Bernardo Guinand Ayala
Otra mañana de cielo azul ya bien entrado el año. Llegamos
a abril y no deja de sorprender la nitidez del Ávila y del cielo que cubre a
Caracas. No así en lo político, con un nubarrón que nos acecha desde hace unos
18 años.
Llevo a los chamos al colegio y me devuelvo a la
casa a trabajar un rato. Había suspendido una reunión pautada para esa mañana
acatando la convocatoria de los demócratas a salir una vez más a la calle, en
este caso para comenzar el proceso de destitución de los “magistrados” del TSJ
quienes, a través de una sentencia sin precedentes, dieron un nuevo golpe de
estado. No el primero de este régimen ciertamente [quien viola la Constitución
a diestra y siniestra con bastante regularidad] pero si el más obvio y
descarado.
Entre 9:00 y 9:30am suena el timbre de la casa.
Como ha sido costumbre desde aquella primera marcha, un ya lejano 23 de enero
en los albores del siglo XXI, mi viejo se presenta preguntando quién lo
acompañaría a marchar. “Ya yo estoy
listo, dime cuando salimos pues la convocatoria es temprano”. Entre esa
hora y las 10:00am tocó el timbre unas dos veces más, impaciente por salir.
Emprendimos rumbo a Chacao para recoger a José Antonio
en la acera norte de la Francisco de Miranda. Mi viejo se impacienta al ver que
no llega. Mil y un marchas y aún sigue inquieto queriendo llegar pronto. Se
baja del carro a apurar a Jose a quien encuentra en toda la esquina. Seguimos y
en la vía nos enteramos que la concentración se reubicaría hacia las cercanías
de la Plaza Brión de Chacaíto, pues, para variar, desde muy temprano el
gobierno había desplegado su séquito de militares, policías y paramilitares armados,
para impedir el normal desarrollo hacia la Asamblea Nacional.
El mundo entero clamando la restitución plena de
las funciones de los parlamentarios y el régimen sigue de espaldas, apostando
al único refugio que le queda: violencia y abuso de poder.
A golpe de 10:45am nos incorporamos al río de gente
que venía subiendo a pie desde Chacaíto tomando la Av. Libertador. Apenas
recorríamos los primeros metros recibo una llamada desde Radio Caracas Radio
para hacer un contacto en vivo para “El Radar de los Barrios”. Vamos al aire, Evelyn
y Jim desde el estudio me dan el pase para dar un breve resumen de lo que está
sucediendo en ese momento. En medio de mi intervención se me ocurre decir que
prefiero tener el testimonio de la persona que me ha sembrado el amor por este
país: mi papá, quien con sus ya casi 81 años estaba nuevamente allí, marchando
por Venezuela. Siempre más emocional que racional, mi viejo trasmitió en vivo
sus razones de estar allí, su llamado a los más jóvenes a que se incorporaran y
su convicción por ver el inicio de un cambio en el país. Como es usual en él,
dijo poco y transmitió mucho. Me sorprendió el breve espacio de silencio que
tomó para que Evelyn recobrara el mando, manifestando luego estar sumamente
emocionada con el espíritu de mi viejo. “Don Eduardo” comienzan a llamarlo mis
compañeros del Radar, en señal de respeto y admiración.
Minutos más tarde ya estábamos en medio del tumulto
entre diputados y demás manifestantes. Estábamos en la última de las barricadas
puesta por la Policía Nacional Bolivariana en la parte alta de la Av.
Libertador. Cuadras más adelante se veía otro grupo, aún más numeroso, cuyo
destino también estaba bloqueado por otro contingente antimotines.
Prudentemente José Antonio - mi hermano menor - me sugiere no adelantarnos
mucho para quedarnos más rezagados con mi papá. Inclusive, en un momento que
algunos sugirieron bajar a la parte inferior de la Libertador, me dijo “ni de vaina”. Ya tantos años tragando
gas del bueno, hacen que uno empiece a dominar ciertas técnicas de escape. “Y menos con mi viejo”, recalcaba Jose.
