Bernardo
Guinand Ayala
Apreciado P. Ugalde, equipo, aliados comunitarios,
colaboradores, familiares y amigos:
En 2015 tomé una de las decisiones más complejas de mi vida.
Desprenderme de lo que había sido mi casa, mi escuela, mi verdadero grado
profesional y hasta personal, mi aporte a un sueño hecho realidad, para
aventurarme a seguir. Como suelen decir en estos días, salir de la zona de confort y dejar a otros también
crecer. Luego de 16 años, salir del Centro de Salud Santa Inés y del Parque
Social P. Manuel Aguirre de la UCAB no fue tarea sencilla, pero muchas cosas se
conjugaron para percibir que era momento de buscar otros horizontes. Eran
tiempos en que el Papa Francisco reflexionaba sobre “salir hacia la periferia” y lo tomé como una invitación.
Luego de experiencias enriquecedoras, de cambios retadores en el
ínterin, de arrancar de nuevo y los subi-baja
que ello conlleva, se fue gestando la idea de dar un paso más allá. En una
Venezuela donde recomendaban no dejar para nada el terreno seguro, el quince y
último, lo estable, terminé haciendo lo contrario para darle pulitura a lo que
finalmente, en 2017, nacería como Fundación
Impronta.
La idea inicial fue muy sencilla, seguir siendo útiles en una Venezuela
que se cae a pedazos. Aprovechar la experiencia previa – ese gustico apasionado
por servir - para generar oportunidades a aquellos que la han tenido bastante
más cuesta arriba que muchos de nosotros. Sin embargo, arrancar sin el amparo
institucional que alguna vez tuve en la UCAB o el respaldo financiero que
significaba la empresa privada [Fundación Santa Teresa] no es tarea fácil en
medio de una economía que cierra santamarías
a diario, que persigue a quien produce y expulsa a su gente más talentosa, ya
sea de PDVSA como del barrio.
Un primer borrador comenzó con dos simples palabras. Dos valores
contundentes. Tenía muy marcado aun lo que había significado la creación de la
Campaña Amigo Solidario del Centro de Salud Santa Inés UCAB y su
correspondiente uso: el área de atención al paciente más vulnerable de dicho
centro, encomendado a la hermana María del Carmen Pariente, mejor conocida como
Pari. Las anécdotas de los pacientes que atendíamos pasaron a ser una bitácora
extraordinaria de lo que representa servir al más humilde. No era cuestión fundamentalmente
de dinero, era cuestión de compañía, de consejo, de escucha activa, de redes,
de ayudar a conectar. De esa experiencia y esos relatos nace la idea de Impronta
y por ello, las dos palabras que llenaron ese primer bosquejo fueron los
mayores aprendizajes tomados de allí: Dignidad
y Solidaridad.
El peso de esas dos palabras no fue un hallazgo de un día. Es la
experiencia continuada, aprendida, vivida cotidianamente. Por eso, su
contundencia vino por intermedio de algunos referentes que han sido modelo para
sentar las bases de Fundación Impronta y hoy son Miembros Honorarios de la
Fundación. Son a los primeros que quiero agradecer en este aniversario:
Al Padre Luis Azagra, quien confío guíe nuestros pasos desde el cielo.
Siempre he dicho que fue él quien descubrió para qué podía ser yo útil. Me
invitó a participar en su proyecto más ambicioso y al que dedicó sus últimos
años de vida. Nadie ha confiado tanto en mí, en lo profesional, como ese curita
alegre y agudamente inteligente - como buen jesuita -. La dignidad del otro fue
su práctica cotidiana.
A la Hermana Pari, esa santa de carne y hueso que una vez contraté, a
sus 77 años, para constatar que Dios hace milagros a diario. Su nobleza, su
sencillez, su trato con el otro serán para mí, para Impronta, un referente
obligado.
Al Padre Luis Ugalde, a quien agradezco enormemente que hoy esté
celebrando esta misa. Recuerdo aún haber entrado atemorizado al rectorado de la
UCAB en abril de 1998, meses antes de graduarme y haber recibido, de su parte,
mi primera oferta de trabajo con miras a ser profesional. Lo que el P. Ugalde
me dijo aquel día sigue siendo el norte para cualquier organización sin fines
de lucro de cualquier parte del mundo: “Bernardo,
me dijo, no vamos a resolver los problemas de salud que tiene el país, ni
pretendemos lograrlo ni nos corresponde; pero si podemos establecer un modelo
de atención y servicio basado en la dignidad de la persona, que le diga a todo
el país, que es factible brindar servicios de calidad humana, técnica y
solidaria para los más vulnerables”. Padre, creo que lo demostramos e
Impronta es el deseo de extender ese legado.
A mis viejos, agradecimiento extensible a toda mi familia, por ser desde
siempre, el vivo ejemplo de la dignidad y la solidaridad puesta en lo
cotidiano, no con palabras sino con el modelaje permanente. Si hoy me
preguntasen cual sería el factor que más me aleja de la pobreza, quizás más
allá de la estabilidad económica, la educación u otros determinantes, creo que
tener papá y mamá, presentes, más aún en un contexto familiar amoroso y de
apoyo sin condiciones, podría ser una parte clave de la respuesta. Si el mundo
entero tuviese a unos padres como los míos, sin duda alguna sería otro planeta.
