domingo, 15 de mayo de 2016

Desobediencia

Murió otro bebé en el J.M. de Los Ríos. Después de un tiempo en otro hospital donde ni siquiera fue diagnosticado, falleció esta mañana después de días en estado crítico y en el constante deambular buscando donantes de sangre, fenobarbital y una tomografía que no había en el hospital. Se llamaba Sebastián, de 2 años de edad y era nietico de una trabajadora del Instituto de Previsión del Niño, organización de la cual formo parte. Sebastián representa a miles de otros niños y familias venezolanas que sufren día tras día esta tragedia y aunque pedí por redes y radio su medicamento y ofrecí canalizar su tomografía, hoy siento que no pude hacer nada.

El viernes pasado mis hijos nuevamente perdieron clases. Obviamente todo el mundo sabe que esta medida no impactará en ningún ahorro energético, pero la inmensa mayoría de los colegios – y aplaudo a las escasas excepciones – han preferido acatar el decreto y no contrariar al régimen amenazador. A pesar de mi voz de protesta con algunos padres y buscar audiencia con directivos del colegio, a la final - como la gran mayoría - terminamos optando por una solución individual de proveer clases particulares en casa. Pero sin duda creo que la solución no debe, ni puede ser en estos momentos individual y hoy nuevamente siento que no hice nada.

Hoy despierto con el titular de que “Maduro llama a tomar las plantas paralizadas, encarcelar empresarios y radicalizar la revolución” en clara alusión a Empresas Polar, nuevamente burlándose de todos y tratando de engañar a quienes se alimentan con resentimiento. Todo lo paralizado, improductivo, expropiado o desvalijado son obras de este gobierno y su política de siembra de miseria. No creíamos en expropiación de fincas y empresas, en la debacle de la industria petrolera, así como vemos aún con asombro que puedan tocar la Polar. Veo un país arruinado y me siento interpelado en un futuro por mis hijos cuestionándome por qué no pudimos hacer nada.
   
Abordo solo tres temas de hoy que me tocan el alma, pero la lista puede ser eterna: la inseguridad, la inflación, el bachaqueo, las indignantes colas por todo, el abuso constante de poder, la corrupción obscena, la pérdida de todos los principios morales, la partida de tanto talento a otros países, el incremento de la pobreza y el hambre luego de la mayor bonanza en la historia y así puedo continuar. ¿Será que vamos a seguir sintiendo que no hemos hecho nada?

Y aquí viene el momento en el que quien me lee se podrá preguntar qué propongo. Obviamente no tengo soluciones mágicas y ni siquiera me siento tentado por la política, más allá de mi rol como ciudadano, mi identidad como venezolano y mi aporte como apasionado por las organizaciones de la sociedad civil, pero sí creo que debemos cambiar la apatía y visión individual por acciones y decisiones más arriesgadas y contundentes, sin que esto signifique que salgamos a la calle a matarnos. Creo que hay que buscar alternativas ingeniosas de desobediencia. A un gobierno que cada día toma decisiones arbitrarias y con cada vez menos sustento, no podemos agacharle la cabeza como mansos corderos. A un gobierno débil, que ha perdido abrumadoramente en las urnas electorales, no hay que hacerle sentir más fuerte de lo que realmente es.

Bastante se ha dicho que los dirigentes actuales no están a la altura de los ciudadanos, pero nosotros los ciudadanos ¿estamos a la altura del país?

Siento que en la medida que sigamos protegiendo nuestra parcelita individual, resolviendo mientras nuestro bachaquero nos consiga lo que necesitamos, justificando que podemos emparejar a nuestros hijos con tareas dirigidas, encontrando medicinas más allá de las fronteras por el privilegio que tenemos algunos de contar con familia afuera, pensando que lo que le ocurrió a Sebastián no le pasará a los nuestros, vamos alargando lentamente esta agonía y acostumbrándonos a este absurdo que estamos padeciendo.

Muchísimos ciudadanos no hacen más que criticar a la oposición, justificando que un gobierno – evidentemente antidemocrático – no se le puede sacar por vías democráticas y probablemente tengan razón, pero a ninguno de ellos los he visto ofrecerse como carne de cañón ¡Que mantequilla! Como yo no estoy dispuesto a cargar un fusil y menos apuntar a algún otro venezolano, no me queda otra que apostar por una salida democrática, constitucional y electoral y presionar para que así sea. Y en esa presión está la desobediencia que creo que tenemos que accionar.

Como dijera Chúo Torrealba cuando tomó las riendas de la secretaría de la MUD, calle no es solo una movilización enorme sino es hablar con el vecino, convencer al chavista, hacer el trabajo poco a poco en tu área de influencia. Y eso repercutió en los resultados del 6D. Hoy en día creo que desobediencia es accionar medidas contra las arbitrariedades del gobierno. Suspenden clases, abramos los colegios. Violan los tiempos de verificación de firmas, no lo asumamos como previsible, accionemos nuestra protesta. No dejan llegar una marcha, veamos que otra estrategia suma y los deja en ridículo.

No tengo todas las respuestas, pero creo que la era de aceptación del abuso de poder está en su ocaso y nuestra presencia ciudadana - nuestra desobediencia - desprendiéndonos un rato de la parcela, va a hacer la diferencia. Vale la pena por Sebastián, por nuestros hijos y su educación, por la Polar y todas las empresas que realmente trabajan por el desarrollo del país. Vale la pena mirarnos en unos años y decir que nosotros, los ciudadanos, lo hicimos.   


15 de mayo de 2016

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