% de nuestros pacientes son de Antímano. Luego sigue La Vega 20% y Caricuao 16%. Más bien la sorpresa es la cantidad de gente humilde que nos llega de lugares como Güiria, Carúpano, San Félix, La Guajira por solo comentarte con quienes yo he hablado personalmente, no “lo que me contaron”.

¿Sabes que el CSSI UCAB cuenta con un tomógrafo nuevecito? Lamentablemente no encontramos recursos para financiarlo con apoyo del gobierno. Ha sido la empresa privada, esa de la que hablas con tanto desprecio, la que permitió su adquisición ¿Sabes de donde es la mayoría de los pacientes que usan nuestro tomógrafo? Son niños con cáncer referidos del Hospital de Niños JM de los Ríos y cuyo financiamiento lo asume otra fundación privada sin fines de lucro abocada a tal enfermedad. Fíjate mi pana, te estoy hablando de por lo menos 3 instituciones privadas – la que financia el equipo, la que hace los estudios y la que paga parte del costo (porque cuesta y mucho) – que no perciben utilidad alguna y que no hacen sino aliviarle parte de la carga al Estado. Ander, hasta echar una mano en estos momentos se nos ha puesto cuesta arriba y tú te mandas ese artículo cargado de malas intenciones cuando esta vaina la echaremos pa´lante es entre todos. Si, este país nos exige que tú y yo nos entendamos y que haya cabida para universidades públicas y privadas, inversión pública y privada, así como también espacios para aquellos que trabajamos desde las instituciones que no aspiran a lucro sino al bienestar de la colectividad.

A ver, en CSSI también tenemos un servicio diferenciado para adolescentes que busca prevenir el embarazo. Aparte de la Maternidad Concepción Palacios, es el único servicio de esta naturaleza en el oeste de la ciudad. Y esto lo hace una universidad que ni siquiera tiene facultad de medicina. ¿Y sabes? este servicio cuesta, nos cuesta mucho, pero por asesoría de órganos como el Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas UNPFA nos enfocamos en hacerlo gratuito para el destinatario, pues es una barrera importante en este caso. Ahora bien, gratuito no es que no cuesta, es que debemos buscar financiamiento para hacerlo. Hace un par de años presentamos un proyecto de financiamiento al BID, pero se quedó engavetado en el despacho del Ministro de Planificación esperando el aval del gobierno nacional. Nuevamente, sumando de a poquito entre conocidos, entre empresas privadas y a través de una campaña llamada Amigo Solidario hemos podido mantener el programa con unos niveles de éxito increíbles. Por cierto, tú también puedes ser un Amigo Solidario, es una campaña que busca la suma de mucha gente que tiene la oportunidad de dar un poquito para costear estudios de otros que tienen menos. Esto probablemente es más cercano a ese socialismo que predican, realizado de manera callada sin la exposición publicitaria en vallas que solo queda en palabras. Esto es en serio y basta con hablar con alguno de nuestros pacientes para darte cuenta.

Mira, en el Centro de Salud Santa Inés y en la UCAB efectivamente cobramos. Si mi pana, aquí no hay subsidios, pero al vigilante de la entrada, ya sea de Antímano o Caricuao, oficialista o no, hay que pagarle cada quincena, al igual que a profesores, médicos, enfermeras, recepcionistas, etc. El mantenimiento del tomógrafo y los insumos médicos cuestan una fortuna, si los encontramos. Todo cuesta, solo que en algunos casos se notan esos costos reflejados en una matrícula y en otros, nadie muestra cuánto cuesta. Sería extraordinario saber cuánto le cuesta al Estado un estudiante en la Universidad Bolivariana. Sería un buen reportaje para Ciudad CCS. Hace muchos años, desde la UCAB se hicieron algunos ejercicios comparativos y en las universidades públicas el costo era varias - pero varias veces - mayor que en la UCAB. ¿Sabías además, que un chucuto subsidio que se daba para becas a estudiantes menos favorecidos económicamente, este gobierno lo eliminó? Y todo esto sin contar que lo que verdaderamente está “desangrando a la gente” (usando tus palabras) es la desbocada inflación que el gobierno no ha podido frenar. Lejos de eliminar la empresa privada o pensar en expropiar la UCAB, lo que necesita el gobierno es que existan muchas más empresas y muchas más universidades que le ayuden a sofocar esta crisis en que estamos metidos.

