Vivimos momentos de desesperanza y a ratos pensamos
que el país no podrá levantar cabeza debido a la terrible crisis – económica,
política y moral - que padecemos. Esta semana dos hechos me levantaron alarmas,
no tanto por la noticia en sí sino por quienes la transmitían. Mi hermano
mayor, generalmente optimista y luchador comunicaba en nuestro chat familiar su
total indignación frente a los anaqueles vacíos de la ferretería a la que
asistía para comprar insumos necesarios para su trabajo. Reclamaba, enardecido
y frustrado, la actitud pasiva y conformista de los venezolanos frente al
deterioro generalizado de nuestra calidad de vida.
Por otro lado, Evelyn - vocera principal de la A.C.
El Radar de los Barrios - una mujer echada
pa´lante de Antímano, generalmente alegre y esperanzada, también me contaba
con un dejo de tristeza su temor de que nos volvamos menos solidarios frente a
la necesidad de supervivencia que se está viviendo, particularmente en zonas
populares, quienes aún con poco destacaban por su capacidad de compartir sus
bienes y alimentos con vecinos y familiares.
Frente a esos hechos recordé también la crisis
ocurrida esta semana en el Hospital de Niños, cuando salió a la luz pública la
ausencia de fórmulas infantiles para alimentar a los lactantes. Pero más allá
de engancharme con la crisis en sí, recordé una vivencia que tuve recientemente
en el hall de entrada del mismo Hospital de Niños J.M de los Ríos.

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Los "Ángeles azules" realizan una labor maravillosa y fundamental, bajo el más bajo perfil durante 47 años. |
Mientras Judith atendía uno a uno a los visitantes
y recibía palabras de agradecimiento de alguna madre a quien socorrió días
atrás, se acercó una joven de unos 20 años o menos con su bebé en brazos. De
una manera muy natural preguntó a la Sra. Judith - mientras sacaba un latica
que traía en una bolsa - si podía dejar allí ese pote de fórmula infantil, pues
su niño ya no la necesitaba y podría ser útil a algún otro niño del hospital.
Y allí estaba yo, como un simple testigo, viendo
como en un país abrumado por el tema del bachaqueo y de la necesidad individual
por sobrevivir o hacer trueque con alimentos, una joven madre de origen humilde
dejaba una lata de fórmula láctea para que otro hijo de quien sabe quién
pudiera aprovecharla ante la urgencia.
Ese caso no fue titular de periódicos y como hecho
aislado tal vez no pueda tapar la crisis que efectivamente estamos sufriendo,
pero por otro lado es un hecho fehaciente de que entre nuestra gente la solidaridad existe y esa será una
extraordinaria base para poder luego reconstruir este país.
Cierro rescatando unas palabras de Vaclav Havel
cuando apenas comenzaba a soñar con la reconstrucción de Checoslovaquia luego
de 40 años de yugo soviético y en una situación de desesperanza similar a la
que tenemos hoy en Venezuela: “Nuestros
principales enemigos hoy son nuestros principales defectos: la indiferencia
ante el bien común, la vanidad, la ambición personal, el egoísmo y la
rivalidad. La batalla tendrá que librarse en ese ámbito” (Discurso de Año
Nuevo a la nación. Praga, 1 de enero de 1990)
10 de abril de 2016
Caballero, comparto cien por ciento su opinión sobre eso seres tan extraordinarios que cumplen tan loable labor en pro de muchas personas necesitadas de afecto, solidaridad,escases, y que de alguna y otra forma ayudan a minimizar las angustias y penurias que sufren los pacientes en los centros hospitalarios de nuestra actual Venezuela. Ruego a Dios que les dé mucha salud a ésos Angeles Azules para que puedan continuar con esa labor de amor que realizan sin ningún interés, que Dios los Bendiga......David j. Muñoz
ResponderEliminarGracias David por tu comentario y la calidez en escribir. Dios nos bendiga a todos quienes nos esmeramos en servir y ser útiles a los demás. Un gran abrazo. BGA
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