jueves, 5 de mayo de 2022

La confianza como clave

 

Bernardo Guinand Ayala


Uno de los grandes desafíos que tienen las organizaciones sin fines de lucro, está en la dificultad de medir su impacto tal como ocurre en el mundo lucrativo, donde la efectividad se mide en unidades vendidas, rendimiento, utilidades, tasa de retorno y un sinfín de indicadores cuantitativos muy tangibles

Conversando con María Guinand, a propósito de la alianza entre la Schola Cantorum de Venezuela y Fundación Impronta para la creación del núcleo de Pequeños Cantores de Caucagüita, compartíamos ese punto. María me contaba cómo muchos colaboradores le seguían solicitando la fórmula que mostrara cómo medir el impacto del canto coral en un niño que se estaba formando. Entre bromas, me decía que alguna vez llegó a insinuarle a alguno de ellos, que aún no sabía de la existencia del “espiritómetro” para ver cómo la música elevaba el espíritu de sus pupilos.

Ciertamente y dependiendo del área de desempeño que aborde cada organización social, habrá algunos indicadores para mostrar, pero, casi siempre, el apoyo parte de un elemento esencial que es la confianza. La confianza que pone un colaborador en la organización con la que contribuye. La confianza que pone dicha organización en el individuo a quien sirve. Y la confianza se retribuye ciertamente con hechos y resultados, pero sin ella jamás se puede arrancar. 

Peter Drucker, ese gurú de la gerencia de finales del siglo XX, aparte de su prolífica obra, escribió un libro sobre la gerencia de organizaciones no lucrativas y en la propia definición que hace de ellas al inicio de su libro, explica cuán ambicioso – pero tan complejo de medir - es el impacto de una ONG:

“La institución sin fines de lucro no provee bienes o servicios ni controla. Su ‘producto’ no es un par de zapatos, ni una reglamentación efectiva, sino un ser humano cambiado. Estas organizaciones son agentes del cambio humano. Su ‘producto’ es un paciente curado, un niño que aprende, un muchacho o muchacha transformado en un adulto que se respeta a sí mismo, una vida humana enteramente cambiada”[1]

 

Una vida humana enteramente cambiada” ¡vaya desafío! En Fundación Impronta, nos identificamos con cada una de esas líneas, tan parecidas a nuestra proclama de misión y las páginas de este informe buscan dar cuenta de ello. Por eso, a quien nos lee, a quien nos acompaña, a quien colabora con su talento, recursos o tiempo, agradecemos la confianza puesta en nosotros para llegar a 5 años sin dejar de crecer y con las ganas de seguir.

 

Quisiera relatar una anécdota muy puntual, producto de uno de los planes más desafiantes que pudimos concretar en 2021 y apenas comienza: el programa de Becas Impronta. Y digo desafiante, pues del mismo se desprende un modelo de confianza hacia el individuo, hacia aquel que apuesta por su futuro a través de la formación. Si pensáramos en medir la “tasa se retorno” quizás nunca emprenderíamos tal programa pues la incertidumbre es enorme. Pero, así como hemos recibido confianza de quienes creen en nuestro trabajo, así también apostamos por cada uno de nuestros jóvenes, a pesar de no tener certezas futuras.

 

En fin, durante esos días habíamos tenido una reunión con el sociólogo Luis Pedro España, para interpretar los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida ENCOVI que acababa de ser presentada y entre las recomendaciones puntuales nos hizo mucho sentido esta: “deben impulsar la formación para el trabajo, pero con herramientas prácticas, ágiles; es decir, más allá de formación a largo plazo, deben proveer o promover cursos, actualizaciones que sean muy pertinentes para la empleabilidad a corto plazo”. En resumen, valorar el indiscutible nexo entre educación y trabajo, pero con elementos de adaptabilidad a la Venezuela de hoy y a muy corto plazo.      

 

En esos mismos días, Melany, una joven de 17 años que ha participado en cuanto programa hemos tenido desde que llegamos a Caucagüita y a quien habíamos puesto en la mira por su disposición a formarse, se me acerca un día y me dice algo que ya habíamos evaluado. Por su corta edad e inexperiencia se le dificultaba encontrar empleo, pero tampoco podía seguir estudiando por un tema de costos. Luego agrega: “He evaluado algunas opciones y creo que hay una que quiero plantearles. Conseguí un curso de Tripulante de Cabina y se ajusta a varios elementos que son importantes para mí: me gusta el servicio, me permite seguir estudiando, pero además es un curso relativamente corto y me permitirá encontrar trabajo en poco tiempo. No hay tiempo que perder”.

 

Es decir, el análisis académico y contexto país que acabábamos de recibir de Luis Pedro España, lo había descifrado, con sus propias palabras, una adolescente de Caucagüita con los pies sobre la tierra del país en el que vive. Poco nos costó decidir la aprobación de su beca y semanas más tarde la vi, en la parada de la camioneta en Caucagüita, uniformada de aeromoza con una sonrisota, para asistir a sus clases.

 

Al momento de escribir estas líneas, Melany obtuvo el grado de su curso siendo la primera en su clase y aún no sabemos si encontrará o no trabajo en esa rama. Por supuesto esperamos que así sea, pero su destino lo irá labrando día a día en esta Venezuela de incertidumbres. El tema es que ella requería una oportunidad que además valoramos totalmente coherente con nuestros planes. Melany, como cualquier ciudadano en el mundo, acertará y errará durante su vida, no pretenderemos que todos sus logros o fracasos se deban a nuestra vinculación, pero nos recuerda constantemente que las personas, para prosperar, requieren oportunidades y la confianza necesaria para avanzar. Será difícil de medir, pero es a lo que apostamos, con pasión, en Impronta.

                           

          Abril de 2022



 * Texto escrito para el editorial del informe de gestión 2021 de Fundación Impronta

[1] Drucker, Peter F. Dirección de instituciones sin fines de lucro. Editorial El Ateneo. 2001