En un camión improvisado, un mensaje del Diputado
Carlos Paparoni transmitía algo diferente: “Manténganse
aquí. Hoy no vamos a ceder tan fácil”. Algo hacía sentir que los diputados
se la estaban jugando.
A pesar de haber percatado el viento a nuestro
favor, algo después comenzó la lluvia de lacrimógenas. A lo ancho de ese cielo
azul se empezaba a ver el humo de las bombas que venía y luego se devolvía a
quienes las lanzaban. Sin embargo, poco a poco empezó a llegar y comenzaron las
carreras desesperadas de algunos con los ojos llorosos. Nos pintamos la cara
con la pasta de diente que nos prestó algún estudiante más preparado. Mi viejo,
a pesar de haber marchado todos estos años y de habernos dado un susto aquel 11
de abril de 2002, sigue preguntando para qué sirve la pasta de dientes. Igual
le puse su “bigote” blanco y empezamos a retroceder manteniendo la calma.
Pasito a pasito como la canción íbamos entre una multitud que se hacía más
apretada.
Jose iba a la cabeza, yo luego, mi viejo detrás. En
un momento volteo para ver que no se
quedara rezagado y lo veo justo dando una
mirada hacia atrás, cuando me parece ver algo muy rápido volando como con una
estela de humo. No puedo garantizar si vi una bomba lacrimógena o una piedra,
pero lo cierto es que algo venía de forma horizontal desde el lugar que estaba
la PNB, con la puntería necesaria para atinarle a la cabeza de mi viejo justo
en la ceja derecha. Al ver como se agachó y llevó sus manos a la cara me di
cuenta rápido que le habían dado. Retrocedo y lo veo con sus dos manos
tapándose el ojo. Le pido que abra las manos para verlo con el susto de no
saber qué encontrar. Apenas se deja ver, ya las manos estaban ensangrentadas y
se empezaba a formar un bulto en su frente. Calma, calma. Si algo me doy cuenta
que hemos aprendido con este régimen malandro, es a no desesperar. Paro a Jose
y le digo que a Lalo le pegaron. Ambos lo abrazamos con el único norte de salir
pronto del ambiente lacrimógeno. En ese trayecto solo atinaba a decir, con la
fe en Dios que lo caracteriza: “Todo sea
por el país, todo sea por el país”.
Levanto la cabeza y justo en frente tengo a Carlos
Ocariz, Alcalde del Municipio Sucre a quién Jose agarró pidiendo apoyo. No
pasaron dos segundos que Ocariz dijo a un motorizado que andaba con él, que
socorriera a mi viejo: “A Salud Chacao, a
Salud Chacao, pronto” y mi papá, golpeado pero enterito se montó en esa
moto como un carajito. Al mejor estilo venezolano, me percaté que si mi viejo
abrazaba bien al pana motorizado, yo cabía atrás al estilo de San Pancracio “Una
nalga adentro y la otra en el espacio”. Y así nos fuimos sin saber mucho a donde,
pero alejándonos pronto del tumulto.
Después de una perdida en Chapellín, atravesamos el
Country Club y llegamos al Pedregal. Recordé que allí está un ambulatorio que
lleva el nombre del Dr. Guillermo Hernández Zozaya, insigne médico venezolano,
abuelo de mis primos Guinand Hernández. Recordé la anécdota que cuando el Dr.
Hernandez Zozaya murió, la comunidad de El Pedregal no dejó que la familia
cargara su féretro. Ellos mismos lo levantaron en hombros y lo pasearon por esa
comunidad popular de la cual fue médico abnegado.
El Dr. Hernández había sido pediatra de mi viejo,
así que podía ser un buen presagio para
este reencuentro. Bajo de la moto y pregunto rápidamente si pueden brindarme los primeros auxilios. En pocos minutos mi viejo estaba en un cubículo, custodiado de varias enfermeras y doctoras. Diligentemente una enfermera agarró gasa y le limpió la herida percatándonos que no era profunda. Un par de steri strips bastaron para tapar la herida, mientras la cara se le iba transfigurando al punto que el ojo derecho se le iba desapareciendo tras la hinchazón. Una doctora hacía la referencia urgente a un oftalmólogo, mientras la enfermera tomaba la tensión percatándose, que, a pesar del susto, el paciente ya sonreía marcando un estupendo 120/80.
