domingo, 3 de mayo de 2015

Un maratón no se corre solo

Medalla CAF 2015 42K
Esta historia comienza muchos años atrás, cuando en algún momento de mi infancia - como millones de niños - pensé que algún día correría un maratón. Sin embargo me dediqué a los deportes de equipo y aunque siempre me fascinó la velocidad, fue bien adulto que me calcé los zapatos para salir a correr.

La onda de los 10K nos puso a muchos el reto más alcanzable y hace varios años decidí por fin aventurarme a correr una carrera cuando la "Nike 10K" era de las pocas que se organizaban, previo al boom del circuito Gatorade. Luego, como es natural, comencé el reto de ir bajando tiempos y buscar nuevas distancias.

Más adelante, gracias al empuje de Guillo Hernández, me inscribí en los 21K del Maratón CAF 2013 justo el último día de las inscripciones, con el susto de saltar a una media maratón. La experiencia fue increíble y se me metió la espinita de aventurarme a dar el salto completo.     

Durante 20 semanas me preparé, entre madrugonazos en el Parque del Este y los "largos" tempraneros de cada domingo para saltar al ruedo en febrero de 2014; pero justo una semana antes de la carrera, de manera sensata la CAF suspendía el maratón pues en Caracas reinaba el caos. La CAF reorientó para 2015 mudando además la fecha para abril, con la idea de no tener las celebraciones del mes de diciembre en el culmen del entrenamiento. A la postre no sabríamos que sería peor, si entrenar en diciembre o correr con el calor de abril. 

Con Jose recogiendo nuestros números
Mientras pasaba el tiempo, Maickel Melamed iba corriendo los maratones más representativos del mundo, inspirando a venezolanos y extranjeros. Su célebre frase: "si lo sueñas, haz que pase" se me clavaba en la mente cuando sentía que 42K eran imposibles. Seguí entrenando y logré motivar a mi hermano y partner José Antonio para acompañarnos mutuamente y disciplinarnos cada semana. Nos acostumbramos al casi diario mensaje de WhatsApp de las 4:45am: Ahhhh levantarse!!!!  

En fin, el pasado domingo 26 de abril – y a pesar de una virosis estomacal entre jueves y sábado - llegó nuevamente la oportunidad. Si algo aprendí es que muchas carreras las puedes hacer tú, pero un maratón no se corre solo

Con este post recojo mis vivencias y anécdotas de esta experiencia. Con estas líneas pretendo afirmar – como Maickel y muchos otros - que si lo sueñas, sencillamente haz que suceda.

Lo primero a destacar es la enorme emoción de correr en tu ciudad. Alfonso Porras, amigo y experimentado maratonista me decía: “Claro, correr los grandes maratones es fantástico, pero correr en tu ciudad es un privilegio que no tiene precio”. Más en estos momentos que al nombrar Caracas pensamos en hostilidad, tráfico, división política y violencia. Ese día fue distinto, ese día se respiró ciudadanía: las calles fueron para corredores, las aceras repletas de gente para la cordialidad y los únicos colores: el tricolor nacional. Tomar Caracas y recorrer “a pie” sus calles y lugares simbólicos es algo indescriptible, hasta con un saborcito de papelón con limón bien frío que avanzada la carrera algún caraqueño me ofreció.


Kit CAF 2015
Por otro lado, la organización y logística del Banco de Desarrollo de América Latina – CAF – ha sido sin duda el aspecto más reconocido de este evento. Desde la sonrisa y ánimo de todo voluntario – evidentemente entrenados y motivados - en cada labor que les tocó desempeñar, pasando por la extraordinaria hidratación (agua cada 2K que más que para beber se convirtió en placenteros baños de agua fría para bajar la temperatura del cuerpo y atenuar los músculos engarrotados; Gatorade cada ciertos kilómetros, gel energético y bocadillos de guayaba). Todo acompañado de buena señalización, seguridad, voces de ánimo y largas colas de voluntarios que impedían la aglomeración en los puntos de hidratación. En fin, la CAF demostró que el maratón de Caracas es de categoría mundial y nada tiene que envidiarle en organización a los más nombrados del planeta.