La palabra impronta también viene de ustedes; ejemplo calcado para fundar,
junto a Mimina, nuestra propia familia que ha sido apoyo cercano, constante y
sin condiciones en todas mis aventuras. Los quiero con todo mi corazón.
Así, con todos esos buenos condimentos se fue gestando una idea, la cual
un día como hoy, hace 3 años se materializó en estatutos, en plan estratégico y
en unas primeras acciones. Frente a una Venezuela agotada del modelo de
repartición a cambio de dignidad, desde Impronta no hemos pretendido resolver
los problemas de nadie, mucho menos sustituir al Estado, sino acercar a los más
vulnerables oportunidades que les permitan dar lo mejor de sí,
independientemente de donde o en qué condiciones les tocó crecer. Impronta es
como un tren que pasa frente a la casa de muchos. Es decisión de cada quien
tomar o no ese tren, esa oportunidad. Vemos a los jóvenes descubriendo sus
talentos, pero son ellos quienes deben esforzarse en desarrollarlos, pulirlos,
aprovecharlos. Como sabemos que una de las condicionantes de la pobreza es que
pasan por sus hogares, sus comunidades, menos trenes, allí está nuestra tarea.
Tampoco queremos descubrir el agua tibia ni seguir creando estructuras
paralelas. Nuestro foco está en desarrollar las capacidades que tiene cada
comunidad, cada institución - sea pública o privada - pero sirviendo como
mecanismo articulador para apoyarlos en aquello en lo que puedan ser más
débiles y en lo que tengamos nosotros fortalezas. Muy emocionante fue recibir a
principios de este año invitaciones de diversas escuelas públicas, justo para
que le apoyáramos en lo que sienten ahora clave: mantener a sus maestros
motivados, activos, formados, para que la escuela siga. Que esperanza da ello
como país. Y en eso, queremos y podemos apoyar.
Todo lo aquí expuesto sería solo un sueño muy bonito si no fuese porque llegamos a donde teníamos que llegar. Dice la sabiduría popular: “Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana” y así, justamente cuando algunas apuestas iniciales se vieron truncadas, Papá Dios nos puso una ventanota – en la periferia - llamada Caucagüita. A mediados de 2017, por razones más que sociales, ciudadanas, y atendiendo una solicitud del equipo de la AC El Radar de los Barrios, llegué a Caucagüita y conocí brevemente a Henry Vivas. Meses más tarde, Henry escribe invitándonos para visitar su casa pues la había convertido en el primer comedor popular del sector. El impacto en el equipo de Impronta nos llevó a plantear algunas actividades allá y luego de algunas jornadas de salud y un plan vacacional, comenzamos a conocer más y más gente y empezamos a sentirnos en casa. Caucagüita poseía una serie de características ideales para nosotros: vulnerabilidad por la situación económica y además por quedar algo desconectados del resto de la ciudad; poca presencia de otras organizaciones sociales, lo cual hace oportuna nuestra llegada; alta dependencia de instituciones del Estado, por lo cual podemos ser equilibrio; pero sobre todo, por ser una comunidad deseosa de abrir las puertas y querer construir juntos. Hoy, aquí nos acompañan algunos de estos aliados y amigos que nos han permitido pensar en un “nosotros” y practicar aquello que tantas veces he escuchado de boca del Padre Ugalde: “hay que esforzarse más en sumar y multiplicar, en vez de tanto restar y dividir”. A cada uno de ustedes, mil gracias por estrecharnos la mano y abrirnos todas esas ventanas.
Quiero agradecer muy especialmente a todo mi equipo. Como solemos
bromear en la intimidad, somos una especie de perros verdes, algo extraños o diferentes a los cuales muchos nos
siguen viendo con incredulidad. Después de 21 años dedicado 100% al mundo
social, sigo encontrando gente que me pregunta ¿pero el resto del tiempo a qué te dedicas? O personas que creen
que uno es político porque si no hay un objetivo más allá de lo social, como
que no entienden la cosa. Bueno, mi gente es así o mucho más, gente buena,
comprometida y capaz de percibir los pequeños detalles que la vida nos pone por
delante. Gracias por creer en Impronta como parte sustancial de sus vidas.
Y hoy aquí también se agrupan una cantidad de colaboradores, aliados,
amigos que han puesto sus proyectos conjuntos, recursos, talento y sobre todo
confianza para haber crecido durante estos 3 años y para pensar seriamente en
continuar con mucho más impacto y pasión, transformando vidas a nuestro
alrededor. Su apoyo ha germinado y hoy vemos esa semilla convertida en primeros
frutos. Un caluroso abrazo para cada uno de ustedes y la invitación permanente
para que sigan dejando su huella junto a nosotros.
Cierro estas líneas citando textualmente las palabras con que culminaba
el Padre Azagra su discurso al recibir de la UCAB, en el año 2005, el Doctorado
Honoris Causa en Psicología. Cito:
“Y termino: dándole
gracias a Dios. Si como dice San Juan, el modo más verdadero y más auténtico de
amar a Dios es amar al prójimo; el mejor modo de dar gracias a Dios será
también dar las gracias a todos ustedes que vivieron conmigo estos años y que
hicieron posible que llegara este día”
¡Muchas gracias!
3 de febrero
de 2020
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