Las comparaciones suelen ser odiosas, pero también
pueden ser muy ilustrativas, sobre todo si pretendemos plasmar las distintas
posiciones que podemos adoptar nosotros y las instituciones a las cuales
pertenecemos en medio del país que tenemos y queremos.
La situación país nos puede paralizar o nos puede
animar a ser creativos y buscar formas novedosas para avanzar y no quedarnos a
la espera de que un cambio llegue para luego actuar. A raíz de algunos
encuentros en diversas organizaciones pero de áreas afines, llego a la
conclusión que existen una serie de premisas claves que inciden en que alguna
organización decida achantarse o echar para adelante en medio de esta crisis
que estamos padeciendo.
Nadie duda que el sector salud está en terapia
intensiva, sin embargo, en reuniones en dos instituciones prestadoras de salud
de cuarto nivel, constaté dos realidades totalmente opuestas. En un hospital
público de gran envergadura, me encontré con un nivel de desesperanza atroz por
parte del cuerpo médico. Parece tan difícil salir del atolladero que casi
desean que el hospital termine de colapsar para ver si arrancan de cero en
algún otro lugar. En sus manos sienten que solo queda elevar su voz de
protesta, divulgar la situación de crisis y que de ese colapso venga algo nuevo.
Ya sus propuestas parecen carentes de soluciones por sentirse atados de manos.
Al día siguiente tuve otra reunión en una
institución privada sin fines de lucro que brinda también servicios
asistenciales de salud. En medio de esta crisis han convertido en realidad el
sueño de tener hospitalización y convertirse en la mayor referencia de salud
del país. La demanda de sus servicios - en algún momento de estos álgidos años
- se elevaba al ritmo de 10% mensual con los retos que significa responder a
esa vorágine. En la reunión plasmaban el deseo de seguir avanzando y de crear una
generación de relevo que sea capaz de responder a los retos futuros.
Para que la discusión o conclusión no se quede en
una diferencia entre lo público y lo privado, abordo otro ejemplo en el sector
educación, ambas instituciones privadas sin fines de lucro y particularmente me
voy a referir a sus estrategias de recaudación de fondos para sus programas.
En el primer caso he querido apoyar como voluntario
a una institución donde me formé, tratando de incentivar la búsqueda de mejores
prácticas de fundraising (procura de fondos). Por más de un año todos los
esfuerzos han sido en vano por múltiples razones, destacando la falta de
articulación y la escasa libertad otorgada para poder ayudar. Cada discusión se
ha centrado en abordar asuntos internos, cuotas de poder, niveles de decisión,
metas impuestas y muy poco sobre lo que realmente podríamos hacer y menos aún, hacerlo.
La segunda institución es un colegio el cual no
conocía directamente sino hasta hace poco, a raíz de la referencia hecha por un
amigo – padre del colegio – que me propuso para dictar un taller de fundraising
a la comisión de financiamiento institucional - conformada por padres del
colegio y su directiva -. Solo bastó una mañana de mi tiempo para terminar de
inyectar al equipo el empuje necesario para articular una extraordinaria
campaña que busca hacer las inversiones necesarias para adecuarse a los niveles
de educación exigidos internacionalmente.
Este equipo tuvo la gentileza de invitarme como
“experto” a constatar el desarrollo de una de sus primeras iniciativas de la
campaña. Más allá de la campaña en sí, lo que pude observar fue el liderazgo
del equipo directivo del colegio, su transparencia y profesionalismo frente a
sus potenciales donantes, su deseo de articular y hacerlo mejor la próxima vez.
La campaña es osada y aun así, la desplegaron en medio de toda la incertidumbre
que vive Venezuela.
Estos cuatro casos me ayudan a esbozar algunas
premisas que sirvan de orientación a las organizaciones venezolanas en estos
momentos. Traté de resumir todo en 3 ideas claves bautizadas como AGA:
Autonomía, Gerencia y Articulación
En el caso de las instituciones públicas, la falta
de autonomía suele ser un elemento crítico.
