Hoy me terminé de leer mi primer libro del 2016: “A
Flor de Piel” de Javier Moro. Es el tercer libro que me leo de Moro y cada uno
me ha gustado más que el anterior, pero ninguno como esta fabulosa novela
histórica que relata una de las proezas más maravillosas y desafiantes de la
historia de la salud pública internacional: “la Real Expedición Filantrópica de
la Vacuna”, la cual consistió en llevar el recién descubierto método para
combatir la viruela al territorio del Reino de España fuera de la Península
Ibérica (América y Filipinas) en los albores del siglo XIX bajo el reinado de
Carlos IV. (Procedimiento al cual se
llamó vacuna pues su antídoto venía del mismo virus de la viruela bovina o “vacuna” y muchísimos años después Pasteur
acuña el término de vacuna a su descubrimiento en honor a esta hazaña).
Creo que todo médico, epidemiólogo, especialista en
salud pública o interesado en la historia de la humanidad debería leerse esta fascinante
historia novelada que destaca las hazañas de médicos notables y de temperamentos
tan particulares como Francisco Xabier Balmis y Josep Salvany, así como la entereza
y dedicación de una mujer como Isabel Zendal, proveniente de una familia gallega
“pobre de solemnidad” y hoy en día considerada la “primera enfermera de la Historia
en misión internacional” por su entrega a la expedición y el cuidado de todos
los niños huérfanos de la travesía a través de los cuales se “transportaba” la
vacuna.
Dr. José Ignacio Baldó |
Esta historia me hizo pensar y pedir mucho por los
médicos venezolanos entregados a la salud pública y a la profesionalización de
la medicina en Venezuela. Me hizo recordar las grandes proezas en la
erradicación de enfermedades llevadas a cabo en este país y que sirvieron de
modelo para el resto del mundo. Particularmente la campaña contra la malaria, encabezada
por el Dr. Arnoldo Gabaldón (quien fuera abuelo de mi recordada María Matilde
Zubillaga), así como la campaña contra la tuberculosis, encabezada por mi tío
abuelo Dr. José Ignacio Baldó y en cuyo hospital modelo “Sanatorio Antituberculoso
Simón Bolívar – El Algodonal” (hoy lamentablemente
en pésimas condiciones) involucró a mi abuelo - Arq. Carlos Guinand Sandoz - para
edificar una de las instalaciones más modernas para curar esta terrible
enfermedad que afecta principalmente a los más pobres.
Dr. Arnoldo Gabaldón |
También he tenido presente a mi querido Tío Alberto
(Dr. Alberto Guinand Baldó), sobretodo en estos momentos en que su salud ha
estado muy comprometida. Me hubiese encantado sentarme un rato a compartir
impresiones del libro con él. Su obra la ha dedicado tanto a la salud pública
como privada, en las áreas de cardiología y nefrología, destacando su increíble
visión como fundador del Centro Médico Docente La Trinidad.
No pude dejar de pensar a lo largo de la historia
en mi queridísimo Dr. Carlos Eduardo Paradisi, mi maestro en el
tema de salud y cuya personalidad pudiese ser una extraña mezcla entre lo
particular del Dr. Balmis y la bondad del Dr. Salvany, líderes de la expedición.
Así como en cada uno de los médicos del Centro de Salud Santa Inés UCAB y en
médicos más jóvenes pero dedicados a la salud pública en nuestro país como
Julio Castro y mi prima Leonor Pocaterra. También hago una nota especial a una
doctora y enfermera no titulada, pero que desde muy joven se apasionó por la
asistencia en salud y se convirtió luego en nuestra médico de cabecera y enfermera
a tiempo completo: mi adorada mamá, quien por cierto, me introdujo en la pasión
por la lectura y por supuesto fue ella quien me regaló este libro en Navidad.
En fin, un libro que nos reengancha con la palabra
filantropía (del griego: “amor a la humanidad”) y nos recuerda que hasta en
tiempos tan turbulentos como los inicios del siglo XIX en las colonias de
España, hubo gente pensando en cómo salvar al mundo - y especialmente a las
comunidades indígenas - del azote de la viruela. Para los momentos que vivo,
con la idea de fundar una organización para ayudar a gente necesitada a
canalizar sus problemas de salud, ningún libro pudo transmitirme más “a flor de
piel” que estoy en buena senda.
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