Mensajes en la entrada a Parque Social.
Mayo 2014
 
Esto se está haciendo largo y tengo tanto por decirte Ander. En tu artículo también mencionaste lo que ocurrió en mayo pasado casi a las puertas de la UCAB. A mí no me lo contaron, yo estuve allí. Aquí no hay esa división de Antímano y la UCAB que tú quieres dibujar. Ese día, 5 pelagatos fueron los que se acercaron al puente que accede a la UCAB y déjame decirte que si eran violentos. Unos poquitos mi estimado, pero los tiros hacen tal ruido que le da culillo a toda una población. Ellos no representan Antímano, pero frente a mí – pues desde el Parque Social lo vimos todo – un tipo desenfundó su arma y la vació hacia la cerca donde estudiantes estaban agolpados. Y no había cauchos quemados, ni pacientes en el Cardiológico asfixiados como te contaron, pues nosotros también representamos un centro de salud y no hubo ese inconveniente. Lo más triste ese día no fue lo que ocurrió afuera, sino percibir en tu propia institución la polarización cuando uno de nuestros empleados pro oficialista gritó a favor de la violencia. Fue muy triste mi pana, ver tanta ira reflejada. ¿Pero sabes? Ese señor sigue allí trabajando y recién ayer vi que le hicieron una entrevista en el blog de la institución. ¿Eso acaso no es tolerancia? ¿No crees que es una demostración del camino que estamos dispuestos a seguir los que queremos la paz? 

La relación entre la UCAB y Antímano es de plena hermandad. ¿De donde crees que son nuestros trabajadores? ¿De dónde nuestros pacientes y beneficiarios? En tu columna dices: “La comunidad de Antímano expresó que no quiere a la UCAB dentro de su espacio” ¿Quién lo dijo? Una aseveración sin base sólida no solo hace un gran daño sino que te resta credibilidad. Te puedo mencionar que el año pasado se llevó a cabo un estudio en las 5 parroquias circunvecinas a la UCAB (Antímano, La Vega, Caricuao, Macarao y El Paraíso del municipio Libertador) que suman más de 600.000 habitantes. Una investigación de verdad con todos los requerimientos para arrojar datos fidedignos, de hecho, el trabajo de campo fue contratado afuera para no hacerlo con miembros de la propia UCAB. Los resultados son totalmente diferentes a lo que mencionas. Un dato increíble es que más de un tercio de los vecinos de estas parroquias (de estratos C-, D y E) conocen o son usuarios permanentes del Parque Social P. Manuel Aguirre. Ese número es mayor a la penetración de las misiones en el mismo sector. Y no tenemos el aparataje ni la logística gubernamental para sus programas. Y si hablamos de la calidad con que somos percibidos, el dato es mucho más alentador. En pocas palabras, a la final somos mucho más aliados de lo que piensas, imagínate si fuésemos cercanos en visión y trabajo conjunto.

El Parque Social de la UCAB cuando arribó a sus 15 años
sirviendo de puente entre universidad y comunidad.
Caricatura cortesía de Meollo Criollo
Bueno mi hermano, te reitero mi invitación al Parque Social UCAB, así como al trabajo que actualmente estoy desarrollando con la Fundación Santa Teresa en el municipio Revenga del estado Aragua, donde afortunadamente hemos logrado coincidir lo que llamamos el PPP (Público, Privado y Pueblo), es decir, es una vitrina que demuestra que el trabajo conjunto da resultados. Si nos llegamos a encontrar debo advertirte que probablemente tenga la “pinta de catire inofensivo” que describes en tu artículo, pero mi cédula de identidad y mi pasaporte solo dice venezolano. Sí, mi pana, eso es lo rico de ser de este país. Recuerdo que en el colegio nos hablaban de cómo se forjó nuestra historia, de cómo el mestizaje se convirtió en el elemento característico de nuestra venezolanidad, de cómo Venezuela ha sido siempre un país de puertas abiertas a diferentes culturas y países. Jamás tendría por ti ningún prejuicio por tu nombre eminentemente vasco, como el de tantos jesuitas que dejaron sus tierras para apoyar la educación pública - recuerda que Fe y Alegría nació en la UCAB - y privada, en un país remoto.

Aquí, mi estimado Ander, todos somos pertinentes.

Un abrazo!   

