Agarro las llaves del carro para
salir y veo a Bernardo Andrés echado viendo televisión. En automático le digo: “Nando
¡te quiero!”. Le comento que voy al autolavado, ya que hay poca agua para lavar
el carro en la casa y le digo nuevamente pero ahora más consciente: “¿Sabes que
eres lo que más quiero en el mundo?”. Responde casi sin dejar de ver su
programa: “Si Pa, sé que a mí y a Ale es lo que más quieres en el mundo”.

En fin, el día de fútbol con sus altas
y bajas y las enseñanzas que trato de transmitir así como aquellas que
sencillamente no le interesan, solo me acrecientan un sentimiento: no hay nada
más apasionante que ser papá y no hay amor más profundo que el que se siente
por un hijo.
Algo parecido me pasó con
Alexandra más tarde. Cuando ella se me acercó, yo acababa de leer un párrafo
del libro de Manuel que dice: “Un estudio
encontró que más de la mitad de una muestra de niños de ocho y nueve años
afirmaban que no participaban en actividades deportivas por miedo a tener un
mal desempeño o por miedo a no quedar en el equipo final” Se lo leí a ver su reacción e inmediatamente
me sonrió de manera cómplice. Ale está en el equipo de kickingball de su
colegio pero le tiene pánico a los juegos por el riesgo de que se le caiga una
pelota. Ha sido un tema que hemos venido trabajando para reforzar su confianza
y vuelvo a pensar como papá: no importa cuánto falles, tienes que aventurarte, tienes que tener confianza en
ti misma, tienes que aprender de las caídas, pero siempre, siempre, siempre te
querré.
Este sencillo post nació de la
necesidad de expresar eso que a veces tanto escuchamos como recomendación para
aplicar a la vida diaria. No dejar para mañana decir un ¡te quiero! a la gente que te importa - sin sonar a gurú
motivacional ni a predicador de tv de medianoche -. Cada uno de nosotros tiene
que asumir cada día un sinfín de actividades, trabajo, tráfico, expectativas, etc.
que nos copa en tiempo y disposición, pero fundamentalmente tenemos que enfrentarnos
a nosotros mismos, a nuestra personalidad, nuestro carácter. Eso a veces nos
bloquea y no nos permite saborear lo sabroso de las cosas sencillas.

A quien me quiere, puede tener la certeza que
estas líneas van directo a ellos. Y a mis hijos - este blog, este post, este
pequeño esfuerzo por dejar algunas cosas escritas que probablemente en algunos
años les interese leer - les queda la certeza, para siempre, que son lo que más
quiero en el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario