Bernardo Guinand Ayala
Uno de los grandes desafíos que tienen las organizaciones sin fines de lucro, está en la dificultad de medir su impacto tal como ocurre en el mundo lucrativo, donde la efectividad se mide en unidades vendidas, rendimiento, utilidades, tasa de retorno y un sinfín de indicadores cuantitativos muy tangibles
Conversando con María Guinand, a propósito de la alianza entre la Schola Cantorum de Venezuela y Fundación Impronta para la creación del núcleo de Pequeños Cantores de Caucagüita, compartíamos ese punto. María me contaba cómo muchos colaboradores le seguían solicitando la fórmula que mostrara cómo medir el impacto del canto coral en un niño que se estaba formando. Entre bromas, me decía que alguna vez llegó a insinuarle a alguno de ellos, que aún no sabía de la existencia del “espiritómetro” para ver cómo la música elevaba el espíritu de sus pupilos.
Ciertamente y dependiendo del área de desempeño que aborde cada organización social, habrá algunos indicadores para mostrar, pero, casi siempre, el apoyo parte de un elemento esencial que es la confianza. La confianza que pone un colaborador en la organización con la que contribuye. La confianza que pone dicha organización en el individuo a quien sirve. Y la confianza se retribuye ciertamente con hechos y resultados, pero sin ella jamás se puede arrancar.
Peter Drucker, ese gurú de la gerencia de finales del siglo XX, aparte de su prolífica obra, escribió un libro sobre la gerencia de organizaciones no lucrativas y en la propia definición que hace de ellas al inicio de su libro, explica cuán ambicioso – pero tan complejo de medir - es el impacto de una ONG:
“La institución sin fines de lucro no provee bienes o servicios ni controla. Su ‘producto’ no es un par de zapatos, ni una reglamentación efectiva, sino un ser humano cambiado. Estas organizaciones son agentes del cambio humano. Su ‘producto’ es un paciente curado, un niño que aprende, un muchacho o muchacha transformado en un adulto que se respeta a sí mismo, una vida humana enteramente cambiada”[1]
“Una vida humana enteramente cambiada” ¡vaya desafío! En Fundación Impronta, nos identificamos con cada una de esas líneas, tan parecidas a nuestra proclama de misión y las páginas de este informe buscan dar cuenta de ello. Por eso, a quien nos lee, a quien nos acompaña, a quien colabora con su talento, recursos o tiempo, agradecemos la confianza puesta en nosotros para llegar a 5 años sin dejar de crecer y con las ganas de seguir.
Quisiera relatar una
anécdota muy puntual, producto de uno de los planes más desafiantes que pudimos
concretar en 2021 y apenas comienza: el programa de Becas Impronta. Y digo
desafiante, pues del mismo se desprende un modelo de confianza hacia el
individuo, hacia aquel que apuesta por su futuro a través de la formación. Si
pensáramos en medir la “tasa se retorno” quizás nunca emprenderíamos tal
programa pues la incertidumbre es enorme. Pero, así como hemos recibido
confianza de quienes creen en nuestro trabajo, así también apostamos por cada
uno de nuestros jóvenes, a pesar de no tener certezas futuras.
En fin, durante esos días
habíamos tenido una reunión con el sociólogo Luis Pedro España, para interpretar
los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida ENCOVI que acababa de ser
presentada y entre las recomendaciones puntuales nos hizo mucho sentido esta: “deben
impulsar la formación para el trabajo, pero con herramientas prácticas, ágiles;
es decir, más allá de formación a largo plazo, deben proveer o promover cursos,
actualizaciones que sean muy pertinentes para la empleabilidad a corto plazo”.
En resumen, valorar el indiscutible nexo entre educación y trabajo, pero con
elementos de adaptabilidad a la Venezuela de hoy y a muy corto plazo.
Es decir, el análisis
académico y contexto país que acabábamos de recibir de Luis Pedro España, lo
había descifrado, con sus propias palabras, una adolescente de Caucagüita con
los pies sobre la tierra del país en el que vive. Poco nos costó decidir la
aprobación de su beca y semanas más tarde la vi, en la parada de la camioneta
en Caucagüita, uniformada de aeromoza con una sonrisota, para asistir a sus
clases.
Al momento de escribir
estas líneas, Melany obtuvo el grado de su curso siendo la primera en su clase y
aún no sabemos si encontrará o no trabajo en esa rama. Por supuesto esperamos
que así sea, pero su destino lo irá labrando día a día en esta Venezuela de
incertidumbres. El tema es que ella requería una oportunidad que además
valoramos totalmente coherente con nuestros planes. Melany, como cualquier ciudadano
en el mundo, acertará y errará durante su vida, no pretenderemos que todos sus
logros o fracasos se deban a nuestra vinculación, pero nos recuerda
constantemente que las personas, para prosperar, requieren oportunidades y la confianza
necesaria para avanzar. Será difícil de medir, pero es a lo que apostamos, con
pasión, en Impronta.
Abril de 2022
[1] Drucker, Peter F. Dirección de instituciones sin fines de lucro.
Editorial El Ateneo. 2001