domingo, 1 de febrero de 2015

La gente pasa, los cimientos quedan

Al Padre Luis Azagra lo conocí a principios de 1994 cuando yo comenzaba a trabajar como "Oficinista III" en la administración general de la UCAB, mientras cursaba el primer año de mi carrera. La manera como saludaba y se aproximaba a cada trabajador de la universidad hacía imposible no sentirse atraído por el buen humor de aquel curita.

A María Matilde Zubillaga la conocí exactamente 5 años después. Aunque probablemente la había visto antes, fue el 4 de enero de 1999 cuando formalmente el Padre Azagra nos reunió en su oficina (desde la que trabajamos varios meses antes de mudarnos a Parque Social UCAB) y nos dijo que haríamos equipo. Ese primer día supe que me tocaba una jefa apretada.

Al Dr. Carlos Eduardo Paradisi lo conocimos poco tiempo después. También fue Azagra quien nos reunió una tarde en la célebre mesa redonda del Cura's Hilton - como quedó bautizada la residencia de los jesuitas en el campus de Montalbán -. Al salir de ese encuentro recuerdo que María Matilde y yo pensamos que nos habían endosado a un médico un poco chiflado y muy particular para acompañarnos en la conducción médica del Centro de Salud Santa Inés, aún por fundar.

Azagra "el curita"


El P. Azagra fue una persona fuera de lote. Era educador de profesión, aunque todos lo creían psicólogo, pues su carrera docente estuvo ligada a la escuela de Psicología de la UCAB, así como por su característico y natural don de consejo. Esa cualidad lo convirtió en una pieza clave de la Compañía de Jesús en Venezuela y particularmente de la Universidad Católica Andrés Bello, donde jugó roles claves como mediador en la crisis del 72, así como cargos de vicerrector administrativo, director de proyectos y lo que a la final sería el mejor trabajo de su vida: fundador y director del Parque Social P. Manuel Aguirre SJ, al cual dedicó sus últimos años de vida transmitiendo, a quienes nos incorporábamos, todo su sueño por convertir a la universidad-academia en una universidad volcada al servicio, y particularmente, al servicio de la dignidad humana.

El foco de Azagra siempre fue la gente y donde estuvo lo hizo saber. Desde sus estudiantes a quienes recordaba por años y mantenía una especie de álbum de barajitas con sus datos relevantes, hasta todos los trabajadores de la UCAB y el Parque Social por quienes siempre intercedió para establecer políticas institucionales de mejoras y beneficios, pero sobretodo con su trato diario cercano y cálido. Todo ello lo hacía con el elemento más característico de su personalidad, su buen humor. Reunirse a tomar decisiones relevantes con Azagra era casi como el momento relax del día. Su capacidad de contar una historia o un chiste era inigualable y siempre su presencia influía en un clima extraordinariamente propicio para avanzar.

A Azagra además le estaré eternamente agradecido pues fue él quien pensó que yo era la persona idónea para administrar su obra predilecta. Cuando yo estaba inseguro o temeroso de mis propios talentos, Azagra siempre me dió seguridad con su confianza y era capaz de alegrarse por los logros de uno, tanto o más que uno mismo. Mi segundo hijo, Bernardo Andrés Luis, lleva su tercer nombre en honor a la persona que tanto creyó en mi.

María Matilde "MM"


No me cabe la menor duda que los logros alcanzados hasta ahora en el Centro de Salud Santa Inés - CSSI -, tuvieron su base en la determinación, profesionalismo, capacidad organizativa, claridad institucional, valores, identificación total con la obra y con los jesuitas y duro trabajo de María Matilde Zubillaga. Estuvo encargada del proyecto de gestación del CSSI y de su conducción durante los primeros 5 años, y aún hoy - 15 años después - nos beneficiamos de los cimientos sólidos que sembró.

MM, como la nombramos entre sus pupilos, fue una jefa exigente, fue maestra y formadora de generaciones futuras, fue meticulosa hasta el detalle, retadora, celosa de su vida personal, mandó hasta a quien no estaba bajo su línea de mando (varios darán fe de ello). Sus agendas, puntos pendientes y "toques técnicos" nos hizo temblar cada semana. Fue mamá, no solo de Santiago y Miguel, sino muy discretamente de cada empleado nuestro. Fue recta hasta la exageración, al punto que durante su paso por la AEUCAB fue muy difícil vincularla con el Parque Social, para que no pensaran que había intereses afectivos o personales. Su lema más frecuente "lo perfecto es enemigo de lo bueno" creo que mas que a nosotros se lo repetía a ella misma para poder avanzar, pues siempre buscó la perfección, la excelencia, el Magis. Pero sobretodo, María Matilde tuvo una cualidad admirable y difícil de ver en estos tiempos, tuvo la capacidad de organizar hasta el mínimo detalle la puesta en marcha de nuevos proyectos con la increíble sabiduría de dar luego paso a los que vienen creciendo. No se eternizó en cargos, supo formar equipos y dar la confianza para que ellos siguieran su senda. Y eso, probablemente es lo que mas le agradezco el día de hoy.