Mi carrera fue toda una odisea con sus picos altos y bajos, con sus emociones y sus desánimos propios de quien se aventura por primera vez a correr esta distancia y se estrena en una ruta dura como Caracas justo en medio de una oleada de calor.

Puntualmente dieron la largada a los atletas con discapacidad, para luego, a las 6.00 am en punto, la cuenta regresiva nos decía que era hora. Salí junto a mi primo Gonzalo Guinand, que aunque nunca habíamos corrido juntos, sabíamos que corremos a ritmos similares. La estrategia era la misma que tanto nos habían recomendado: salir suave y conservar las energías la primera mitad. Sin embargo, no llevábamos un kilómetro cuando ya estábamos entusiasmados corriendo junto al grupo que rodeaba la bomba del pacer que ofrecía hacer el maratón en 4 horas exactas. Ya en El Silencio le decía a Gonzalo que íbamos como rápido, pero me sentía tan a gusto entre los otros maratonistas que apostaban por hacer 3:59:59 que seguí la primera mitad entre los gritos de ese animado grupo.

Los primeros 21K son geniales, tanto por lo fresco de las primeras horas como por las zonas de Caracas que se transitan (Av. Bolívar, El Silencio, Av. San Martín, La India, Roca Tarpeya, Av. Victoria). Llegar a Los Ilustres y Los Próceres full de gente, ver las primeras caras conocidas gritando tu nombre, sentir que llevas casi la mitad pero te sientes bien. Sin embargo, aún temprano, en el kilómetro 22 fue que me di cuenta que la mañana estaba caliente y empecé a descender un pelo el ritmo viendo como la bomba del pacer se empezaba a alejar. En ese mismo kilómetro, la parte posterior del muslo izquierdo me tiró un primer templón. Aún estaba a muchos kilómetros de la famosa “pared” y por primera vez un músculo me estaba echando broma. Luego fue la pierna derecha y así descendiendo al resto de los músculos de ambas piernas. En pocos kilómetros mis piernas eran como una tabla y faltaban cerca de 20k por recorrer.

Honestamente, a diferencia de lo que me había preparado mentalmente, mi verdadero maratón estuvo entre el kilómetro 22 y 25. La cabeza me hizo estragos: era imposible terminar el maratón “engarrotado” desde tan temprano. Empecé a descender el ritmo sin dejar de pensar que había fracasado y que había esperado tanto para ni siquiera llegar al kilómetro 30. Pero mi mayor preocupación estaba en cómo le iba a avisar a mis hijos que me estarían esperando en el kilómetro 34-35 y cómo explicarles que no siempre se llega a la meta. No sé cómo transité esos tres kilómetros, pero opté por hidratarme muy bien y tomarme otro gel que me dio un segundo aire y me catapultó hasta el kilómetro 31 cuando tuve que parar por el dolor en las piernas. Cabizbajo y desesperanzado veía que se acercaba además la parte más dura, la subida entre la Río de Janeiro y la Av. Francisco de Miranda. Fue en ese momento que un ciclista desconocido que iba en la vía de al lado - sin entorpecer el maratón - me empezó a gritar: “Epa tú, 625, ¿te vas a quedar parado luego de llegar hasta aquí? ¿Cuánto te faltan, unos 11k? Dale pues”. Al intentar justificarle mi dolor, el pana anónimo siguió insistiendo: “No me muevo de tu lado hasta que no sigas corriendo” Y así fue, empecé a correr de nuevo en la subida con el ciclista alentándome. Me olvidé de marcas, de tiempos, salvo de una: quería llegar a la meta así fuera gateando. Era mi primer maratón y siempre mi primer reto había sido completar la distancia.

