Bernardo Guinand Ayala
Corría el año 1993,
el último chance en mi infructuoso intento por estudiar ingeniería. Ya creía
tener claro que no era lo mío y sin embargo una materia me dio luces para el
futuro. Humanidades III, impartida de manera muy particular por el P. Manolo
Ríos, un jesuita maracucho que rápidamente captó mi interés. Entre discutir de
beisbol con ese fanático de las Águilas o comentar acerca de nuestras películas
favoritas, aquellas clases me acercaron de alguna manera a lo que luego de
aquel semestre sería mi nuevo destino: las ciencias sociales.
Recuerdo una
oportunidad que nos dio a leer un texto sobre Václav Havel, para ese momento
presidente de la República Checa de quien no había oído hablar nunca en mi
vida. La pasión del Padre Ríos por Havel me hizo emocionarme también con aquel
personaje que encaminaba una nueva república democrática luego de 40 años de
opresión. Quizás aquella inspiración inicial sembrada por Ríos, sumada a la
situación que nos ha tocado vivir en los últimos 18 años, me han hecho revisar
algunos textos escritos por Havel y encontrar en ellos tremendas similitudes
con lo que sucede en la Venezuela de hoy.
Guardando las distancias
- de tiempo, de historia, de kilómetros de longitud - quisiera aventurarme a
presentar tres ideas reiteradas en los textos de Havel que me impresionan al
pensar en nuestro país.
I La mentira como base del sistema totalitario:
Al entrar en la
cuenta de Twitter del periodista Luis Carlos Díaz, suele tener un tuit fijo que
dice: “El gobierno miente. No importa
cuando leas esto”. Nada más real que esas tres simples palabras para
describir a un régimen totalitario como el chavista-madurista. Recuerdo que, en
sus inicios, antes de mostrar a cada rato la constitución de 1999, Chávez solía
mostrar con cierta frecuencia “El arte de la guerra” de Sun Tzu, pues
evidentemente su origen militar le hizo plantear su gobierno como una batalla
que debía librar. Quien lea Sun Tzu se podrá dar cuenta que la lección más
clara de todo el libro reza: “El arte de
la guerra se basa por completo en el engaño” y así, en nuestra cara y con
poco disimulo, la mentira - cada vez más burda - ha sido lo único sostenido por
el gobierno.
En su célebre obra
“El poder de los sin poder”, escrita en 1977-78 [13 años antes de llegar al
poder] Havel toca la mentira, como uno de los ejes centrales del libro para
describir al régimen:
"El sistema postotalitario con sus pretensiones toca al
individuo casi a cada paso. Obviamente le toca con los guantes de la ideología.
De ahí que en él la vida esté atravesada de una red de hipocresías y de
mentiras: el poder de la burocracia se le llama poder del pueblo; a la clase obrera
se le esclaviza en nombre de la clase obrera; la humillación total del hombre
se contrabandea como su definitiva liberación; al aislamiento de las
informaciones se le llama divulgación; a la manipulación autoritaria se la
llama control público del poder y a la arbitrariedad, aplicación del
ordenamiento jurídico; a la asfixia de la cultura se la llama desarrollo; a la
práctica cada vez más difundida de la política imperialista se la difunde como
la forma más alta de libertad; a la farsa electoral como la forma más alta de
democracia; a la prohibición de un pensamiento independiente, como la
concepción más científica del mundo; a la ocupación, como ayuda fraterna. El
poder es prisionero de sus propias mentiras y, por tanto, tiene que estar
diciendo continuamente falsedades. Falsedades sobre el pasado. Falsedades sobre
el presente y sobre el futuro. Falsifica los datos estadísticos. Da a entender
que no existe un aparato policíaco omnipotente y capaz de todo. Miente cuando
dice que respeta los derechos humanos. Miente cuando dice que no persigue a
nadie. Miente cuando dice que no tiene miedo. Miente cuando dice que no miente”.
Cualquier parecido con la Venezuela del
siglo XXI no es pura coincidencia.
II Crisis moral y autocrítica:
El aspecto moral es
otro consecuente tema en los documentos y vida de Havel, pero no solo al
refirirse a sus opresores, sino fundamentalmente al resto de sus conciudadanos,
convirtiéndolo en un autocrítico muy agudo.
Luego de seis
semanas en resistencia pacífica a finales de 1989 - lo que se denominó la Revolución
de Terciopelo - Checoslovaquia logró entrar en un proceso de transición y encomendó
tal responsabilidad a Václav Havel. A solo 3 días de asumir esa misión, el 1ro
de enero de 1990, Havel se dirigió a su país pronunciando uno de los discursos
más espectaculares que haya leído de político alguno. Es alentador escuchar a
un político apartado diametralmente del populismo. Es alentador escuchar a un
político que en pleno auge es capaz de ver la corresponsabilidad de todos en lo
sucedido y en lo que está por venir. Es alentador escuchar a un político ya en
funciones, solicitar unidad para avanzar. Es alentador escuchar a un político
plantear la ruta del período de transición. Todos esos aspectos que leo en ese
discurso, es lo que sueño para Venezuela y para nuestros políticos. No en balde
aquel discurso se tituló “La República que yo sueño”.
