Bernardo Guinand Ayala
“¡Epa primo! En unas semanas debo estar en
Caracas ¿crees que puedas apoyarme coordinando unas visitas a La Vega para mi
tesis de grado?” Debía ser 2014 y algo
así era el mensaje que recibía de Roberto quien viajaba desde Harvard a la
parte alta de La Vega para realizar una serie de entrevistas a propósito del
duro tema que escogía para su tesis de post grado: la violencia.
A
Roberto no le gustan los retos fáciles; decidió meterse en lo social, en la
política, abordar el tema de la violencia en Venezuela y escoger como foco de
acción el complicadísimo municipio Libertador de Caracas. Como buen millennial y miembro de la generación
2007 ha sabido “vender” muy bien su trabajo, solo que a diferencia de muchos otros,
no es solo fotos y redes sociales, sino que sus propuestas llevan mucho en la
bola y los resultados están a la vista.
Caracas
Mi Convive - su organización madre - propone vías de erradicación de la violencia
en Caracas con base a las mejores prácticas del mundo, con programas concretos,
con un equipo multidisciplinario y con investigaciones que, más allá de mostrar
resultados y desnudar este tema tan álgido, ofrece orientaciones para el resto
del país con una rigurosidad académica.
Alimenta
La Solidaridad - su consentida - es un programa convertido en organización que
nace sin tenerlo previsto, dando respuesta al terrible drama del hambre presente
en el país. Ha crecido vertiginosamente en cada parroquia del municipio
Libertador, sirviendo también como franquicia social que ha sido exitosamente implementada
en otros 13 estados del país con apoyo de líderes y aliados regionales.
Recuerdo,
cuando eran muy pocos los comedores, fuimos como familia a preparar hallacas por
estas fechas en el Colegio Andy Aparicio - Fe y Alegría - en conjunto con las familias
de la comunidad de La Vega, lo que derivó en una de las primeras propuestas de
auto-sostenibilidad del programa. De ese primer comedor y menos de un centenar
de niños, ahora el programa se extiende a 239 comedores dando de comer a
decenas de miles de niños todos los días.
Esta
semana, regresando a casa para almorzar, me percato que una camioneta del Servicio
Bolivariano de Inteligencia Nacional SEBIN - que todos sabemos al “servicio” de
quien está - le hacía “la visita” a los padres de Roberto. La persecución, el
hostigamiento y hasta el miedo se nos hacían más tangibles como familia. Y a
pesar de lo obvio, es decir, que sabemos que los sistemas totalitarios no
necesitan excusas para perseguir a quien le provoque, muchos se preguntarán por
qué Roberto aparece como nuevo objetivo. Me atrevo a especular que Robertico -
como le solíamos decir en familia - combina un par de características que
aterran al régimen: talento y legitimidad.
El
talento de Roberto no viene por lo académico. O no solo viene de allí. No
depende de sus estudios y reconocimientos en la USB o Harvard, sino que tiene
una gran capacidad para estar siempre un par de pasos adelante. Cuando le dicen
que Alimenta La Solidaridad es un proyecto asistencialista, él tiene rato
pensando y ejecutando como se transforma en un proyecto de formación y
desarrollo comunitario. Cuando le dicen que será difícil la sostenibilidad a
largo plazo, ya Roberto y su equipo han dado varias vueltas ejecutando
programas de autofinanciamiento - como Sustento - u otras iniciativas. No han
sido programas oportunistas o puntuales, sino que siempre pone la mirada en el
largo plazo, incluso demostrando que el éxito del programa – así como del país –
será cuando desaparezcan los comedores. Y trabaja para ello.
Por
otro lado, la legitimidad de Roberto, sobre todo en las barriadas donde trabaja,
generando cimientos de tejido y compromiso social en lugar de visitas esporádicas
tipo campañas politiqueras, es quizás el mayor temor de quienes hoy controlan
el país.
En
2018, preparaba con Roberto una intervención para un congreso internacional de
fundraising; congreso al cual no pudo asistir en ese entonces por una señal de
alerta que provenía desde el nefasto programa del fulano ese del mazo. Mientras
trabajábamos en ello, analizamos los elementos de éxito que habían hecho de su
programa alimenticio un caso exitoso desde el punto de vista de la consecución
de recursos. Destacamos muchos factores: una cartera diversa, la constante
innovación, acceso a financiamiento, mensajes claros con vías de comunicación
adecuadas, inversión en campañas; pero Roberto siempre tuvo claro que el pivote
central del proyecto, el verdadero motor de Alimenta La Solidaridad no es el financiamiento
internacional o las alianzas desarrolladas, sino la gente de la comunidad, el
aporte voluntario de las madres de cada comedor. Ese, indiscutiblemente, es el
mayor aporte en recursos y representa la verdadera sostenibilidad del programa.
Pagar por ello, lo haría sencillamente imposible, así que esas madres no son -
solo - beneficiarias o voluntarias, sino las principales contribuyentes de ALS.
Destacar, trabajar y profundizar en ello ha repercutido en la legitimidad que
hoy tienen.
La solidaridad
es una fuerza poderosísima. Justo porque no se sustenta en la dependencia o la
sumisión. La solidaridad no es una vía o calle angosta de un solo sentido, sino
una autopista con múltiples canales de ida y de vuelta; el que da también recibe
y el que recibe puede compartir también lo que tiene. Eso genera pavor para
aquellos que desean que la pobreza siga reinando y que las relaciones sean
unidireccionales. Hoy se criminaliza a la solidaridad, como se hizo con las
protestas, con el que produce, con el que sueña, con el que piensa distinto. Otra
piedra en el camino. Contra el atropello y hostigamiento, que siga siendo la
solidaridad, esa fuerza que nos mueve. ¡Contigo primo!
27 de noviembre de 2020