El cuerpo de mi viejo puede ser vulnerable, pero su
espíritu es inquebrantable.
Minutos más tarde llegó mi hermano Eduardo con su
hija Daniela y luego mi mamá, que con su característico temple de acero ya tenía
todo resuelto para llevarse a su viejito
[55 años juntos] a chequearse a profundidad. Mi papá, aún herido, dedicó unos
minutos para agradecer y "echarle" la bendición a todo el personal del ambulatorio,
así como contarles sobre el insigne doctor que da nombre al centro asistencial.
Mi viejo está bien, su ojo está fuera de riesgo
gracias a Dios. Aprendimos a amar este país con su ejemplo de trabajo y
honradez. Se siente fuerte para seguir luchando por este país hasta que Dios le
de fuerzas y sumamente emocionado por las innumerables manifestaciones de
cariño y solidaridad que le han llegado de cualquier rincón del planeta. Quien
ha sembrado amor, no puede cosechar otra cosa.
Su llamado una y otra vez es a los más jóvenes, a
que esta lucha es por ellos y que debemos mantenernos unidos. Te seguiremos
acompañando en tus convicciones viejito.
Don Eduardo,un prócer!
ResponderEliminarMejor imposible asi somos los de 80 y mas.
ResponderEliminarUn buen ejemplo de amor y entrega por el País #TodoSeaPorElPais
ResponderEliminarSuper inspirador tu relato..
ResponderEliminarDan ganas de regresar a dar el pecho y recuperar el Pais que nos dio tanto...
Gracias por compartir!
Gracias a Don Eduardo por ese ejemplo de lucha, perseverancia y altivez!
El temple de la estirpe Guinand-Baldo tenia que ser...
Que todo este esfuerzo sea por el Pais que queremos!
Dios guarde a tu viejo y a tu familia, un relato muy inspirador y conmovedor
ResponderEliminarUna belleza de relato un viejito de los de antes temple y amor por lo suyo! Gracias por compartir
ResponderEliminarMucho dolor por ver sus fotos desde afuera y no poder hacer lo que durante 15 años estuve haciendo, marchar... cuando alguien comento: "pero tambien que hace un Sr. de esa edad ahi?" Simlemente contesté, con tristeza y muchisima verguenza: hace lo que no estamos haciendo nosotros, luchando con honor, dando el ejemplo.... esa foto de su cara que me hizo llorar tanto por lo terrible, me hizo tambien agradecerle a Dios por lo edificante. Gracias infinitas por su ejemplo y coraje, de una pariente que quiere volver (Ines Ayala de Iturriaga)
ResponderEliminarQue puedo decir de Eduardo Guinand?, es un ser ìntegro, entero, de fe inquebrantable (lo que percibo), de grandes valores y principios (los cuales enseñò a su familia), recuerdos de mi niñez, y hasta el dia de hoy, Titì lo sabe pues cuando nos vemos el cariño y el amor es fraternal.... Dios les bendiga, se les quiere y ama con el alma, sana pronto, un abrazo para todos y que toda la Corte Celestial nos ayuden a finiquitar estas desagradables situaciones por las que Venezuela ha tenido que vivir; y que el Espìritu Santo guìe a los que en un futuro agarren las riendas del paìs, junto a la Sagrada Familia y a la Santìsima Trinidad, amen amen amen.
ResponderEliminarQué relato más conmovedor!!! Seguimos su ejemplo Don Eduardo!!!
ResponderEliminar¿Cómo que un viejito de los de antes? Nada de eso. Un PATRIOTA DE LOS DE AHORA! ACTIVO, vigente y muy querido. ¡Chapeau!
ResponderEliminarDios lo bendiga Don Eduardo.
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