Bernardo Guinand Ayala
Sorprendentemente - al menos para mí - he sabido de mucha gente que lee
lo que escribo. Había pensado con mi blog dejar una especie de diario para mí y
para mis hijos, sobre todo porque estamos viviendo momentos intensos y me
pareció buena manera de dejar plasmadas estas anécdotas. Somos de memoria corta
y a la distancia, lo que no se dijo, pierde contundencia.
No cabe duda de que emociona que me lean, pero empieza uno a sentir una
especie de compromiso. Puedo imaginar la tensión del escritor que ha escrito
una buena novela y se sienta nuevamente a ver cómo cautivar a su público. Hago
esta introducción casi que para excusarme porque hoy vuelvo a hablar de running y probablemente sea un tema que
no apasione a todos, sin embargo, está cargado de emociones tan intensas que son
justamente esas que debes tratar de transmitir cuando la adrenalina está aún efervescente.
Hoy fue la Gatorade Caracas Rock,
la carrera de 10 kilómetros más popular y grande del país. Suele ser una fiesta
variopinta pues hay desde atletas élite hasta gente que salta a correr sus
primeros 10k, animada a lo largo del trayecto por bandas de rock. Muchos pensarán
que quien haya corrido un maratón - 42k - correr luego 10k debe ser como un día
de paseo. No es así. Son exigencias y preparaciones diferentes. Si bien la
extrema distancia hace del maratón una aventura indescriptible, los 10k - si te
empleas a fondo - pueden llegar ser una experiencia única. Y eso me pasó hoy.
Con Mimina, ambos con PR en la GatoradeCcsRock 2017 |
Después de tener tiempo sin correr oficialmente esta distancia,
nuevamente pude imponer un récord personal, bajando 3 minutos mi tiempo anterior,
que para 10k es bastante considerable. Como insistentemente he escrito, esto de
correr es una competencia fundamentalmente con uno mismo. Tal vez mi tiempo sea
nada para otros corredores y significativo para otros tantos, pero el tema es
que hoy me exigí hasta el límite de mis capacidades, cosa que pocas veces he
sentido. Como diría algún deportista siendo entrevistado en televisión: “dimos el ciento uno por ciento” y de
verdad mi cuerpo estuvo a tope durante esos casi 45 minutos pensando cada
minuto que sería insostenible ese furruco.
En un maratón logras mantener un ritmo en el cual, cardiopulmonarmente,
estés a gusto, solo que la distancia representa tanto golpe a las piernas que terminan
siendo mi lado débil. En 10 kilómetros pasa al revés; con piernas entrenadas la
distancia es soportada razonablemente, pero como debes tratar de mantener una
velocidad al tope de tus capacidades, la frecuencia cardíaca se dispara ampliamente.
Para tratar de mostrar lo que significó para mí el ritmo/pace de hoy [4´29”
cada km] puedo comentar que hasta hace muy poco esa era la velocidad a la cual
corría series de 800 metros, o también mencionar que a tal velocidad solo había
corrido recientemente hasta 3 kilómetros seguidos. Pensar en correr 10k a ese
ritmo era algo así como imposible.
Ahora bien, esta historia realmente tiene otro protagonista. Así es, mi
carrera, el récord personal, la anécdota de hoy tienen un protagonismo
compartido. Aunque efectivamente crucé
la meta con el tiempo indicado, hubiese sido sencillamente imposible sin el
pacer, animador y motivador que decidió que su carrera era hacerme cumplir la
mía: Alfonso Porras.
Con Alfonso aprendí a correr en serio cuando entrenaba para mi segundo
maratón. De él aprendí mucho de lo que sé de técnica, tipos de entrenamiento,
motivación. Es decir, de esas cosas que hablamos quienes nos entusiasmamos con
correr. Tenía tiempo sin correr con Alfonso y hoy coincidimos en el mismo
corral de salida. No vale la pena ni mencionar que sus tiempos en todas las
distancias son mucho mejores que los míos y que ha logrado correr un maratón [Boston]
por debajo de las 3 horas, lo que es mucho decir.
