viernes, 15 de enero de 2016

Maduro debe renunciar

Sí, soy muy ingenuo, lo sé. Pero no digo lo que va a suceder, digo lo que debería suceder si existiese un ápice de sensatez en el gobernante y si por un instante, una luz cegadora (como dice la canción de Silvio Rodríguez) iluminase al señor presidente y pusiera al país primero. ¡Ojalá!   

El discurso de Maduro está totalmente desgastado, repetitivo y vacío. Se evidencia en cada nueva presentación la ausencia absoluta de planteamientos para resolver la terrible crisis que afronta el país y su juego de enroques ministeriales y burocracia creciente, se alejan cada vez más del elemento clave que todo gobernante debería tener: confianza.

Uno tras otro he oído, no solo al presidente, sino a cada uno de los ministros repetir la eterna cantaleta del capitalismo, imperialismo, guerra económica, burguesía, derecha. Parece retórica, pero ante la situación a puertas de una crisis humanitaria, el discurso ya raya en la más absoluta irresponsabilidad y evidencia la total incompetencia en resolver la crisis. Son gobierno desde hace 17 años, pero se siguen sintiendo contendores, revanchistas y en campaña, cuando el país está exigiendo otro nivel de responsabilidad.

El tren ministerial, nombrado después de un mes que sucedieran las elecciones, no puede contar con confianza pues más que ministros es el presidente quien carece de ella. Un “bate quebrao” no puede formar un equipo ganador, eso es así y punto. Así que el país estará, lamentablemente cayéndose a pedazos, en la medida que Maduro mantenga la primera magistratura y los rostros que escoja para afrontar esta coyuntura nos aconsejen sembrar cebollín en una botella vieja o una  latica (Emma Ortega, Ministra Agricultura Urbana) o el responsable de la cartera de Comercio Exterior e Inversión Extranjera (Jesús Faría) arranque su gestión aseverando que “la guerra económica existe”. Venezuela no aguanta más tal nivel de caradurismo.   

El modelo chavista, revolucionario, socialista - como lo quieran llamar - fracasó desde su concepción, pero con la caída de los precios del petróleo y la ausencia de liderazgo se reventaron sus costuras y muestra el vacío que lleva dentro. Y así como el modelo bipartidista se agotó luego de 40 años sin re-oxigenarse, este modelo populista alcanzó su agotamiento inclusive para quienes se sintieron esperanzados con él.   

Me duele Venezuela y siento que cada día sin decisiones agrava nuestro futuro inmediato, inclusive en términos de necesidades elementales. Maduro debe renunciar y darle al país la oportunidad de reestructurarse. Es la salida más expedita y menos dañina.

Maduro debe renunciar, pero eso está a la altura de los demócratas y no de aquellos comprometidos con violaciones a los DDHH y actos de corrupción inconmensurables, lo cual hace que su única escapatoria sea aferrándose al poder.


15 de enero de 2016

domingo, 10 de enero de 2016

A Flor de Piel

Hoy me terminé de leer mi primer libro del 2016: “A Flor de Piel” de Javier Moro. Es el tercer libro que me leo de Moro y cada uno me ha gustado más que el anterior, pero ninguno como esta fabulosa novela histórica que relata una de las proezas más maravillosas y desafiantes de la historia de la salud pública internacional: “la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, la cual consistió en llevar el recién descubierto método para combatir la viruela al territorio del Reino de España fuera de la Península Ibérica (América y Filipinas) en los albores del siglo XIX bajo el reinado de Carlos IV.  (Procedimiento al cual se llamó vacuna pues su antídoto venía del mismo virus de la viruela bovina o “vacuna” y muchísimos años después Pasteur acuña el término de vacuna a su descubrimiento en honor a esta hazaña).   

Creo que todo médico, epidemiólogo, especialista en salud pública o interesado en la historia de la humanidad debería leerse esta fascinante historia novelada que destaca las hazañas de médicos notables y de temperamentos tan particulares como Francisco Xabier Balmis y Josep Salvany, así como la entereza y dedicación de una mujer como Isabel Zendal, proveniente de una familia gallega “pobre de solemnidad” y hoy en día considerada la “primera enfermera de la Historia en misión internacional” por su entrega a la expedición y el cuidado de todos los niños huérfanos de la travesía a través de los cuales se “transportaba” la vacuna.

Dr. José Ignacio Baldó
Esta historia me hizo pensar y pedir mucho por los médicos venezolanos entregados a la salud pública y a la profesionalización de la medicina en Venezuela. Me hizo recordar las grandes proezas en la erradicación de enfermedades llevadas a cabo en este país y que sirvieron de modelo para el resto del mundo. Particularmente la campaña contra la malaria, encabezada por el Dr. Arnoldo Gabaldón (quien fuera abuelo de mi recordada María Matilde Zubillaga), así como la campaña contra la tuberculosis, encabezada por mi tío abuelo Dr. José Ignacio Baldó y en cuyo hospital modelo “Sanatorio Antituberculoso Simón Bolívar – El Algodonal”  (hoy lamentablemente en pésimas condiciones) involucró a mi abuelo - Arq. Carlos Guinand Sandoz - para edificar una de las instalaciones más modernas para curar esta terrible enfermedad que afecta principalmente a los más pobres.
Dr. Arnoldo Gabaldón
También he tenido presente a mi querido Tío Alberto (Dr. Alberto Guinand Baldó), sobretodo en estos momentos en que su salud ha estado muy comprometida. Me hubiese encantado sentarme un rato a compartir impresiones del libro con él. Su obra la ha dedicado tanto a la salud pública como privada, en las áreas de cardiología y nefrología, destacando su increíble visión como fundador del Centro Médico Docente La Trinidad.

No pude dejar de pensar a lo largo de la historia en mi queridísimo Dr. Carlos Eduardo Paradisi, mi maestro en el tema de salud y cuya personalidad pudiese ser una extraña mezcla entre lo particular del Dr. Balmis y la bondad del Dr. Salvany, líderes de la expedición. Así como en cada uno de los médicos del Centro de Salud Santa Inés UCAB y en médicos más jóvenes pero dedicados a la salud pública en nuestro país como Julio Castro y mi prima Leonor Pocaterra. También hago una nota especial a una doctora y enfermera no titulada, pero que desde muy joven se apasionó por la asistencia en salud y se convirtió luego en nuestra médico de cabecera y enfermera a tiempo completo: mi adorada mamá, quien por cierto, me introdujo en la pasión por la lectura y por supuesto fue ella quien me regaló este libro en Navidad.   

En fin, un libro que nos reengancha con la palabra filantropía (del griego: “amor a la humanidad”) y nos recuerda que hasta en tiempos tan turbulentos como los inicios del siglo XIX en las colonias de España, hubo gente pensando en cómo salvar al mundo - y especialmente a las comunidades indígenas - del azote de la viruela. Para los momentos que vivo, con la idea de fundar una organización para ayudar a gente necesitada a canalizar sus problemas de salud, ningún libro pudo transmitirme más “a flor de piel” que estoy en buena senda.