Bernardo Guinand Ayala
bguinand@gmail.com

24 de mayo de 2015

sábado, 16 de mayo de 2015

Te quiero

Agarro las llaves del carro para salir y veo a Bernardo Andrés echado viendo televisión. En automático le digo: “Nando ¡te quiero!”. Le comento que voy al autolavado, ya que hay poca agua para lavar el carro en la casa y le digo nuevamente pero ahora más consciente: “¿Sabes que eres lo que más quiero en el mundo?”. Responde casi sin dejar de ver su programa: “Si Pa, sé que a mí y a Ale es lo que más quieres en el mundo”.

Es sábado y Nando había tenido juego de fútbol en la mañana. No había sido su mejor juego pero tampoco estuvo mal. Otra vez les tocó jugar con niños mayores que ellos y el peso de un año en pleno crecimiento es determinante. Otra derrota que manejar para sacar provecho en su desarrollo. Casualmente, justo antes de salir al autolavado leía “Terapia para el emperador”, un libro de Manuel Llorens, psicólogo con quien compartí muchos años de trabajo en el Parque Social UCAB y quien ha tenido un rol clave como psicólogo de la vinotinto tanto de la selección de mayores como de las fases de formación. Leyendo sus lecciones pensaba en todas las cosas que le he dicho a mi hijo luego de cada juego, procurando no ser uno de esos papás eufóricos, sino tratar de aprovechar las bondades del deporte para ayudarlo a crecer, a vencer sus miedos, a tener más confianza en sí mismo. Ver a mi hijo jugar me ha demostrado una vez más que cada ser es único, que a pesar de las similitudes que veo conmigo en algunas cosas, su manera de jugar y sobretodo de pensar, es propia y característica. Allí he intentado reforzar lo bueno y tratar de transmitirle las áreas a mejorar.

En fin, el día de fútbol con sus altas y bajas y las enseñanzas que trato de transmitir así como aquellas que sencillamente no le interesan, solo me acrecientan un sentimiento: no hay nada más apasionante que ser papá y no hay amor más profundo que el que se siente por un hijo.

Algo parecido me pasó con Alexandra más tarde. Cuando ella se me acercó, yo acababa de leer un párrafo del libro de Manuel que dice: “Un estudio encontró que más de la mitad de una muestra de niños de ocho y nueve años afirmaban que no participaban en actividades deportivas por miedo a tener un mal desempeño o por miedo a no quedar en el equipo final”  Se lo leí a ver su reacción e inmediatamente me sonrió de manera cómplice. Ale está en el equipo de kickingball de su colegio pero le tiene pánico a los juegos por el riesgo de que se le caiga una pelota. Ha sido un tema que hemos venido trabajando para reforzar su confianza y vuelvo a pensar como papá: no importa cuánto falles, tienes  que aventurarte, tienes que tener confianza en ti misma, tienes que aprender de las caídas, pero siempre, siempre, siempre te querré.

Este sencillo post nació de la necesidad de expresar eso que a veces tanto escuchamos como recomendación para aplicar a la vida diaria. No dejar para mañana decir un ¡te quiero! a la gente que te importa - sin sonar a gurú motivacional ni a predicador de tv de medianoche -. Cada uno de nosotros tiene que asumir cada día un sinfín de actividades, trabajo, tráfico, expectativas, etc. que nos copa en tiempo y disposición, pero fundamentalmente tenemos que enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestra personalidad, nuestro carácter. Eso a veces nos bloquea y no nos permite saborear lo sabroso de las cosas sencillas.

Sé que con mis hijos me tocará crecer como papá, que habrá momentos de alegrías y también procesos difíciles. Cada uno es un ser irrepetible con su característica personalidad y sus talentos. Lo único que les puedo garantizar es ese “te quiero” y especialmente para ellos con esa certeza de ser “lo que más quiero en el mundo”. Pero por otro lado hay muchísimas más personas que quiero, a algunas más fáciles de decirlo y trasmitirlo que a otras, pero que a medida que escribo van surgiendo nombres, rostros, recuerdos. Y por esas cosas de la vida, a veces a quienes más quieres es con quien también más pleitos tienes, producto de esa misma confianza, producto de que el querer es recíproco.

