domingo, 2 de diciembre de 2018

La belleza como antídoto


Bernardo Guinand Ayala

“La belleza de la naturaleza y la belleza del entorno cultural creado por el ser humano son, evidentemente, ambos necesarios para mantener la salud del alma y del espíritu del ser humano” Konrad Lorenz

Hace algo más de un mes, cuando escribí un artículo titulado “La maldad existe” el P.  Alfredo Infante SJ - director de la Revista SIC y párroco activo de la parte alta de La Vega - generosamente me ofreció feedback sobre lo escrito. Vía whatsapp puntualizó: “Bernardo, el gobierno utiliza la mentira, la fealdad (el horror) y la maldad como estrategia de control. Ya has abordado dos: la mentira con tu artículo sobre (Vaclav)  Havel y la maldad. Te falta el de la fealdad. Por eso creo que hay que apostar a la verdad, a la belleza y al bien como alternativas”.

Al ofrecer tan acertado aporte a mi escrito, sentí un gran compromiso con el P. Alfredo por escribir sobre este tercer flagelo que ciertamente carcome a Venezuela – la fealdad – y sobre todo, apostar al antídoto que debemos sembrar con mucho más ahínco: la belleza. Para algunos parecerá probablemente un tema cosmético, pero muchos otros pensamos que se trata de un tema hasta espiritual ¿Acaso Dios, el cielo, el paraíso, nuestros más inspiradores anhelos, no nos hablan de belleza?

Hace un par de semanas recorría las calles cercanas a la casa y la conversa con Mimina - mi esposa - se centraba en el paupérrimo estado de la vía y sus alrededores. “Parece que estamos en un pueblo abandonado” comentamos. “¡Que espanto! ¡Que horror! ¿En qué nos hemos convertido?” pasa a ser uno de los diálogos más recurrentes en nuestra cotidianidad. En esos mismos días, también a escasos metros de la casa, un camión descargó unas diez reses vivas en una “comuna” convertida ahora en matadero. Muestras de un retroceso absurdo que no guarda ni las formas. Ni hablar de los basureros que encuentro en mis cotidianas subidas a Caucagüita, que no solo afean el ya golpeado escenario, sino que acarrean enfermedades y epidemias. Esa fealdad la podemos llevar actualmente a todo espacio cotidiano, al abandono de la empresa petrolera, al modelo económico del bachaqueo, al aspecto informal que ahora luce cada funcionario público y un larguísimo etcétera.

Recuerdo el espanto de mi mamá, un 27 de noviembre de 1992, cuando aparecieron en pantalla de VTV aquel grupo de golpistas que pretendían voltear la historia del país. El aspecto de aquellos hombres, reseñados para la historia en el célebre artículo de José Ignacio Cabrujas: “El hombre de la franela rosada” sentó un precedente que desgraciadamente terminó por imponerse. La ramplonería de aquellos tipos, escudados siempre en una supuesta lucha social - como si ser pobre sea sinónimo de salvajismo - era un abre-bocas de lo que estaba por venir.

Los Frescos del Buen Gobierno
En un escenario opuesto, la ciudad de Siena en Italia, tiene una de las anécdotas más emblemáticas sobre la relación de la belleza y el buen gobierno, o la fealdad y un gobierno nefasto. Según relata Mariella Carlotti, exhaustiva investigadora del tema, “entre el 1337 y el 1339 Ambrogio Lorenzetti realizó en el Palacio Público de Siena los frescos del Buen Gobierno. En el momento de mayor esplendor de la historia de Siena, el gran artista dio, con el lenguaje de la belleza, una interpretación sugestiva del tema del bien común”[i] Continúa Carlotti en su entrevista: “En la pared oriental de la sala se ve una ciudad en que se trabaja, se construye, se comercia, se estudia, la gente se casa y trae al mundo hijos, y una campiña que se vuelve un jardín en que se puede viajar sin miedo; en la pared occidental un paisaje urbano y rural desolado, en que ya nadie trabaja, en el que la violencia es la clave de toda relación y sobre la cual aletea la tétrica figura del Miedo”[ii]

No es casualidad que en dicha descripción, se relacione belleza con prosperidad, con vida, con naturaleza; mientras que la fealdad se define no solo por lo lúgubre que puede ser un paisaje, sino también con desidia, con ausencia de trabajo productivo, con violencia y miedo. ¿Acaso la descripción podría haber sido más parecida a lo que vivimos hoy?

Mi papá junto a Edgardo Tenreiro en el Pico Naiguatá
Vengo de una familia de arquitectos, con especial vocación por la arquitectura que se conecta con la naturaleza, huella sembrada por mi abuelo paterno. Puedo también recalcar unas sólidas raíces católicas, cimentadas por mi abuela y mis abuelos maternos. Esa poderosa mezcla, alimentada con el ejemplo cotidiano, obliga a apreciar tanto la belleza presente en la naturaleza como creación de Dios, así como la belleza esculpida por el hombre a través de sus manos. Crecí, junto a mis hermanos, burlándonos de mi papá por un silbidito particular que suele hacer al quedarse extasiado frente al paisaje de un páramo venezolano, del mar infinito, de unos techos rojos y fachadas coloridas que puedan quedar en algún pueblo venezolano o viendo el amanecer desde lo alto del Pico Naiguatá cuando lo pudo coronar casi a sus 70 años.

Apreciar la belleza es escuchar ese silbido como signo de que hay algo indiscutiblemente superior a nosotros. Algo inexplicable, pero que nos deja asombrados y agradecidos. Apreciar el intenso verde del Ávila con un telón azul decembrino de fondo es apreciar la belleza de Dios en nuestras vidas. Quizás entonces, aquello que origina fealdad, mentiras y maldad, tenga sus raíces en la ausencia de Dios en la vida de sus autores.

Corona de Adviento
Hoy comienza el Adviento, período para prepararnos a la llegada de Jesús. Que Dios nos de la gracia para “apostar a la verdad, a la belleza y al bien (común) como alternativas” y que sirvan de contrapeso necesario para vencer el horror que padecemos. Navidad es época de fe y esperanza, época en que nuevamente encomendamos a nuestra preciosa Venezuela para salir de esta crisis. Seamos antídoto contra la indolencia, la fealdad y la desesperanza. Seamos generadores de belleza en nuestro alrededor.   

2 de diciembre de 2018



[i] “El bien de todos” Los frescos del Buen Gobierno de Ambrogio Lorenzetti en Siena. http://www.paccosi.net/wp-content/uploads/2012/10/El-bien-de-todos-Mariella-Carlotti.pdf
[ii] Ibídem

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