domingo, 8 de mayo de 2016

Huir hacia adelante

Las comparaciones suelen ser odiosas, pero también pueden ser muy ilustrativas, sobre todo si pretendemos plasmar las distintas posiciones que podemos adoptar nosotros y las instituciones a las cuales pertenecemos en medio del país que tenemos y queremos.

La situación país nos puede paralizar o nos puede animar a ser creativos y buscar formas novedosas para avanzar y no quedarnos a la espera de que un cambio llegue para luego actuar. A raíz de algunos encuentros en diversas organizaciones pero de áreas afines, llego a la conclusión que existen una serie de premisas claves que inciden en que alguna organización decida achantarse o echar para adelante en medio de esta crisis que estamos padeciendo.

Nadie duda que el sector salud está en terapia intensiva, sin embargo, en reuniones en dos instituciones prestadoras de salud de cuarto nivel, constaté dos realidades totalmente opuestas. En un hospital público de gran envergadura, me encontré con un nivel de desesperanza atroz por parte del cuerpo médico. Parece tan difícil salir del atolladero que casi desean que el hospital termine de colapsar para ver si arrancan de cero en algún otro lugar. En sus manos sienten que solo queda elevar su voz de protesta, divulgar la situación de crisis y que de ese colapso venga algo nuevo. Ya sus propuestas parecen carentes de soluciones por sentirse atados de manos.

Al día siguiente tuve otra reunión en una institución privada sin fines de lucro que brinda también servicios asistenciales de salud. En medio de esta crisis han convertido en realidad el sueño de tener hospitalización y convertirse en la mayor referencia de salud del país. La demanda de sus servicios - en algún momento de estos álgidos años - se elevaba al ritmo de 10% mensual con los retos que significa responder a esa vorágine. En la reunión plasmaban el deseo de seguir avanzando y de crear una generación de relevo que sea capaz de responder a los retos futuros.

Para que la discusión o conclusión no se quede en una diferencia entre lo público y lo privado, abordo otro ejemplo en el sector educación, ambas instituciones privadas sin fines de lucro y particularmente me voy a referir a sus estrategias de recaudación de fondos para sus programas.

En el primer caso he querido apoyar como voluntario a una institución donde me formé, tratando de incentivar la búsqueda de mejores prácticas de fundraising (procura de fondos). Por más de un año todos los esfuerzos han sido en vano por múltiples razones, destacando la falta de articulación y la escasa libertad otorgada para poder ayudar. Cada discusión se ha centrado en abordar asuntos internos, cuotas de poder, niveles de decisión, metas impuestas y muy poco sobre lo que realmente podríamos hacer y menos aún, hacerlo.    

La segunda institución es un colegio el cual no conocía directamente sino hasta hace poco, a raíz de la referencia hecha por un amigo – padre del colegio – que me propuso para dictar un taller de fundraising a la comisión de financiamiento institucional - conformada por padres del colegio y su directiva -. Solo bastó una mañana de mi tiempo para terminar de inyectar al equipo el empuje necesario para articular una extraordinaria campaña que busca hacer las inversiones necesarias para adecuarse a los niveles de educación exigidos internacionalmente.

Este equipo tuvo la gentileza de invitarme como “experto” a constatar el desarrollo de una de sus primeras iniciativas de la campaña. Más allá de la campaña en sí, lo que pude observar fue el liderazgo del equipo directivo del colegio, su transparencia y profesionalismo frente a sus potenciales donantes, su deseo de articular y hacerlo mejor la próxima vez. La campaña es osada y aun así, la desplegaron en medio de toda la incertidumbre que vive Venezuela.    