A quien me quiere, puede tener la certeza que estas líneas van directo a ellos. Y a mis hijos - este blog, este post, este pequeño esfuerzo por dejar algunas cosas escritas que probablemente en algunos años les interese leer - les queda la certeza, para siempre, que son lo que más quiero en el mundo. 

domingo, 3 de mayo de 2015

Un maratón no se corre solo

Medalla CAF 2015 42K
Esta historia comienza muchos años atrás, cuando en algún momento de mi infancia - como millones de niños - pensé que algún día correría un maratón. Sin embargo me dediqué a los deportes de equipo y aunque siempre me fascinó la velocidad, fue bien adulto que me calcé los zapatos para salir a correr.

La onda de los 10K nos puso a muchos el reto más alcanzable y hace varios años decidí por fin aventurarme a correr una carrera cuando la "Nike 10K" era de las pocas que se organizaban, previo al boom del circuito Gatorade. Luego, como es natural, comencé el reto de ir bajando tiempos y buscar nuevas distancias.

Más adelante, gracias al empuje de Guillo Hernández, me inscribí en los 21K del Maratón CAF 2013 justo el último día de las inscripciones, con el susto de saltar a una media maratón. La experiencia fue increíble y se me metió la espinita de aventurarme a dar el salto completo.     

Durante 20 semanas me preparé, entre madrugonazos en el Parque del Este y los "largos" tempraneros de cada domingo para saltar al ruedo en febrero de 2014; pero justo una semana antes de la carrera, de manera sensata la CAF suspendía el maratón pues en Caracas reinaba el caos. La CAF reorientó para 2015 mudando además la fecha para abril, con la idea de no tener las celebraciones del mes de diciembre en el culmen del entrenamiento. A la postre no sabríamos que sería peor, si entrenar en diciembre o correr con el calor de abril. 

Con Jose recogiendo nuestros números
Mientras pasaba el tiempo, Maickel Melamed iba corriendo los maratones más representativos del mundo, inspirando a venezolanos y extranjeros. Su célebre frase: "si lo sueñas, haz que pase" se me clavaba en la mente cuando sentía que 42K eran imposibles. Seguí entrenando y logré motivar a mi hermano y partner José Antonio para acompañarnos mutuamente y disciplinarnos cada semana. Nos acostumbramos al casi diario mensaje de WhatsApp de las 4:45am: Ahhhh levantarse!!!!  

En fin, el pasado domingo 26 de abril – y a pesar de una virosis estomacal entre jueves y sábado - llegó nuevamente la oportunidad. Si algo aprendí es que muchas carreras las puedes hacer tú, pero un maratón no se corre solo

Con este post recojo mis vivencias y anécdotas de esta experiencia. Con estas líneas pretendo afirmar – como Maickel y muchos otros - que si lo sueñas, sencillamente haz que suceda.

Lo primero a destacar es la enorme emoción de correr en tu ciudad. Alfonso Porras, amigo y experimentado maratonista me decía: “Claro, correr los grandes maratones es fantástico, pero correr en tu ciudad es un privilegio que no tiene precio”. Más en estos momentos que al nombrar Caracas pensamos en hostilidad, tráfico, división política y violencia. Ese día fue distinto, ese día se respiró ciudadanía: las calles fueron para corredores, las aceras repletas de gente para la cordialidad y los únicos colores: el tricolor nacional. Tomar Caracas y recorrer “a pie” sus calles y lugares simbólicos es algo indescriptible, hasta con un saborcito de papelón con limón bien frío que avanzada la carrera algún caraqueño me ofreció.


Kit CAF 2015
Por otro lado, la organización y logística del Banco de Desarrollo de América Latina – CAF – ha sido sin duda el aspecto más reconocido de este evento. Desde la sonrisa y ánimo de todo voluntario – evidentemente entrenados y motivados - en cada labor que les tocó desempeñar, pasando por la extraordinaria hidratación (agua cada 2K que más que para beber se convirtió en placenteros baños de agua fría para bajar la temperatura del cuerpo y atenuar los músculos engarrotados; Gatorade cada ciertos kilómetros, gel energético y bocadillos de guayaba). Todo acompañado de buena señalización, seguridad, voces de ánimo y largas colas de voluntarios que impedían la aglomeración en los puntos de hidratación. En fin, la CAF demostró que el maratón de Caracas es de categoría mundial y nada tiene que envidiarle en organización a los más nombrados del planeta.

