sábado, 11 de agosto de 2018

El juicio final


Bernardo Guinand Ayala

Una premisa clave de cualquier escritor es no cometer plagio, sin embargo aprovecho cierto anonimato en esto de las letras, para sacar a relucir un viejo relato. ¿O quizás lo llamaban parábola? De quien pretendo copiarme vivió hace ya demasiados años, unos dos mil tengo entendido y no creo que me exija derechos de autor. Además, como en vida se dedicó originalmente a recaudar impuestos, espero que haya dejado a su familia bien establecida y no pretendan ahora demandarme. Aunque supe que se retiró de ese oficio y se dedicó a seguir, junto a otros once amigos, a un líder que venía en ascenso, pero que no aspiraba a cargos políticos.    

A quien pretendo plagiar se llamaba Mateo, aunque creo que al darle el crédito, me pueden dar por absuelto y así, más bien enfocar mi relato en interpretar sus escritos para nuestra época. Nuestra época es la Venezuela de hoy, donde, al igual que en aquel momento cuando vivió Mateo, hay injusticias, impulsadas fundamentalmente por aquellos que ostentan el poder. ¿Será que el mundo se estancó? ¿Será que los Herodes, los Caifases, los Pilatos siguen actuando igual en nuestros tiempos?

Bueno, Mateo se arriesgó a hablar de un tema muy peliagudo. Quizás por ello me apoyo en él, pues sería muy pretencioso de mi parte tocar terreno tan escabroso sin data confiable. Evidentemente Mateo escribió de lo que le contó su maestro, un tipo llamado Jesús, quien a pesar de haber vivido hace tanto, está presente hoy y siempre. Mateo escribió sobre un tema que tituló “el juicio final”, justo igual como lo titulé yo, pues está difícil encontrar uno mejor. Pero como su libro realmente no contaba con títulos, quizás hasta me puedo llevar cierto crédito, aunque deba poner aquí la bibliografía [Mateo 25: 31-46]. En fin, permítanme contarles este cuento en unos pocos párrafos.    

Resulta que un juez [pero un juez bueno, sé que todos pueden estar un tanto prejuiciados al respecto] llega al estrado rodeado de toda su guardia protocolar. Gente reconocida y preparada. Además, al tratarse de un juicio realmente clave, están los mejores allí. Todos los posibles imputados se ponen frente a él, sin embargo los separa en dos grupos. En el relato original, Mateo habla de ovejas y chivos, pues su pana Jesús, solía hablarles mucho a los pastores.     

María, líder comunitaria
y cocinera. Caricuao
Colocará entonces a un grupo, el de las ovejas, que más bien llamaremos María, Doris y Henry, de un lado y al grupo de los chivos, que se me ocurre llamar al azar Nicolás, Jorge y Diosdado, del otro lado. Por cierto, el relato original pone a los chivos del lado izquierdo ¿casualidad? No lo sé. Cualquier queja dirigirse a [Mateo 25: 33].

Doris. Líder com. Carapita
Entonces el juez dirá en alta e inteligible voz a María, Doris y Henry: “Ustedes son unos emprendedores solidarios y se merecen lo mejor en este país, pues cuando yo estuve por allí descarriado me dieron techo; cuando tuve hambre me prepararon una sopa deliciosa de esas que le levantan el espíritu; cuando tuve sed, nunca les faltó un papeloncito con limón bien resuelto para ofrecer”. Entonces estas tres personas, muy contrariadas por ser gente honesta y humilde le dijeron al juez: “Pero si nosotros no lo vimos por allí, ¿cómo es posible que le hayamos dado todo eso a usted que es tan distinguido y no sabe ni donde vivimos?” Entonces el juez replicó: “Aún sin haber estado, tengo una red enorme de colaboradores que los conoce y sabemos que María habilitó el taller de latonería de su esposo para que los chamos de Caricuao comieran bajo techo, que Doris ofreció la platabanda de su casa en Carapita para que más de cien chamos coman a diario y llenen sus estómagos con sus sancochos y que Henry jamás le niega comida ni un vaso de papelón con limón a todos los carricitos de Caucagüita, a quien además los pone a jugar fútbol. De hecho, si le sobra papelón prepara hasta dulce de lechosa que comparte con sus amigos”.

Henry. Líder com. Caucagüita
Entonces el juez volteará para la extrema izquierda y verá sentados, con trajes, relojes y corbatas muy elegantes a Nicolás, Jorge y Diosdado y les dirá: “Yo sé que ustedes hoy se sienten omnipotentes y confiados. Que por justicia, han tenido un Sanedrín, perdón, un TSJ manipulado por ustedes mismos. Pero hoy vengo a decirles que todo tiene un límite y que a mí mismo, aun representando la verdadera justicia, la verdadera conciencia, la verdadera dignidad; me vieron pasar hambre y no me dieron de comer, estuve preso y hasta me torturaron, fui forastero y me dieron la espalda”. Entonces los tres, que no se pararon hasta tanto no verificar que sus guardaespaldas los escoltaban y su séquito de aduladores los acompañaban, aunque algunos de ellos se iban moviendo ligeramente hacia el centro del juzgado, luego de consultar a su grupo de abogados y asesores internacionales, así como descartar posibles argumentos contra el imperio, el capitalismo o la guerra económica, concluyeron que lo mejor era responder. Jorge, hábil para las comunicaciones fue el encargado en tomar la palabra: “Señor juez, luego de una extensa consulta concluimos que jamás lo hemos visto pasar hambre, que tenemos años que ni siquiera existen presos y que por Venezuela no lo hemos visto como forastero. Son infundadas todas las acusaciones que nos imputa”.

Juan Requesens, preso y vejado
Entonces en juez concluyó: “En verdad les digo, cada vez que murió un niño venezolano de hambre, solo producto de su ambición de poder, se los tengo anotadito aquí. Cada vez que no atendieron con dignidad a un preso, más aún, que los metieron injustamente allí y por resentimiento los torturaron y vejaron, se los tendré bien resaltado también aquí. Además, no solo no fueron capaces de recibir con dignidad a forasteros, sino que por su afán destructivo y corrupción, echaron a millones de venezolanos a ser forasteros en otros países, también lo recordaré aquí. Hoy podrán creerse intocables, pero ni la historia ni la justicia verdadera lo pasará por alto, mientras que aquellos como las ovejas, aunque se sientan afligidos, gozarán siempre de respeto y dignidad”.   

Y así como Jesús tuvo a Mateo para contar sus parábolas, también tuvo a Juan, quien además fuera su mejor amigo. Este relato también va dedicado a un Juan: Juan Requesens, otro injusto preso torturado por el régimen, quien desde hace poco puedo considerarlo dentro de mis amigos. Y a los miles de Marías, Doris y Henrys, que construyen solidaridad cada día y tienden la mano a otros para seguir adelante en esta Venezuela, dos milenios después de Mateo y Jesús.  
  
11 de agosto de 2018