Bernardo Guinand Ayala
Llegamos
finalmente a la calle Guatemala en Palermo Viejo, pero Paco - como siempre - se
quejaba que le hacía correr un maratón en Buenos Aires. “No te quejes Paco, hoy no hemos caminado casi nada y ya en esa esquina
debe ser”. El día anterior, que había sido domingo, nos habíamos llevado un
chasco almorzando en Puerto Madero luego de una caminata kilométrica y no
podíamos regresar a Caracas sin reivindicar a la parrilla argentina.
Aquel
domingo había sido día libre luego de haber asistido nuevamente a un congreso
de fundraising en Buenos Aires. Probablemente Paco era de las personas que más
sabía hacer fundraising en Venezuela, pero tan discreto y humilde como solía
ser, se quedaba bien calladito y decía que el experto era yo. Así era él, mucho
más trabajo efectivo que parafernalia, fotos o redes. Y ese trabajo efectivo ha
ayudado, junto al tesón indiscutible de Erika - su fundadora - a consolidar por
casi 25 años una de las organizaciones sociales de mayor prestigio en
Venezuela: Hogar Bambi.
Bueno, estoy
como mi papá yéndome por las ramas. Ese domingo habíamos comenzado la jornada,
a petición de Paco, asistiendo a misa en la Catedral de Buenos Aires, la
mismita donde fue arzobispo el Papa, por cierto, el mismo nombre de Paco:
Francisco. Agradecí su insistencia y luego fuimos a caminar por San Telmo. “Bernardo, recuerda que yo no estoy para
grandes trotes, siempre me llevas engañado” Y entre conversa, tiendita
aquí, tiendita allá, mercado de San Telmo y una cuadra más allá, se fue pasando
el día. “Pide un taxi, que ya recorrimos
San Telmo enterito” Y de verdad traté de parar el taxi o el remise o
incluso tratar de pedir un Uber, pero algo pasaba ese día en la ciudad que
ninguno quiso llevarnos a Puerto Madero. En fin, fui el responsable de las
ampollas de Paco y del regaño permanente, pero sé que sinceramente disfrutó el
trayecto.
Vaya
larga introducción para hablarles de Francisco “Paco” Segnini, esa maravillosa
persona, que aunque varios años mayor que yo, pude llamar amigo. Ayer, al saber
la noticia de su inesperada partida, me di aún más cuenta de la amistad que nos
teníamos. ¡Cómo he llorado Paco, cómo me ha pegado tu pronta despedida! Que
pérdida tan sensible para las organizaciones de la sociedad civil venezolanas.
Paco
llevaba una pila de años vinculado a Bambi y entre aquel convenio que hicimos
para atender a los niños de Bambi en el Centro de Salud Santa Inés UCAB, así
como la presencia permanente en redes como REDSOC y FIPAN, fuimos construyendo
la amistad. Él, calladito, fue haciéndose un verdadero experto en fundraising,
pues Hogar Bambi no ha dejado de crecer en casas de acogida para niños y
adolescentes y hay que ver lo que significa mantener 4 casas, adquirir y
remodelar la 5ta y sobre todo atender, dar cariño, amor, educación, cuidados
médicos, atención psicológica, alimentación completa y un largo etcétera a 105
niños que dependen de ellos.
Una
anécdota cuenta que Paco estaba tan compenetrado con Hogar Bambi que se “llevaba
el trabajo a la casa”. Lo contaban a manera jocosa a raíz de su vínculo
afectivo con los chamos, pero muy especialmente con Rodrigo, a quien adoptó más
adelante. Rody, como muchos niños de Bambi había llegado de bebé y según
recuerdo, una noche que necesitaba cuidados muy especiales, Paco lo llevó a su casa. Luego vinieron una
serie de operaciones de corazón y Paco se convirtió en su protector. Al crecer,
Rody lo empezó a llamar “papá”, cosa por la cual le llamaban la atención en
Bambi. Él decía que Rody lo hacía motu
proprio y efectivamente había escogido a su papá.