Mi carrera fue toda una odisea con sus picos altos y bajos, con sus emociones y sus desánimos propios de quien se aventura por primera vez a correr esta distancia y se estrena en una ruta dura como Caracas justo en medio de una oleada de calor.

Puntualmente dieron la largada a los atletas con discapacidad, para luego, a las 6.00 am en punto, la cuenta regresiva nos decía que era hora. Salí junto a mi primo Gonzalo Guinand, que aunque nunca habíamos corrido juntos, sabíamos que corremos a ritmos similares. La estrategia era la misma que tanto nos habían recomendado: salir suave y conservar las energías la primera mitad. Sin embargo, no llevábamos un kilómetro cuando ya estábamos entusiasmados corriendo junto al grupo que rodeaba la bomba del pacer que ofrecía hacer el maratón en 4 horas exactas. Ya en El Silencio le decía a Gonzalo que íbamos como rápido, pero me sentía tan a gusto entre los otros maratonistas que apostaban por hacer 3:59:59 que seguí la primera mitad entre los gritos de ese animado grupo.

Los primeros 21K son geniales, tanto por lo fresco de las primeras horas como por las zonas de Caracas que se transitan (Av. Bolívar, El Silencio, Av. San Martín, La India, Roca Tarpeya, Av. Victoria). Llegar a Los Ilustres y Los Próceres full de gente, ver las primeras caras conocidas gritando tu nombre, sentir que llevas casi la mitad pero te sientes bien. Sin embargo, aún temprano, en el kilómetro 22 fue que me di cuenta que la mañana estaba caliente y empecé a descender un pelo el ritmo viendo como la bomba del pacer se empezaba a alejar. En ese mismo kilómetro, la parte posterior del muslo izquierdo me tiró un primer templón. Aún estaba a muchos kilómetros de la famosa “pared” y por primera vez un músculo me estaba echando broma. Luego fue la pierna derecha y así descendiendo al resto de los músculos de ambas piernas. En pocos kilómetros mis piernas eran como una tabla y faltaban cerca de 20k por recorrer.

Honestamente, a diferencia de lo que me había preparado mentalmente, mi verdadero maratón estuvo entre el kilómetro 22 y 25. La cabeza me hizo estragos: era imposible terminar el maratón “engarrotado” desde tan temprano. Empecé a descender el ritmo sin dejar de pensar que había fracasado y que había esperado tanto para ni siquiera llegar al kilómetro 30. Pero mi mayor preocupación estaba en cómo le iba a avisar a mis hijos que me estarían esperando en el kilómetro 34-35 y cómo explicarles que no siempre se llega a la meta. No sé cómo transité esos tres kilómetros, pero opté por hidratarme muy bien y tomarme otro gel que me dio un segundo aire y me catapultó hasta el kilómetro 31 cuando tuve que parar por el dolor en las piernas. Cabizbajo y desesperanzado veía que se acercaba además la parte más dura, la subida entre la Río de Janeiro y la Av. Francisco de Miranda. Fue en ese momento que un ciclista desconocido que iba en la vía de al lado - sin entorpecer el maratón - me empezó a gritar: “Epa tú, 625, ¿te vas a quedar parado luego de llegar hasta aquí? ¿Cuánto te faltan, unos 11k? Dale pues”. Al intentar justificarle mi dolor, el pana anónimo siguió insistiendo: “No me muevo de tu lado hasta que no sigas corriendo” Y así fue, empecé a correr de nuevo en la subida con el ciclista alentándome. Me olvidé de marcas, de tiempos, salvo de una: quería llegar a la meta así fuera gateando. Era mi primer maratón y siempre mi primer reto había sido completar la distancia.

Mensaje de Ale
Al ciclista lo vi algo más adelante y seguía pendiente de mí. A duras penas alcancé la Francisco de Miranda pero ya los tiempos no me importaban sino alcanzar agua para bajarme la temperatura, ir sumando metros y poder llegar a donde debían estar mis hijitos. Durante el trayecto nunca dejé de ver mis dos brazos. En el derecho, Alexandra (mi hija de 10 años) me había escrito: “No te rindas Papi”; en el izquierdo, Nando (mi hijo de 8) fue más competitivo: “Que ganes Pa”. El reto y compromiso había trascendido a ser solo conmigo mismo. Finalmente llegué al elevado de Los Ruices y justo al bajar los vi esperándome con pancartas. Sentí mucha emoción por un lado al verlos allí, pero algo de vergüenza por llegar bastante peor de lo que estimaba. Había alcanzado otra meta, pero esa me llevaba a la siguiente. A mi alrededor, todos mis compañeros trotadores se agarraban los muslos y vi a muchos atletas acostados en la acera con sus respectivos calambres. Así sería el panorama que mi esposa al verme me preguntó si quería que me acompañara. Creo que nunca se imaginó que mi respuesta sería afirmativa. Afortunadamente, Carolina - mi comadre - había ido con ella y se pudo quedar con los chamos, así que sin prepararse Mimina se embarcó en los últimos casi 8k para empujarme a la meta.
Llegando a ver a mis chamos. Se nota
que no era el único agotado. 

