Bernardo Guinand Ayala
Corre el mes de abril. Otro año, la misma calle, más arrechera. El
único legado que dejó aquel populista militar fue odio y aún hoy lo seguimos
padeciendo. Como ha sido costumbre estos días, la Guardia Nacional [cuyo lema “el
honor es su divisa” ahora nos produce no menos que un ataque de acidez]
despliega su incontenible furia contra cientos de miles de manifestantes que
pedimos libertad y elecciones.
Represión en la AFF #19Abr |
Bombas, humo, tanquetas, estruendos vuelven a la escena. Cabe destacar
que nos vamos acostumbrando a ellas, pero cada quien a su respectiva distancia.
Emprendemos retirada - demasiada gente para correr - y entre la multitud, las
piernas de mi padrino destacan entre las menos ágiles. A medida que pasan los
años parece que la responsabilidad asumida en la pila bautismal se invierte.
“Por aquí no, sigue por la
autopista, muévete viejito, móntate en esa isla” voy dando instrucciones, pero
igual nos vamos rezagando y nuestros compañeros de marcha se dispersan, escapando
cada quien por su cuenta. Entre la angustia y el desespero, mi padrino con sus
ojos enrojecidos cae - cual largo es - en plena vía y al volver la vista atrás
quedamos junto a los jóvenes traga-bombas y las tanquetas endemoniadas. Bajo la
mirada, trato de cargarlo y una bomba va volando hacia nosotros por un costado.
Entro en pánico y al no poderlo levantar corro unos metros más adelante,
mientras un par de héroes anónimos con máscaras anti-gas lo socorren.
Leopoldo Guinand Baldó afectado por las bombas |
Aún en medio del bombardeo me tranquilizo, ajusto la máscara de buceo
que llevé, empapo el pañuelo con más bicarbonato diluido en agua y volteo de
nuevo a buscar a mi padrino entre las latas de humo que revolotean alrededor.
Tal como le escuché a Tomás Vivas [el joven merideño que toca el cuatro mientras
nos reprimen] ese momento parece vivirse en cámara lenta. Ya no se escuchan las
bombas, te acostumbras a transitar en un campo lleno de humo, ves volar cosas
en todas direcciones y aun así me encuentro ahora sorpresivamente relajado, al
punto de sacar el teléfono con esa obsesión que tenemos en esta era digital de
documentar todo.
Hemos marchado desde la proclama del decreto 1.011. Hemos recorrido
cada calle de Caracas pidiendo elecciones, renuncias, derechos, paz, alimento y
un larguísimo etcétera. Hemos enfrentado la muerte cientos de veces. Pero nunca
- como en este 2017 - me he cuestionado tan en serio si estoy dispuesto a
morir.
Sé que tal vez esta interrogante suene desproporcionada o hasta
chocante. Incluso que suene pedante tirárnosla de mártires. Quizás la mayoría
piense que la época en que la gente daba la vida por la Patria o la
independencia quedó para los libros de historia. Pero acaso, consciente o
inconscientemente ¿cada vez que salimos a la calle a protestar desprovistos de cualquier
protección [o hasta literalmente desnudos] no nos estamos jugando la vida?
Mis anécdotas son cada vez más cercanas. Mi padrino, mi papá, mi primo
Andrés [dado de
alta ayer luego de fractura de cráneo] afortunadamente viven
para contarlo. Pero hoy #26Abr un joven estudiante [Juan Pablo Pernalete] murió
por el impacto de una bomba lacrimógena en su pecho, en el mismo asfalto que
recorríamos nosotros.
Andrés Guinand herido #19Abr |
Obvio que no quiero morir. Obvio que quiero ver a mis hijos crecer.
Obvio que hay mucho trabajo por hacer y que nos necesita vivos. Pero aún conscientes
que mañana puede tocarnos la suerte de Juan Pablo [o tantos otros asesinados
por este régimen] seguimos saliendo.
Está pasando algo importante en Venezuela, está pasando algo
trascendental. Pareciera que estamos dispuestos a jugarnos la vida individual
por valores colectivos. Pareciera que nos jugamos la vida a cambio de un país con
justicia. Pareciera que nos jugamos la vida por el rescate de la dignidad. No es
cuestión de heroísmo, pero en la práctica, estamos saliendo millones de
personas cada día dispuestos a sacrificar nuestras vidas, por un sueño llamado
democracia.
26 de abril de 2017
Bravo Bernardo! Estirpe de valientes! Dios te cuide! Venezuela necesita los talentos de sus jovenes!
ResponderEliminarEstupendas reflexiones, tocayo. Es hora de repensar la patria y de repensarnos a nosotros mismos. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarValiente y excelentemente escrito! Cuídate... Como bien dices, "nos necesitan vivos" ...
ResponderEliminarvalientes! Eso es lo que son ustedes...unos grandes valientes. Nunca antes la patria había dolido tanto. Gracias Bernardo y gracias por todos los Bernardos, Andrés, Leopoldos, etc que marchan a diario en las calles Venezolanas.
ResponderEliminarQuerido Bernardo, yo también me lo he preguntado, y no sólo cuando salgo a la calle a protestar, sino todos los días, pues este país se ha vuelto un campo de batalla cotidiana. Seguimos apostando la vida por la DEMOCRACIA , Y POR NUESTROS HIJOS. Gracias por poner en el " papel" lo que muchos sentimos y pensamos pero que no somos capaces de expresar, por creer que los demás les puede parecer exagerado. Un fuerte abrazo. seguimos en la calle.
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