Como suele pasar en competencias, cada quien planifica y hace su propia
carrera. Dada la largada empecé a zigzaguear a algunas doñas y “pesos pesados”
mal ubicados de corral que impiden la fluidez de la carrera. A mis panas Carlos
Behrends y Pedro Luis Álvarez [otros duros en la materia] los vi alejarse entre
la multitud como alma que lleva el diablo.
Antes de llegar al primer kilómetro, ya algo ajetreado entre la muchedumbre y
ese empecinamiento individual de querer hacer "un buen tiempo", me alcanza
Alfonso y me pregunta a cuánto estoy apuntando. Digo que soñaría hacer 45
minutos y de una me dice: “yo te llevo”.
Acostumbrado a hacer mis carreras solo,
me entra entre emoción y preocupación. Preocupación pues no quería embromarle
la carrera a Alfonso, pero sobre todo por el compromiso de tenerlo al lado en
una aventura desconocida para mí. Recuerdo que cuando empecé a entrenar con él,
las primeras series que hice en mi vida [de 400 metros] me había sacado la
chicha.
Para yo describir lo que significaron los siguientes 9 kilómetros, haría
de este post algo demasiado largo. Popularmente entre los corredores decimos
que hay que salir a disfrutar la carrera. ¡Bueno! hoy fue algo distinto. No le paré al rock que
sonaba, ni a la ciudad que suelo admirar mientras corro. Hoy fue seguirle la
mecha a Alfonso y escuchar mi cuerpo a toda máquina pensando imposible sostener
el ritmo el siguiente kilómetro.
No hubo frase motivacional que Alfonso no me dijera en cada kilómetro
para obligarme a mantener el ritmo. Generalmente en las carreras debes fortalecer
tu mente para concentrarte y seguir, pero hoy fue como realizar una meditación en
la cual alguien te guía y te hace más sencilla la experiencia.
“¡Vamos Bernardo! Tú eres un
maratonista, tienes demasiados kilómetros en esas piernas ¿qué son 6 más?... para
un fondista ¿qué son 5 más?... ¿qué son 4 más?” “Vamos, no te quedes, no mires
el reloj, tu reloj soy yo. Levanta la cabeza, no bajes el ritmo”. “Bernardo,
corre por quienes siguen en este país, eres inspiración Bernardo, no pares.
Corre por tus hijos, vamos… ellos también querrán ser maratonistas” “Vamos, los
últimos 2 apretamos”. ¡Pero coño Alfonso, si no puedo más!!! “Claro que sí, sigue” “Queda uno, aprieta, no bajes, aprieta” … No
puedo… “Claro que puedes”
Finalmente apreté los últimos 300 metros, así como para bajar de 45
minutos sin saber a ciencia cierta en cuanto iba el reloj. No se cómo, ni con
que fuerza di esa esprintada final, pero creo que Alfonso iba sonriendo. No
pude sino darle un abrazo al final y ahora dedicarle estas letras de agradecimiento.
Alfonso me permitió entender que mi límite estaba mucho más allá de lo
que yo podía imaginar. Jamás hubiese podido mantener ese ritmo si no fuese
porque, literalmente, no me dejó bajarlo. Los deportes en general y particularmente
el running, incluso más allá de lo físico, son capaces de mostrarte hasta donde
eres capaz de llegar. Por supuesto, se necesita disciplina, trabajo duro, entrenamiento
y motivación.
Y pienso que lo mismo sucede con tantas otras cosas de nuestras vidas
que tal vez nos da flojera llevarlas a otro nivel. Papa Dios nos dio una
máquina privilegiada dotada con excelente hardware
y software que solemos sub-utilizar. No es que vivamos siempre al límite
como en unos 10k, pero seguro frecuentemente subestimamos hasta donde somos
capaces de llegar.
19
de noviembre de 2017
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