Estos cuatro casos me ayudan a esbozar algunas premisas que sirvan de orientación a las organizaciones venezolanas en estos momentos. Traté de resumir todo en 3 ideas claves bautizadas como AGA: Autonomía, Gerencia y Articulación

En el caso de las instituciones públicas, la falta de autonomía suele ser un elemento crítico. Ya hace muchos años le oí a un director de hospital que sin autonomía funcional y financiera, era imposible rescatar un hospital. Eso se ha acrecentado recientemente con la vuelta de la más absurda centralización. De hecho, los hospitales públicos que fueron exitosos en un pasado cercano, fueron producto de la descentralización y consecuente autonomía en decisiones y financiamiento. Un gerente, por bueno que sea, jamás podrá actuar adecuadamente si no tiene la posibilidad de disponer de sus diferentes recursos, ya sean humanos, materiales, financieros, relacionales o tecnológicos.

Ahora bien, en los casos que ilustramos, autonomía no solo significa tenerla sino saberla otorgar y por ello la falta de la misma no solo afecta a entidades públicas, sino también puede estar presente en organizaciones donde algún departamento o institución afín, aun queriendo colaborar, termina por no hacer nada pues todo depende de un nivel central que no otorga libertades ni confianza para que otros construyan. En estos momentos país, ese desaprovechamiento de los talentos es letal.

En segundo lugar, para toda organización, tener el necesario nivel de gerencia es medular. Allí radica gran parte de la lógica organizacional moderna y más aún, en momentos difíciles. Un buen gerente es que el que sabe otorgar buen nivel de autonomía a sus entidades o departamentos y sabe articular sus talentos y aliados para orientarlos al cumplimiento de sus objetivos. En los dos casos positivos que resalté arriba, los gerentes han ejercido el correcto nivel de liderazgo, compartiendo la visión y sumando los esfuerzos y aportes de los demás. Esos líderes, con la dura situación actual, han salido fortalecidos y han puesto a sus instituciones a la vanguardia.

Por último, la situación actual de nuestro país exige de sus organizaciones y líderes, muchísima capacidad de articulación. Lo que antes podíamos hacer por nuestra cuenta, ya no es así. No es un tema fácil pues significa salir del área de confort, salir del lugar que domino y donde mando,  depende de mucho tacto y de reconocer que para ciertos temas debes contar con aliados – que tienen su propia dinámica e intereses -. Articular, en este caso significa sumar, convocar, conectar. Significa alianzas, convenios, sinergia, confianza.

En el fundraising, por ejemplo, articular significa poner de acuerdo a un sinnúmero de potenciales aliados, pero cada quien con roles y posiciones diferentes. Los tiempos suelen ser ajustados, las palabras deben ser precisas, el objetivo debe ser muy claro y compartido y sobre todo debe existir la convicción de que es factible, aún en la Venezuela de hoy. Quien lo entiende y practica así - como el caso del colegio donde el tren directivo, los padres, las distintas comisiones encargadas están alineados – saldrá, no solo con el financiamiento esperado sino con el liderazgo fortalecido.  Quien por el contrario, no emprende escudándose en la situación económica del país, o no da suficiente valor y reconocimiento a sus donantes y aliados, o compite internamente por recursos sin articular ni mostrar los objetivos a sus colaboradores, se quedará sin recursos y sin gente.

Venezuela exige un esfuerzo adicional y medidas concretas e inspiradoras. Quienes estamos aquí, no podemos esperar a que la situación cambie para arrancar a construir. Nuestros niños y jóvenes no pueden aplazar la calidad de sus estudios mientras esto se resuelve, los enfermos no pueden esperar que terminen de colapsar los hospitales o que cambie el gobierno, para aspirar a curarse o ser tratados con dignidad. Los que estamos aquí, no tenemos otra escapatoria que no sea procurar construir enfocados en elementos que apunten a la autonomía de las instituciones, una gerencia de calidad y articulados con colaboradores y aliados claves. Los que estamos aquí, no tenemos otra – y copio las palabras de un director de colegio preocupado por la calidad de la educación en Venezuela – que “huir hacia adelante”.          
     

08 de mayo de 2016

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