Negociamos cada paso, cada cuadra para no decaer. Nos pusimos metas cortas: hasta la esquina, hasta el semáforo, pasar los grupos de gente sin parar. En Plaza Altamira encontré a la esposa de mi mejor amigo de infancia y me dio un cooler de agua gélida. Al despedirse recuerdo haberle escuchado: “solo 5 más, solo 5”.

Físicamente – salvo las piernas - me sentía bien y faltando 3k quise trotar más rápido pero la batata izquierda se engarrotó de una manera que tuve que parar en seco y casi pensar que hasta ahí llegaba. El músculo no solo estaba tieso sino que se había dividido en dos. Unos 50 metros de destemplada y piano piano arrancamos de nuevo. En el 40 tenía ganas de salir a correr y ahora más bien mi esposa me decía que no tan rápido. Cuando vi La Previsora sabía que era cuestión de tiempo, y justo antes de meternos debajo de la fuente de Plaza Venezuela apareció mi eterno compañero – mi hermano Jose que había culminado sus 21K – a completar el último kilómetro a mi lado. Un esfuerzo más en la última subida y luego tener que controlar las ganas de correr más rápido cuando todo el mundo coreaba: “vas llegando, vas llegando”. Reconocí la voz de la Tati Rojas gritando: “Vamos Bernie, dale, fino”. Ella había completado sus primeros 21K y luego supe que el hecho de yo correr 42 le habían servido a ella para alcanzar su meta. Así que esto de la motivación es como una cadena.

Misión cumplida!
Con Mimina luego del maratón













Unos pasos más y listo. Ninguna marca récord, muy lejos de mis expectativas iniciales, pero acababa de completar mi primer maratón cuando en el kilómetro 22 lo sentía imposible. Era cuestión de adaptar la meta a lo que me parecía más importante: llegar.

Mi otra medalla que vale oro
Después de correrlo me enteré de lo sobrehumano del clima y que todo el mundo subió sus tiempos. “Mal de muchos, consuelo de tontos” dice el refrán popular. Llegué a mi casa y puse un check en mi propio “Bucket List” que decía: Correr un maratón. Ese día dije no más, misión cumplida… pero debo reconocer que ya hoy - una semana después - estoy pensándolo de nuevo. Tal vez si salgo más lento, tal vez si el clima no es tan terrible, tal vez si busco otra experiencia.

Quien sabe, lo que si tengo claro es que cuando vuelva a salir a patear el asfalto recordaré que un maratón no lo corre uno solo, sino una ciudad entera y que un montón de gente – los que he nombrado y muchos otros que no – me hicieron cruzar la meta.

Esperamos que la CAF nunca se vaya de Caracas. Gracias CAF, gracias Caracas!

jueves, 26 de marzo de 2015

Gerencia de pasillo

Si hoy alguien me preguntara qué estrategia gerencial me ha sido útil en mi vida, sin dudarlo diría: Gerencia de Pasillo.

En 1999, cuando trabajábamos en el modelo organizacional para el Centro de Salud Santa Inés UCAB meses antes de su apertura al público, María Matilde Zubillaga me invitó a que la acompañara en esa filosofía que ella denominó gerencia de pasillo y que no era otra cosa sino estar presente.

La propuesta no me parecía para nada ajena, pues el otro mentor del proyecto, el P. Luis Azagra SJ, aplicaba algo parecido en los pasillos y oficinas de la UCAB que tuve el gusto de constatar y apreciar mientras trabajaba en la administración de la universidad, siendo aún estudiante. De hecho, esa práctica de Azagra permitió conocernos y de allí que me propusiera trabajo años más tarde. En fin, esta estrategia le daba a Azagra la oportunidad de conocer a la gente y ser cercano.

