martes, 12 de abril de 2022

Respeto mutuo

 

Bernardo Guinand Ayala

 

He entregado todo por estos chamos que están aquí” fueron las palabras de Henry en un emotivo homenaje que la comunidad de Caucagüita le realizaba en el último domingo que vivió. Luego de casi dos semanas sin dializarse y un diagnóstico inminente, Henry agarraba fuerzas donde no había, para recibir todo el cariño de la comunidad a quien tanto ayudó.

 


Frente a él, abrazados y con los ojos bañados en lágrimas, los jóvenes y niños por quien dio todo, lucían sus nuevos uniformes de “Los Halcones”, último deseo que Henry se dio el gusto de cumplir cuando pidió a su familia abandonar la emergencia del Hospital Pérez Carreño para pasar esos últimos días en casa, con su gente, con sus chamos, y entregar él personalmente cada uniforme. A Carlos, uno de sus pupilos, le dejó instrucciones muy precisas: “Sabiduría Carlos, sabiduría. Te toca seguir el legado, buscar apoyo y, cada vez que se pongan ese uniforme, lúzcanlo con honor. No quiero que nadie lo esté usando por allí para manguarear, ese uniforme es para usarlo en la cancha”.

 

Homenaje a Henry Vivas abril 2022

Henry Vivas Reyes nació en Guasdualito, estado Apure, y aunque se vino muy jovencito, siempre honró su gentilicio llanero, sobre todo en su comida, una de sus pasiones. “Vente este sábado con tu viejo, que puse a secar la carne para prepararles un picadillo llanero como nunca se han comido” decía siempre animándome a acercarme con mi papá, por quien sentía un respeto muy especial, que era recíproco. A diferencia mía, el papá de Henry había desaparecido de sus afectos hacía mucho tiempo. Había sido un tipo bien posicionado económicamente en su pueblo, pero lejos de significar una ventaja para Henry, su padre siempre lo desafió. Luego de una dura - de muchas - palizas, un día Henry, aún siendo niño, se rebeló e independizó y empezó a aprender a sobrevivir contra todo obstáculo, desde contrabandear gasolina cruzando el Apure en una pequeña embarcación, hasta despedirse de su Guasdualito natal siendo aún menor de edad.

 

Mi historia con Henry comenzó el 15 de julio de 2017. Ese día lo conocí y marcó nuestro camino. Sin temor a equivocarme, Henry Vivas dio foco y un lugar para que Fundación Impronta aterrizara tantos sueños; mientras que, a Henry, esta sinergia le dio razones y fuerzas para vivir a plenitud sus últimos años de vida. Aquel día, me acerqué por primera vez a Caucagüita por un motivo más que social, ciudadano. Al día siguiente se celebraría aquel contundente plebiscito que realizó la sociedad civil venezolana y Henry se encargó de coordinar tal consulta en su parroquia. Yo había logrado reunir algún apoyo para el refrigerio necesario para tal evento y el equipo del Radar de los Barrios me insistió en tender la mano a aquel icónico líder social que trabajaba incansablemente por su comunidad.

 

Henry y Lalo
Pocos meses después, un astuto Henry Vivas me invitaba para que fuera a conocer lo que estaba sucediendo en su casa. Esa vez fuimos como Impronta y nunca dejó de sorprenderme cómo alguien ofrece su casa entera para que decenas de niños almuercen cada día. En efecto, Henry y su familia ponían su cocina, su sala, su gas, sus utensilios, sus manos, para que surgiera el primer comedor de Alimenta La Solidaridad en Caucagüita que albergaba 30, 40 y luego hasta 80 niños cada jornada. En algún momento de nuestra historia, esta multitudinaria muestra de solidaridad esparcida, no solo en casa de Henry, sino en las casas de hombres y mujeres humildes de todo el país, recibirá su justo reconocimiento. Así como Abraham y Patricia Reyes ofrecieron la mitad de su rancho en Catia para que naciera Fe y Alegría en 1955, hoy en Venezuela hay miles de venezolanos que, como ellos, como Henry, nutren de esperanza a un país. Ante aquella muestra de desprendimiento, semanas después hacíamos nuestra primera donación a Caucagüita, completando parte de las mesas, sillas y utensilios de ese comedor; pero realmente nos aguardaba un destino más grande.

 

“¿Qué no hicimos Bernardo?” me decía un Henry ya abatido por su enfermedad renal. “¿Cuantos inventos no nos apoyamos?” y así fue. Mientras Impronta no lograba concretar sus propuestas iniciales en otros barrios de Caracas, bastó una primera jornada de salud en casa de Henry y ya todo es historia. - “Henry, necesitamos 100 chamos…” - “Te los tengo”. - “Henry: ¿será posible hacer 200 arepas en tu casa? – “¿Sólo 200? – “Henry: ¿podemos hacer la comida del plan vacacional en tu casa?” – “Ah bueno, ¿y donde más la ibas a hacer?” En el léxico de Henry Vivas, la palabra NO estaba ausente, y en 2018, Fundación Impronta tomó la importante decisión de focalizar todos sus esfuerzos en Caucagüita. El responsable fue Henry, no por su capacidad de darnos luz verde a cuanto plan le proponíamos, sino que, además, dejando de lado todo interés personal, nos fue presentando a muchas otras personas o acercando a otros sectores para ampliar nuestro espectro. La Embajada, Los Sapitos, Los Guacamayos, La A, Los Bloques, Ciudad Tablita, El Milagro, Rosa Mística, Turumo, Calle Bolívar, Villa Esperanza, 28 de Julio… todos fueron sectores que fuimos conociendo de la mano de Henry, quien, como baquiano de la zona, salía de copiloto a bordo del Improntomóvil transmitiéndole confianza a la gente: “Ellos son de Fundación Impronta y vienen conmigo”. En lenguaje futbolístico, Henry fue una estrella abriendo y repartiendo juego.    

