domingo, 9 de abril de 2017

Pasión venezolana

Bernardo Guinand Ayala

El domingo de ramos ha sido de los días que más gratos recuerdos me trae de la tradición católica y tengo muy claro el por qué. Durante toda mi infancia - cercano a la celebración de la Semana Santa - en mi Colegio De La Salle tan querido solíamos representar la pasión de Cristo. Era realmente una producción increíble que convocaba a todos los alumnos del colegio, bajo la dirección general del muy apreciado Hno. Iñaki. La puesta en escena de esta representación viviente se llevaba a cabo en el campo de fútbol del colegio e iniciaba con la entrada triunfante de Jesús en Jerusalem, entre palmas y alegría, justo lo que hoy celebramos como domingo de ramos.

Cuando estaba en los primeros años de primaria, recuerdo haber vivido ese momento como si fuera real. Jesús, que solía ser representado por algún alumno de los últimos años de bachillerato, iba efectivamente montado en un burro que era guiado por el propio Hno. Iñaki con una túnica que parecía trasladarnos a la época. Recuerdo los saltos de algarabía que dábamos rodeando a Jesús con el “Hosanna” de fondo de la versión en español de Jesucristo Superstar.    

Foto: José A. Guinand A.
Cada domingo de ramos, al recibir la palma a las puertas de la iglesia revivo mi infancia y el recuerdo de ese Jesucristo triunfante. Pero el domingo de ramos tiene una característica muy particular, pues durante la liturgia se muestran dos momentos antagónicos en la vida de Jesús. En primer lugar, se lee el texto correspondiente a ese momento de euforia durante la llegada a Jerusalem, pero luego se de paso al evangelio de la pasión de Cristo. En menos de una semana, Jesús pasa de ser aclamado para ser luego condenado, azotado y crucificado.    

Quien haya asistido a misa, se le hará prácticamente imposible no comparar estos evangelios con lo que estamos viviendo en Venezuela. Frecuentemente nos aconsejan leer la palabra de Dios y tratar de entender su significado en nuestros tiempos. Hoy, fue realmente contundente esa cercanía a nuestros tiempos. Comparto algunas de mis reflexiones.

Jesús fue perseguido y condenado por los que ostentaban el poder. Los sumos sacerdotes - sin pruebas ni razón - exigían la condena de Jesús. Actuaban como “magistrados” todopoderosos, que sin sustento en la ley y a través de un juicio viciado, pretendían mantener su posición. Hoy Venezuela cuenta con magistrados del mismo talante, distantes de la ley y más aún, de la gente. Describir a los sumos sacerdotes de esa época es describir a aquellos funcionarios corrompidos que desean mantener sus prebendas en la Venezuela de hoy.      

Después de condenado, Jesús es entregado a los soldados romanos para ser azotado. Recuerdo que de niño siempre me impactó la escena cuando, con saña, era flagelado por varios pretorianos. Recientemente rememoré esa escena, pero de la polémica película dirigida por Mel Gibson y me estremecía viendo el horror como se afincaban para proferirle mayor dolor. No contentos con el sufrimiento, los ejecutores reían, escupían y se burlaban cínicamente de Jesús. Es difícil asimilar tanta maldad, tanta crueldad; sin embargo, estos días hemos visto como policías y militares, vistiendo el uniforme que los obliga a defender una patria, propinan a sus coterráneos bombazos, perdigones, pero sobre todo linchan entre varios y con mucha saña a personas indefensas que solo piden respeto a la ley, a la libertad, a la democracia. ¿De dónde proviene tanto odio y resentimiento? ¿Esta gente disfruta haciendo el mal? ¿Cómo llegan a sus casas y ver a la cara a sus hijos? ¿Por qué tanta ausencia de Dios?

La pasión de Cristo está en nuestras calles, en los padecimientos de nuestra gente. La pobreza de espíritu sembrada y abonada por el régimen que gobierna se transforma en una grave carencia de valores. Que falta hace Dios entre nosotros, entre todos nosotros.                 

Vivimos momentos críticos y tanto ahora, como en la época de Jesús, el miedo se apodera de nosotros. Pilatos prefirió lavarse las manos por miedo a contradecir. Pedro negó a Jesús tres veces por miedo a ser perseguido. Un nutrido grupo de personas, que días atrás aclamaba a Jesús, se convirtió en turba que lo apresaba por miedo a desencajar. Hoy muchos estamos también llenos de miedo, los que hemos opuesto siempre al gobierno y también los que están dentro buscando salidas. Pero ese miedo que paraliza se neutraliza con una fuerza mucho más grande: la fe.

De la euforia de las palmas pasamos a la cruda pasión de Jesucristo. Pero, gracias a nuestra fe, sabemos que al final Jesús resucitó. Tal como sucederá con Venezuela.  


9 de abril de 2017

Domingo de Ramos

1 comentario:

  1. Para la reflexión, Bernardo. Aunque no profeso la fe cristiana, creo en Dios a mi manera.

    ResponderEliminar