Durante mis años en Santa Inés, la gerencia de pasillo ha tenido diversas fases y motivaciones. Aunque en esencia siempre ha sido lo mismo: “estar allí”, cada período ha tenido un enfoque y un gusto diferente.



En los inicios de la institución el foco estuvo fundamentalmente en nuestro personal. La esencia, según rezaba el modelo que compartía María Matilde, estaba en dar los buenos días a nuestra gente. Fundamentalmente eso, dar los buenos días. Tan sencillo y a la vez tan potente cuando se hace día tras día. No se puede dudar que en esos primeros años esta iniciativa tuviese un acentuado efecto de supervisión. Aunque el foco no estaba en controlar, esa presencia cotidiana ejercía un mecanismo supervisor automático, pero no de una manera punitiva, sino más bien de modelaje. Estar presente, saludar, enterarse de las anécdotas, los chismes. Es decir, estar encima de la obra pero a través del acompañamiento.

Esos primeros años, el equipo gerencial se fajó realmente en dar el ejemplo. Llegar a primera hora a “abrir el centro” se convirtió en un patrón y los buenos días como modelo fue penetrando en la filosofía, dando una altísima legitimidad a quienes lo practicábamos.   
El segundo gran período de mi experiencia en gerencia de pasillo fue como subir un gran escalón. Las dudas sobre si lo que se hacía inicialmente era pura supervisión, se fueron disipando a tal punto, que entonces nuestros empleados empezaban a reclamar cariñosamente si algún día no pasaba a saludarlos. El efecto de la constancia de los primeros años cobraba buenos dividendos.

En este período, el énfasis consistió no solo en dar los buenos días, sino que se empezaron a resolver diversos asuntos gerenciales en los puestos de trabajo. Nuestro equipo humano de alguna manera se acostumbró a que la gerencia estaba al alcance todos los días y con tener un bolígrafo y un papelito en el bolsillo bastaba para anotar las diversas cosas que iban sucediendo y necesitaban solución: el equipo que le falta mantenimiento, los nuevos procedimientos que se pueden aplicar en determinada área, los técnicos que desean que se revise su bono de productividad y así miles de cosas más que luego iba derivando a quien corresponde dar solución.

El tercer período ha sido uno de los descubrimientos más fascinantes y consistió en tomar conciencia del gusto del servicio. Ha sido un período muy enriquecedor y orientado fundamentalmente a los pacientes. Aunque desde el inicio incluimos a nuestros pacientes en el saludo de todos los días, algo así como en el noveno año en que ya venía haciendo los recorridos de pasillo empecé a percatarme del impacto que tenía esa visita en las personas a quienes servimos. Empecé a escuchar rumores en la cola de caja de gente que decía “por eso es que esto funciona bien”, “eso se hace todos los días”, etc. Y también me empecé a dar cuenta que cuando iba caminando aún lejos de algunos pacientes, se iban acomodando cuando me veían pasar para devolverme el saludo. Sobretodo las “doñitas” ponían su mejor sonrisa al verme pasar y me dejaban saber que no era la primera vez que les brindaba un saludo.

Ese año me impactó mucho un señor a quien atendí una vez en el pasillo por una queja. Venía de Barquisimeto y estaba muy molesto porque tuvo algún inconveniente. Su queja se canalizó y se pudo resolver, luego lo vi meses después en el laboratorio y a viva voz me dijo que había vuelto por mí, pues había resuelto una vez su problema por haber estado en los pasillos.

Los pacientes se volvieron mi debilidad y el motivo de mayor fuerza de la gerencia de pasillos; sin embargo, en cada fase nunca se dejaron atrás las premisas previas: el saludo, atender los asuntos de los servicios y el personal y ahora los pacientes.
Gracias a esa experiencia de encuentro con los pacientes nacieron luego dos iniciativas que se han logrado institucionalizar en el Centro de Salud Santa Inés UCAB. En primer lugar, se creó la coordinación de apoyo al paciente como respuesta a esa necesidad de muchos de nuestros usuarios de ser escuchados, orientados o asistidos económicamente. Afortunadamente, para el momento en que esta idea me venía a la mente llegaba la Hermana María del Carmen Pariente – Pari – buscando trabajo en CSSI. Y así nació esa coordinación cuya oficina se mudó permanentemente a los pasillos, donde debía estar. Hoy ya Pari ha sido relevada de su cargo, manteniendo la esencia y la presencia de un equipo en esos pasillos, más allá del tiempo que un gerente puede dedicar a su recorrido diario.