Ya hace muchos años le oí a un director de hospital que sin autonomía funcional
y financiera, era imposible rescatar un hospital. Eso se ha acrecentado
recientemente con la vuelta de la más absurda centralización. De hecho, los
hospitales públicos que fueron exitosos en un pasado cercano, fueron producto
de la descentralización y consecuente autonomía en decisiones y financiamiento.
Un gerente, por bueno que sea, jamás podrá actuar adecuadamente si no tiene la
posibilidad de disponer de sus diferentes recursos, ya sean humanos,
materiales, financieros, relacionales o tecnológicos.
Ahora bien, en los casos que ilustramos, autonomía no solo significa tenerla sino
saberla otorgar y por ello la falta de la misma no solo afecta a entidades
públicas, sino también puede estar presente en organizaciones donde algún
departamento o institución afín, aun queriendo colaborar, termina por no hacer
nada pues todo depende de un nivel central que no otorga libertades ni confianza
para que otros construyan. En estos momentos país, ese desaprovechamiento de
los talentos es letal.
En segundo lugar, para toda organización, tener el
necesario nivel de gerencia es
medular. Allí radica gran parte de la lógica organizacional moderna y más aún,
en momentos difíciles. Un buen gerente es que el que sabe otorgar buen nivel de
autonomía a sus entidades o
departamentos y sabe articular sus
talentos y aliados para orientarlos al cumplimiento de sus objetivos. En los
dos casos positivos que resalté arriba, los gerentes han ejercido el correcto
nivel de liderazgo, compartiendo la visión y sumando los esfuerzos y aportes de
los demás. Esos líderes, con la dura situación actual, han salido fortalecidos
y han puesto a sus instituciones a la vanguardia.
Por último, la situación actual de nuestro país
exige de sus organizaciones y líderes, muchísima capacidad de articulación. Lo que antes podíamos
hacer por nuestra cuenta, ya no es así. No es un tema fácil pues significa
salir del área de confort, salir del lugar que domino y donde mando, depende de mucho tacto y de reconocer que para
ciertos temas debes contar con aliados – que tienen su propia dinámica e
intereses -. Articular, en este caso significa sumar, convocar, conectar.
Significa alianzas, convenios, sinergia, confianza.
En el fundraising, por ejemplo, articular significa
poner de acuerdo a un sinnúmero de potenciales aliados, pero cada quien con
roles y posiciones diferentes. Los tiempos suelen ser ajustados, las palabras
deben ser precisas, el objetivo debe ser muy claro y compartido y sobre todo debe existir la convicción de que es factible, aún en la Venezuela de hoy.
Quien lo entiende y practica así - como el caso del colegio donde el tren
directivo, los padres, las distintas comisiones encargadas están alineados –
saldrá, no solo con el financiamiento esperado sino con el liderazgo
fortalecido. Quien por el contrario, no
emprende escudándose en la situación económica del país, o no da suficiente
valor y reconocimiento a sus donantes y aliados, o compite internamente por
recursos sin articular ni mostrar los objetivos a sus colaboradores, se quedará
sin recursos y sin gente.
Venezuela exige un esfuerzo adicional y medidas
concretas e inspiradoras. Quienes estamos aquí, no podemos esperar a que la
situación cambie para arrancar a construir. Nuestros niños y jóvenes no pueden
aplazar la calidad de sus estudios mientras esto se resuelve, los enfermos no
pueden esperar que terminen de colapsar los hospitales o que cambie el
gobierno, para aspirar a curarse o ser tratados con dignidad. Los que estamos
aquí, no tenemos otra escapatoria que no sea procurar construir enfocados en
elementos que apunten a la autonomía de las instituciones, una gerencia de
calidad y articulados con colaboradores y aliados claves. Los que estamos aquí,
no tenemos otra – y copio las palabras de un director de colegio preocupado por
la calidad de la educación en Venezuela – que “huir hacia adelante”.
08 de mayo de 2016
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