Paradisi "el Dóctor"


Hablar de Paradisi o el Dóctor, como me gustaba llamarlo, es hablar de un ser humano definitivamente diferente y especial; alegre, refunfuñón, refranero, bondadoso, generoso, irreverente y humano, muy muy humano. De él conocí y compartí dos facetas muy claras de su vida y su vocación: Paradisi, “el médico” y Paradisi, “el consejero, el maestro de todos los días”.

Como médico, el Dóctor fue médico general, internista, neumonólogo, gastroenterólogo, geriatra, especialista en salud pública y hasta brujo. Su don de gente hacía que su relación con los pacientes fuese una experiencia única y nunca ocultó su preferencia por los más viejitos. Fue realmente un médico de cabecera, de esos de la vieja guardia, centrado más en ayudar al paciente que en la pura ciencia, centrado más en la persona que en la enfermedad, capaz de ponerse en los zapatos del paciente y en su bolsillo, evitando estudios innecesarios y recetando tratamientos que fuesen accesibles.

La otra faceta fue el Paradisi consejero y maestro. Más que un gerente, el Dr. Paradisi fue un punto de apoyo para todos los que con él convivíamos. Nunca le interesó figurar o como el decía, no quería salir en la foto, pero desde su espacio nos apoyó a muchos en lo humano y en lo profesional. Los martes - su día de médico - solíamos reunirnos con mucha frecuencia al final de la jornada, básicamente para echarnos el cuento de las cosas por las cuales había valido la pena ese día. “Bernardo, no te imaginas la lección que hoy me dio una de nuestras cajeras. Eran cosas que yo antes no valoraba, le debo tanto a Santa Inés” me repitió una y otra vez.

Cimientos sólidos

Un jesuita brillante, cercano y soñador, una socióloga increíblemente trabajadora y perfeccionista, y un médico muy humano pero bastante particular eran mi primer equipo de trabajo recién graduado. Era el primer equipo encargado de la conducción y toma de decisiones formales del centro de salud que la UCAB quería proponer como modelo alternativo para las comunidades más desasistidas. Yo tenía 25 años, poca experiencia, pero muchas ganas de aportar. Y tuve la bendición de hacer equipo con este combo tan parecido en convicciones y compromiso, pero tan diferentes en personalidad. Aún no sé que fue lo que nos hizo tan efectivos como equipo, si las similitudes o las diferencias, si los ratos de risas o las agarronas que todos y cada uno tuvimos. O lo que la fe me ha llevado a pensar una y otra vez: que el Espíritu Santo estuvo presente en la fundación del Centro de Salud Santa Inés UCAB, fundamentalmente por haber puesto en un mismo momento a gente tan valiosa mirando hacia un mismo lado, a pesar de sus múltiples diferencias.

Escribo esto, pues a principios de este año y luego de batallar 10 meses con un cáncer, de forma muy apresurada se nos fue María Matilde. Vivió intensamente y su partida no es solo un duro golpe para las organizaciones en las que trabajó, sino un golpe durísimo para toda la sociedad civil venezolana, que pierde a una profesional con compromiso y servicio dedicado a este país y a los más necesitados.

También apresurado y justo el día antes de que el CSSI cumpliera 10 años, en 2009 nos sorprendió la partida de Paradisi. Y ya Azagra, aunque más previsible por su enfermedad y los años, se nos había marchado a su natal Pamplona, para de allí tomar el tren directo al cielo sin podernos despedir bien.

Pero estas 3 personas no se fueron por debajo de la mesa. Azagra, María Matilde y Paradisi abonaron una palabra que parece extraña en la Venezuela de hoy: trascendencia. Su legado, sus enseñanzas, sus prácticas, sus valores, los trascienden a ellos y hoy se presentan como sólidos cimientos de las instituciones que ayudaron a crear y de la Venezuela que desearíamos irradiar. Fueron ejemplo tangible que se transforma en esperanza. Gracias por el privilegio de haberlos tenido como maestros, gracias por haberse topado en mi camino.

Tal vez ustedes pasaron, pero sus cimientos quedan.