“Lo peor es
que vivimos en un entorno moral contaminado. Nos sentíamos enfermos moralmente
porque nos acostumbramos a hablar diferente a como pensábamos. Aprendimos a no
creer en nada, a ignorarnos unos a otros, a preocuparnos solo por nosotros.
Conceptos como el amor, la amistad, la compasión, la humildad o el perdón
perdieron su profundidad y dimensión…
Cuando
hablo de esa atmósfera moral contaminada, no me refiero solo a los caballeros
que comen verduras orgánicas y no miran por las ventanas del avión. Me estoy
refiriendo a todos nosotros. Nos hemos acostumbrado al sistema totalitario y lo
hemos aceptado como un hecho inmutable, lo que nos ha ayudado a perpetuarlo…
La libertad
y la democracia conllevan participación y, por tanto, responsabilidad por parte
de todos nosotros… Si reconocemos esto, la esperanza volverá a nuestros
corazones.
Nuestra
mafia local… ya no son nuestros principales enemigos… Nuestros principales
enemigos hoy son nuestros propios defectos: la indiferencia ante el bien común,
la vanidad, la ambición personal, el egoísmo y la rivalidad. La batalla tendrá
que librarse en ese ámbito”
III La esperanza:
Pero Havel no se
queda en la crítica y autocrítica, el principal aspecto que quiero resaltar de su
legado es esa fuerza, inexplicable a veces, que nos mueve por dentro y que está
hoy día en la vida de cada venezolano que, esté donde esté, sigue apostando por
el país: la esperanza.
Havel estuvo preso,
perseguido. Su lucha duró años y tal como nos ocurre a quienes nos vemos
inmersos en una situación que nos sobrepasa, se sintió, a veces, desalentado. Ante
una pregunta que lo increpaba: ¿por qué, simplemente,
no pierdes la fe en todo? o más drástico aún: ¿por qué resistes, cuando tu vida es tan claramente inútil?, Havel
no encuentra otra respuesta que una fuerza interna llamada esperanza:
“Cada vez,
al final me daba cuenta de que la esperanza, en el más profundo sentido de la
palabra, no viene de fuera; la esperanza no es algo que se encuentra en señales
externas simplemente cuando algo puede que salga bien. Me di cuenta, una y otra
vez, de que la esperanza es, ante todo, un estado de ánimo, y como tal, o la
tenemos o no, independientemente de las circunstancias a nuestro alrededor. La
esperanza es, sencillamente, un fenómeno existencial que no tiene nada que ver
con predecir el futuro. Podemos ver las cosas muy oscuras, y aun así, por
alguna misteriosa razón, no perdemos la esperanza”. [“El futuro de la esperanza” Hiroshima 1995]
Más aún, este
particular dramaturgo convertido en político checo, descubrió que, al vivir en
la oscuridad de estos regímenes crueles, la esperanza, lejos de apagarse, puede
verse potenciada. Así lo hizo saber ante el Congreso de los Estados Unidos de
América en 1990:
"El sistema totalitario de tipo comunista causó a nuestras
naciones... un sin fin de muertos,
una gama inconmensurable de sufrimientos
humanos, un profundo atraso económico y, sobre todo, una humillación inmensa
del ser humano.
Sin embargo, al mismo tiempo nos dio - naturalmente que sin
querer - algo bueno: una capacidad extraordinaria de ver, de vez en cuando, con
antelación lo que no puede ver el que no vivió esta amarga experiencia. El
hombre que no puede moverse y vivir de manera un poco normal por estar
derrumbado por un bloque de piedra tiene un poco más de tiempo para pensar en
sus ESPERANZAS, más que el que no está derrumbado".
Muchos leerán hasta
aquí y pensarán que ni somos checos, ni tenemos un “Havel”. Lo mismo pensaban
otros países sobre Checoslovaquia en ese momento. Nadie imaginó el talante democrático
y el deseo de libertad de los jóvenes que no habían conocido algo diferente.
Nos corresponde a todos acabar con el totalitarismo y su red repugnante de
mentiras. Nos toca a todos rescatar la moral, siendo incluso muy críticos con aquellos
quienes desean gobernar nuestro país en el futuro próximo y aquellos otros que
deseen “hacer negocios”. Pero, sobre todo, nos corresponde mantener viva la
esperanza, por nosotros, por nuestros hijos y especialmente por todos aquellos
venezolanos menos favorecidos.
Agradezco al P.
Ríos aquellas clases que me motivaron a levantar la mirada por lo que ocurría
en el mundo y espero que estas líneas sean un aporte útil en este momento que
vivimos.
21 de mayo de 2017
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente análisis y mucha fuerza al pueblo venezolano, que resista porque la esperanza esta intacta
ResponderEliminarBravo Bernardo!
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