Recuerdo
el día que Paco me contó que Rodrigo había sido aceptado para estudiar en la
UCAB. Lloraba de emoción, orgulloso y feliz. Yo solo podía pensar en la fortuna
de Rody de haber podido tener esa oportunidad en la vida de encontrarse a Paco
en el camino. Hoy, lloroso y descompuesto, pero sacando temple para no
quebrarse, junto al ataúd de su padre, le prometió completar su carrera, sacar
lo mejor de él y seguir adelante. Solo le recriminó el hecho de que hubiese
sido tan sobreprotector y ahora se siente indefenso.
Paco fue mucho más nueces que ruido, más
trabajo efectivo que figuración, fue – parafraseando a San Ignacio – de
aquellos que puso el amor más en las obras que en las palabras. Fue hombre de
valores, de compromiso, de entrega;
donde la dignidad de las personas – particularmente la de los niños de
Bambi – siempre estuvo por delante. Recuerdo verlo molesto en un congreso de
fundraising, cuando los expertos nos explicaban las técnicas de mercadeo sobre
el efecto de las emociones en los donantes. Se negaba a mostrar a sus niños
vulnerables. “Mis chamos no saldrán
tristes ni desprotegidos, así eso ‘venda más’. Justamente por tener a Hogar
Bambi es que, a pesar de sus adversidades, son hoy niños felices”.
FIPAN nos acercó y acrecentó nuestra
amistad. Veo hacia atrás, cuando acepté ser parte del
Consejo Directivo de
FIPAN, de las cosas que más agradezco son las personas que he tenido cerca, sus
consejos, su amistad sincera. Aprendí con Paco a valorar mucho más el
voluntariado, al punto que ahora lo veo como cimiento clave de mi propia
fundación. Quizás la celebración del Día Internacional del Voluntariado, cada 5
de diciembre, haya mantenido vigente a FIPAN durante estos últimos años y eso
no ha sido, sino la terquedad de Paco de mantenerlo vivo, de poner encaletadito
unos fondos que siempre logró encontrar para seguir, de involucrar a su gente,
de celebrar con otros, de reconocer el trabajo de muchos, mientras él,
literalmente se escondía tras los telones. “¡Grande
Paco, qué nivel!” diría José Bernardo Guevara una y otra vez cuando
proponía y hacía.
Valores, entrega, compromiso, pasión,
dignidad, humildad, trabajo bien hecho. Paco fue un tipazo, un súper héroe como
siempre lo llamó su hijo, incluso en aquel mensaje que nos hizo de sorpresa
cuando entrevisté a Paco para el Radar en Positivo en RCR y que nunca nos
perdonó por haberlo hecho llorar en vivo. Y es que Paco era sobre todo, un
hombre bueno.
Llegamos
finalmente a la calle Guatemala en Palermo Viejo. “Viste Paco, aquí llegamos, Parrilla Don Julio en la esquina Gurruchaga.
Te prometo que almorzamos y nos regresamos en taxi” Esa tarde Buenos Aires retribuyó
toda la fama de sus carnes y su atención. El lugar estaba a reventar, pero
tuvimos chance de encontrar una mesa para nosotros. Así te recordaré Paco, una
buena conversa, soñando en la sostenibilidad de nuestras organizaciones, en
cómo apoyar a FIPAN, en seguir a pesar de las adversidades. Y dando gracias a
Dios por la amistad, por reconocer el privilegio de estar allí, comiéndonos
aquel jugoso bife de chorizo, con papas y la ensalada de rúgula que casi te
comes el plato. ¡Ah! claro y aquella botella de Malbec mendocino que coronó la
tarde. Regresamos en taxi, así como ayer decidiste tomar otro rumbo al cielo de
manera prematura. Hubiese preferido que hubiésemos caminado un rato más.
6 de julio de 2020
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