Mensaje de Ale
Al ciclista lo vi algo más adelante y seguía pendiente de mí. A duras penas alcancé la Francisco de Miranda pero ya los tiempos no me importaban sino alcanzar agua para bajarme la temperatura, ir sumando metros y poder llegar a donde debían estar mis hijitos. Durante el trayecto nunca dejé de ver mis dos brazos. En el derecho, Alexandra (mi hija de 10 años) me había escrito: “No te rindas Papi”; en el izquierdo, Nando (mi hijo de 8) fue más competitivo: “Que ganes Pa”. El reto y compromiso había trascendido a ser solo conmigo mismo. Finalmente llegué al elevado de Los Ruices y justo al bajar los vi esperándome con pancartas. Sentí mucha emoción por un lado al verlos allí, pero algo de vergüenza por llegar bastante peor de lo que estimaba. Había alcanzado otra meta, pero esa me llevaba a la siguiente. A mi alrededor, todos mis compañeros trotadores se agarraban los muslos y vi a muchos atletas acostados en la acera con sus respectivos calambres. Así sería el panorama que mi esposa al verme me preguntó si quería que me acompañara. Creo que nunca se imaginó que mi respuesta sería afirmativa. Afortunadamente, Carolina - mi comadre - había ido con ella y se pudo quedar con los chamos, así que sin prepararse Mimina se embarcó en los últimos casi 8k para empujarme a la meta.
Llegando a ver a mis chamos. Se nota
que no era el único agotado. 

Negociamos cada paso, cada cuadra para no decaer. Nos pusimos metas cortas: hasta la esquina, hasta el semáforo, pasar los grupos de gente sin parar. En Plaza Altamira encontré a la esposa de mi mejor amigo de infancia y me dio un cooler de agua gélida. Al despedirse recuerdo haberle escuchado: “solo 5 más, solo 5”.

Físicamente – salvo las piernas - me sentía bien y faltando 3k quise trotar más rápido pero la batata izquierda se engarrotó de una manera que tuve que parar en seco y casi pensar que hasta ahí llegaba. El músculo no solo estaba tieso sino que se había dividido en dos. Unos 50 metros de destemplada y piano piano arrancamos de nuevo. En el 40 tenía ganas de salir a correr y ahora más bien mi esposa me decía que no tan rápido. Cuando vi La Previsora sabía que era cuestión de tiempo, y justo antes de meternos debajo de la fuente de Plaza Venezuela apareció mi eterno compañero – mi hermano Jose que había culminado sus 21K – a completar el último kilómetro a mi lado. Un esfuerzo más en la última subida y luego tener que controlar las ganas de correr más rápido cuando todo el mundo coreaba: “vas llegando, vas llegando”. Reconocí la voz de la Tati Rojas gritando: “Vamos Bernie, dale, fino”. Ella había completado sus primeros 21K y luego supe que el hecho de yo correr 42 le habían servido a ella para alcanzar su meta. Así que esto de la motivación es como una cadena.

Misión cumplida!
Con Mimina luego del maratón













Unos pasos más y listo. Ninguna marca récord, muy lejos de mis expectativas iniciales, pero acababa de completar mi primer maratón cuando en el kilómetro 22 lo sentía imposible. Era cuestión de adaptar la meta a lo que me parecía más importante: llegar.

Mi otra medalla que vale oro
Después de correrlo me enteré de lo sobrehumano del clima y que todo el mundo subió sus tiempos. “Mal de muchos, consuelo de tontos” dice el refrán popular. Llegué a mi casa y puse un check en mi propio “Bucket List” que decía: Correr un maratón. Ese día dije no más, misión cumplida… pero debo reconocer que ya hoy - una semana después - estoy pensándolo de nuevo. Tal vez si salgo más lento, tal vez si el clima no es tan terrible, tal vez si busco otra experiencia.

Quien sabe, lo que si tengo claro es que cuando vuelva a salir a patear el asfalto recordaré que un maratón no lo corre uno solo, sino una ciudad entera y que un montón de gente – los que he nombrado y muchos otros que no – me hicieron cruzar la meta.

Esperamos que la CAF nunca se vaya de Caracas. Gracias CAF, gracias Caracas!

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