Bernardo Guinand Ayala
Al fundar Impronta
establecimos cinco valores orientadores: dignidad, solidaridad, pasión, impacto
y un quinto valor bastante particular: trascendencia. Personalmente me
mueve profundamente la trascendencia, no tanto – o no solo – por el interés en
ser memorables, sino como una especie de antídoto contra un flagelo que tenemos
tatuado en nuestra idiosincrasia: el cortoplacismo. El mundo entero se
ha vuelto obsesionado con el ¡para ya!, ¡para ahora!, ¡lo que me dé rédito
inmediato! y un largo etcétera.
En Venezuela, habernos
echado al pico la enorme bonanza que supuso el petróleo, sin haberlo invertido en
el futuro, en un verdadero plan de desarrollo, así como en educación, es uno de
los ejemplos más tristes de las gríngolas cortoplacistas. No sembramos el
petróleo, nos reclamaría Uslar Pietri. Adicionalmente, la premura del corto
plazo actúa como caldo de cultivo para vicios acaba-países como la
corrupción y el clientelismo.
En contraposición, una
impronta – una huella – tiene que ver con el largo plazo e invita a transitar
una vida coherente – con la maravillosa oportunidad de equivocarnos en el
camino – pero que apunta a dejar ese legado para nuestros seres queridos, nuestra
comunidad y el país.
Como fundación, la
trascendencia también ha sido una invitación para que otros apunten a ese largo
plazo, a visibilizar su legado sumándose a nuestra causa. Y vaya que hemos
visto casos, pero hoy vengo a recordar uno en particular con dos historias
paralelas.
Hace algunos años, la familia
De Sola se acercó a nosotros para, en alianza, ayudar a cumplir con el legado
de su abuelo. Don René De Sola, luego de una larga y muy productiva vida,
encomendó a sus nietos la noble tarea de crear una fundación familiar que hoy
lleva el nombre de “Letras en Acción” para promover la lectura con foco en
niños en su temprana edad escolar. De esta alianza nació “Lectura sobre
Ruedas”, probablemente el programa más bonito y contundente que, hasta
ahora, hemos desarrollado en Fundación Impronta.
Además de su dilatada
trayectoria y destacada hoja de vida como jurista al servicio del país, René De
Sola era un ávido lector y motivador por excelencia de la literatura en su
núcleo familiar. Sus hijos recuerdan, con especial lucidez, la práctica rutinaria
de la lectura a la que su padre los animaba, leyendo él en paralelo los mismos
libros para luego poder comentarlos junto a cada uno de ellos.
No cabe ninguna duda que,
cuando casi 140 niños de Caucagüita del programa reciben una palabra de aliento
por parte de los familiares directos de ese señor mayor a quien no conocieron o
incluso escriben un cuento sobre quien dio la oportunidad de que existiese Lectura
sobre Ruedas, sigue vivo el recuerdo de Don René De Sola. Eso, justamente, es
trascender. Y no solo por tenerlo muy presente, sino porque cuando un niño de
Turumo es capaz de llevarse durante un año escolar, sin obligación, más de 30
cuentos para leer en casa, es como si ese niño o niña hubiese estado sentado en
un puesto de aquella biblioteca del Doctor De Sola en su casa de Caracas.
Pero trascender va más allá.
Quizás es común que una persona de la talla de un abogado destacado, que vivió
casi 100 años y tuvo la fortuna de juntar algunos recursos en su carrera, pueda
darse el lujo de seguir presente a través del deseo que manifestó a sus nietos.
Pero quizás otros nos sintamos algo más pequeños frente a tal desafío o
pensemos que solo la riqueza material puede acercarnos a semejante nivel de
trascendencia. Yo también lo creía así, hasta que Laura, con sus ojos claros y brillosos
detrás de sus lentes, me hablara aquella tarde.
Laura asistió para sacarnos
unas fotos que iban a ser publicadas junto a una entrevista realizada para
Debates IESA. La verdad que la foto la hemos podido hacer en nuestra oficina,
pero ha sido maravilloso conectar a la gente con el trabajo que hacemos, en el
lugar donde lo hacemos. De esa forma, aprovechando una tarde cualquiera del
programa en la Escuela Don Bosco en la parte más alta de Turumo, Laura se
encaramó en el Impronto Móvil junto a Virgilio – el redactor de la entrevista –
y terminó recorriendo cada una de las estaciones donde los niños hacían sus
actividades y apuntando con su lente cada circunstancia que le llamaba la
atención.
Al cerrar la tarde, Laura se
me acerca, baja la voz en medio del bullicio de una escuela repleta de niños y me
pregunta si puede comentarme algo. Allí me confiesa que su hijo murió hace 11
años, que era también un ávido lector y que ella – y su esposo – aún no habían
podido desprenderse de muchas de sus cosas. Entre palabras pausadas y sus ojos húmedos
se evidenciaba ese duelo tan profundo que está aún presente. Simón, su hijo,
tenía apenas 13 años. Entonces me dijo: “Bernardo, aún conservamos muchas de
sus cosas, entre ellas sus cuentos. No habíamos tenido el valor de
desprendernos de ellos. Hasta hoy. Creo que encontré el lugar donde quiero que
estén los cuentos de mi hijo”.
Ese día aprendí que para trascender
no hacen faltan grandes proezas ni riqueza, sino vivir de manera auténtica entre
nuestros seres queridos y mirando un poco más allá de nuestra zona de confort.
En Impronta honramos tanto el legado de Don René De Sola, como de Simón, así
como de tantos otros que nos apoyan pensando en el futuro de nuestros niños y
no sólo en algún resultado o beneficio inmediato.
01 de julio de 2024
Excelente relato de la magnífica labor de Impronta en Caucagüita!!!!
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