La otra iniciativa que nació de esa vivencia fue la campaña Amigo Solidario como estrategia de recaudación de fondos para apoyar a los pacientes más vulnerables que nos visitan y que gracias a esa gerencia de pasillo hemos sabido identificar y tender una mano.

Siempre he creído en la gerencia de pasillo, pero en las últimas semanas he tenido la certeza que es definitivamente el elemento que más ha repercutido en mi gestión y por el cual cierro una fase de mi vida con el corazón lleno de agradecimiento. Creo que haber “estado allí” es algo que de cara a mi personal, médicos y pacientes, nadie me puede arrebatar. Para gerenciar hay que conocer a la institución que lideras y eso a mí me lo brindó este tipo de gerencia.

Termino estas líneas a escasas horas de dar mi último recorrido formal como gerente por los pasillos del Centro de Salud Santa Inés UCAB. Ahora me tocará recorrer otras realidades y probablemente cambie pasillos por algunas calles aún sin asfaltar del Municipio Revenga del Estado Aragua, siguiendo las recomendaciones del Papa Francisco: salir a la periferia para ir al encuentro de los demás. Cambiaré el escenario pero no esta herencia tan fructífera que he recibido y cultivado y que hoy también dejo como principal legado para quienes seguirán mis pasos y para todo aquel a quien pueda ser útil esta experiencia.

jueves, 5 de marzo de 2015

Despedida

Caracas, 02 de marzo de 2015

DESPEDIDA


Apreciado equipo humano de Santa Inés:

Las personas pasan, las instituciones quedan. Eso es una realidad deseable en toda sociedad y que muy sanamente hemos podido constatar en nuestro Centro de Salud Santa Inés UCAB. 

Hoy me toca a mí decir adiós. Luego de 16 años comprometido con este proyecto, ahora me toca a mí pasar para asumir nuevos retos profesionales y dejar que Santa Inés siga creciendo y fortaleciéndose como institución. No me cabe la menor duda que mi carta de despedida va dirigida a cada uno de ustedes, quienes aceptaron el reto de construir el mejor centro de salud de Venezuela. Ha sido un verdadero honor haber estado al servicio de ustedes y que me permitiesen constatar la meta más ambiciosa de mi gestión: demostrar que podemos tener un mejor país. ¡Así de simple! ¡Así de contundente!

No puedo ocultar que me voy con una gran sonrisa en la cara. Sonrisa que no es otra cosa sino el acumulado de sonrisas agradecidas que veo todos los días cuando doy una vuelta por Santa Inés. Sonrisa de saber que aquello que una vez fue el sueño de unos pocos, hoy es una realidad para muchos, convertida en organización. Una organización, que a pesar de las dificultades que nos ha tocado recorrer, está sólida en cimientos y valores. 

Tocará aún transitar, al menos, varios años difíciles. Nunca dejen que los invada la desesperanza ni el conformismo. Y eso es tarea de todos. Para ello solo dejo una sencilla recomendación, nunca pierdan de vista nuestro norte: nuestros pacientes. Hablar con ellos nos permite recordarnos cada día la razón de ser de esta institución, servirles a ellos es servir a Dios (Mt 25,31-45). Nunca se priven de ese gran gusto que San Ignacio acuñó en una sencilla frase "En todo Amar y Servir". 

Cierro esta sencilla carta de despedida disculpándome por aquellas cosas que no salieron del todo bien o si alguna vez no fui lo suficientemente cercano a cada uno de ustedes. Pero sobretodo culmino estas líneas diciéndoles de corazón: ¡mil gracias! Ha sido un verdadero privilegio trabajar con el mejor equipo humano que cualquier gerente pueda soñar, cada quien desde su responsabilidad y con sus talentos, cada quien con su tarea encomendada y su personalidad. La diversidad, lejos de separarnos, nos acerca y complementa. Y eso es Santa Inés. Nunca pierdan ese horizonte.

Una vez más, mil gracias. Ha sido un honor ser, más que un gerente, un Amigo Solidario de esta maravillosa obra. ¡Los aprecio de corazón! 

Bernardo Guinand Ayala