lunes, 6 de julio de 2020

Un hombre bueno


Bernardo Guinand Ayala

Llegamos finalmente a la calle Guatemala en Palermo Viejo, pero Paco - como siempre - se
Celebrando el Día de los Voluntarios
quejaba que le hacía correr un maratón en Buenos Aires. “No te quejes Paco, hoy no hemos caminado casi nada y ya en esa esquina debe ser”. El día anterior, que había sido domingo, nos habíamos llevado un chasco almorzando en Puerto Madero luego de una caminata kilométrica y no podíamos regresar a Caracas sin reivindicar a la parrilla argentina. 

Aquel domingo había sido día libre luego de haber asistido nuevamente a un congreso de fundraising en Buenos Aires. Probablemente Paco era de las personas que más sabía hacer fundraising en Venezuela, pero tan discreto y humilde como solía ser, se quedaba bien calladito y decía que el experto era yo. Así era él, mucho más trabajo efectivo que parafernalia, fotos o redes. Y ese trabajo efectivo ha ayudado, junto al tesón indiscutible de Erika - su fundadora - a consolidar por casi 25 años una de las organizaciones sociales de mayor prestigio en Venezuela: Hogar Bambi.   

Bueno, estoy como mi papá yéndome por las ramas. Ese domingo habíamos comenzado la jornada, a petición de Paco, asistiendo a misa en la Catedral de Buenos Aires, la mismita donde fue arzobispo el Papa, por cierto, el mismo nombre de Paco: Francisco. Agradecí su insistencia y luego fuimos a caminar por San Telmo. “Bernardo, recuerda que yo no estoy para grandes trotes, siempre me llevas engañado” Y entre conversa, tiendita aquí, tiendita allá, mercado de San Telmo y una cuadra más allá, se fue pasando el día. “Pide un taxi, que ya recorrimos San Telmo enterito” Y de verdad traté de parar el taxi o el remise o incluso tratar de pedir un Uber, pero algo pasaba ese día en la ciudad que ninguno quiso llevarnos a Puerto Madero. En fin, fui el responsable de las ampollas de Paco y del regaño permanente, pero sé que sinceramente disfrutó el trayecto.

Vaya larga introducción para hablarles de Francisco “Paco” Segnini, esa maravillosa persona, que aunque varios años mayor que yo, pude llamar amigo. Ayer, al saber la noticia de su inesperada partida, me di aún más cuenta de la amistad que nos teníamos. ¡Cómo he llorado Paco, cómo me ha pegado tu pronta despedida! Que pérdida tan sensible para las organizaciones de la sociedad civil venezolanas.

Paco llevaba una pila de años vinculado a Bambi y entre aquel convenio que hicimos para atender a los niños de Bambi en el Centro de Salud Santa Inés UCAB, así como la presencia permanente en redes como REDSOC y FIPAN, fuimos construyendo la amistad. Él, calladito, fue haciéndose un verdadero experto en fundraising, pues Hogar Bambi no ha dejado de crecer en casas de acogida para niños y adolescentes y hay que ver lo que significa mantener 4 casas, adquirir y remodelar la 5ta y sobre todo atender, dar cariño, amor, educación, cuidados médicos, atención psicológica, alimentación completa y un largo etcétera a 105 niños que dependen de ellos.

Una anécdota cuenta que Paco estaba tan compenetrado con Hogar Bambi que se “llevaba el trabajo a la casa”. Lo contaban a manera jocosa a raíz de su vínculo afectivo con los chamos, pero muy especialmente con Rodrigo, a quien adoptó más adelante. Rody, como muchos niños de Bambi había llegado de bebé y según recuerdo, una noche que necesitaba cuidados muy especiales, Paco lo llevó a su casa. Luego vinieron una serie de operaciones de corazón y Paco se convirtió en su protector. Al crecer, Rody lo empezó a llamar “papá”, cosa por la cual le llamaban la atención en Bambi. Él decía que Rody lo hacía motu proprio y efectivamente había escogido a su papá.

Recuerdo el día que Paco me contó que Rodrigo había sido aceptado para estudiar en la UCAB. Lloraba de emoción, orgulloso y feliz. Yo solo podía pensar en la fortuna de Rody de haber podido tener esa oportunidad en la vida de encontrarse a Paco en el camino. Hoy, lloroso y descompuesto, pero sacando temple para no quebrarse, junto al ataúd de su padre, le prometió completar su carrera, sacar lo mejor de él y seguir adelante. Solo le recriminó el hecho de que hubiese sido tan sobreprotector y ahora se siente indefenso.

Paco fue mucho más nueces que ruido, más trabajo efectivo que figuración, fue – parafraseando a San Ignacio – de aquellos que puso el amor más en las obras que en las palabras. Fue hombre de valores, de compromiso, de entrega;  donde la dignidad de las personas – particularmente la de los niños de Bambi – siempre estuvo por delante. Recuerdo verlo molesto en un congreso de fundraising, cuando los expertos nos explicaban las técnicas de mercadeo sobre el efecto de las emociones en los donantes. Se negaba a mostrar a sus niños vulnerables. “Mis chamos no saldrán tristes ni desprotegidos, así eso ‘venda más’. Justamente por tener a Hogar Bambi es que, a pesar de sus adversidades, son hoy niños felices”.   

FIPAN nos acercó y acrecentó nuestra amistad. Veo hacia atrás, cuando acepté ser parte del
Consejo Directivo de FIPAN, de las cosas que más agradezco son las personas que he tenido cerca, sus consejos, su amistad sincera. Aprendí con Paco a valorar mucho más el voluntariado, al punto que ahora lo veo como cimiento clave de mi propia fundación. Quizás la celebración del Día Internacional del Voluntariado, cada 5 de diciembre, haya mantenido vigente a FIPAN durante estos últimos años y eso no ha sido, sino la terquedad de Paco de mantenerlo vivo, de poner encaletadito unos fondos que siempre logró encontrar para seguir, de involucrar a su gente, de celebrar con otros, de reconocer el trabajo de muchos, mientras él, literalmente se escondía tras los telones. “¡Grande Paco, qué nivel!” diría José Bernardo Guevara una y otra vez cuando proponía y hacía. 

Valores, entrega, compromiso, pasión, dignidad, humildad, trabajo bien hecho. Paco fue un tipazo, un súper héroe como siempre lo llamó su hijo, incluso en aquel mensaje que nos hizo de sorpresa cuando entrevisté a Paco para el Radar en Positivo en RCR y que nunca nos perdonó por haberlo hecho llorar en vivo. Y es que Paco era sobre todo, un hombre bueno.   

Llegamos finalmente a la calle Guatemala en Palermo Viejo. “Viste Paco, aquí llegamos, Parrilla Don Julio en la esquina Gurruchaga. Te prometo que almorzamos y nos regresamos en taxi” Esa tarde Buenos Aires retribuyó toda la fama de sus carnes y su atención. El lugar estaba a reventar, pero tuvimos chance de encontrar una mesa para nosotros. Así te recordaré Paco, una buena conversa, soñando en la sostenibilidad de nuestras organizaciones, en cómo apoyar a FIPAN, en seguir a pesar de las adversidades. Y dando gracias a Dios por la amistad, por reconocer el privilegio de estar allí, comiéndonos aquel jugoso bife de chorizo, con papas y la ensalada de rúgula que casi te comes el plato. ¡Ah! claro y aquella botella de Malbec mendocino que coronó la tarde. Regresamos en taxi, así como ayer decidiste tomar otro rumbo al cielo de manera prematura. Hubiese preferido que hubiésemos caminado un rato más.      
                   
          
          6 de julio de 2020

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