 

En todo este trabajo, sin descanso, en paralelo aprendí lo que significa ser paciente renal. Los riñones de Henry fallaban desde hacía unos 20 años y dependía de los servicios de diálisis de un hospital público. El trasplante de un riñón donado por su hermano Aaron había colapsado años atrás, así que Henry tenía tres riñones, pero ninguno funcionaba. Tres veces por semana, Henry salía a las 4:00 de la madrugada de Caucagüita - en el extremo este de la ciudad - hasta el Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño - en el extremo oeste - para conectarse a una máquina de hemodiálisis por 4 horas que purificara su sangre. Luego debía volver en transporte público a su casa o incluso, asistir a alguna reunión de trabajo, cuando su cuerpo pedía descanso. “Dame unos minutos y me repongo” decía jadeando, pero nunca dejó de aprovechar una reunión post diálisis, a la que llegaba exhausto y a la vez rechazando algo para beber, para aguantar hasta su próxima visita al hospital.

 

La expectativa de vida de un paciente renal, con el trajín que Henry le imponía a la suya, es muy inferior a lo vivido por él. Su vida con propósito, su servicio a los demás, sus ganas de cumplir metas fueron realmente admirables. Tanto así, que sus médicos y particularmente sus enfermeras se convirtieron en testigos de primera fila de una vida que no dejó de luchar un solo día, hasta que el último catéter para diálisis que logramos encontrar y colocarle en la vena cava también colapsó y redujo sus probabilidades.

 

Henry Vivas no dejó jamás de buscar aliados donde fuera posible. Cuando lo conocí ya se había incorporado a la política como vía para aspirar a un mejor país. En paralelo, nunca dejó de tocar puertas a empresarios y otras fundaciones para llegar a más. Su trabajo no le permitía depender de un solo aliado. Supo, muy claramente, desligar su vocación partidista con el trabajo social cuando se vinculaba con nosotros e incluso, ir en búsqueda del encuentro con quienes pensaban distinto. Cuando re-inauguramos la cancha de La Embajada, recuperada por Fundación Impronta, a pesar de ser artífice clave de aquel logro, se quedó tras bastidores para minimizar cualquier manifestación política que repercutiera en el acto y en el sentido real de aquel espacio deportivo.

 

Desde la llegada de Henry del hospital, su casa volvió a ser la de siempre, atiborrada de gente, atiborrada de jóvenes que vieron en él la necesaria figura masculina entre la ausencia de sus padres. Henry fue un verdadero referente clave para sus vidas. A pesar de la conflictiva relación de Henry con el suyo, se comportó como un padre, en el más amplio sentido de la palabra, no solo para Henry y Angelina, sino para decenas de chamos a quien dio cobijo. Y vaya que Henry no era una perita en dulce, sino un personaje que decía de manera muy directa y fuerte las cosas a sus muchachos. Tal como hace un padre. Sería difícil determinarlo, pero ¿a cuántos niños le habrá salvado Henry su futuro?

 

Aquel sábado, desayunando, recibí una video llamada y veo la cara de Henry diciéndome: “me voy Bernardo, me voy”. Aquel sábado, aprovechó la increíble lucidez que tenía para despedirse y dar directrices a todos sus seres queridos. Llegué corriendo a su casa y un vecino me cedió la silla junto a su cama. Henry, más que hablarme a mí, habló para sus familiares cercanos. Les habló de por qué nuestra amistad había sido fructífera y fue la cátedra de humanidad más maravillosa que haya presenciado en mi vida. “Respeto mutuo, siempre nos tuvimos respeto mutuo. Y no solo para mantener una amistad, fue respeto en la construcción de un proyecto común”. Y después de hablar las más maravillosas anécdotas de todo lo que hicimos y sufrimos con Impronta, agregó: “La clave Bernardo, es que tú siempre te sentiste bienvenido en mi casa, así como yo me sentí en la tuya”.

 

Además de Lucy, su esposa, y su hija, también estaba Nancy, su madre, quien jamás se despegó de Henry en cada momento duro de su vida. Henry enfatizaba que lo que él era, lo había aprendido en su casa. ¿De quien más sino de su madre? Henry murió un viernes de concilio, había perdonado a su padre y había recibido en vida el homenaje que merecía. Fue velado en su cancha de La Embajada, donde Los Halcones vistieron su uniforme, con honor, para su último juego, de donde salió cargado en brazos.      

 

          12 de abril de 2022