Bernardo Guinand Ayala
“Los puestos de responsabilidad hacen a los hombres
eminentes más eminentes todavía, y a los viles, más viles y pequeños” Jean De La Bruyère
Llegamos a un 20M en un ambiente moral depauperado y
unas condiciones de país jamás conocidas, con tendencia a seguir socavando aún
más hondo, augurando más hambre, más pobreza, más tragedia.
A estas alturas debería ser obvio, aunque cueste
tanto entender esa lógica perversa, que el gobierno nos quiere así. No se trata
de ineptitud, falta de gerencia y mucho menos falta de recursos. El régimen
sigue un plan. Nos quiere pobres, dependientes, divididos. En esta tragedia
colectiva que va desde lo económico hasta lo emocional, se saben mover como pez
en el agua. Desde su vileza, hay que
reconocer que han sido sumamente efectivos.
Ahora bien, desde nuestras posibilidades y
competencias, un tema crucial debería ser lo que hemos hecho o dejado de hacer
los que estamos en la acera de enfrente, los que queremos un país diferente. Y es
precisamente allí donde, en estos momentos, me siento más confundido.
Nuestra dirigencia, luego de aquella importante
jornada de diciembre de 2015, fue desmoronando el logro que tanto costó
construir. A menos de un mes de haber ganado contundentemente la mayoría de los
escaños del parlamento, la tan sufrida unidad fue haciendo aguas a punta de intereses
particulares, falta de agenda común y un sinfín de vicios propios de la
política. No saber administrar aquella victoria y pensar que ella era un fin en
sí misma, ha sido una factura demasiado cara para los venezolanos y nuestros
deseos de cambio. Lo que comenzó en 2015, ha debido encaminarnos a un 2018 de cambios
profundos y, por el contrario, hoy nos encontramos divididos y sin norte, a
pesar del contundente rechazo de la mayoría del país a la gestión gubernamental.
A diferencia de otros países que han combatido
injusticias o autoritarismos, nuestra potencial fortaleza no ha estado
representada en un Mandela, Havel, Gandhi o Walesa, sino en la capacidad de estar
juntos a pesar de las diferencias naturales. Juntos no solo para un proceso
electoral, sino en la concepción de una hoja de ruta que nos hubiese traído al
2018 objetivamente esperanzados.
Salir de este rollo no es solo salir del gobierno. Venezuela
va a estar plagada de problemas, de crisis en todas las áreas, de heridas
abiertas, de millones de venezolanos que fueron o siguen siendo chavistas. Liderar
un gobierno bajo esas premisas no será tarea fácil. Unidad, no solo para ganar,
sino para gobernar, va a ser elemento de sobrevivencia para cualquier gobierno
post-chavista.
Pero este tema no queda solo en la dirigencia. Me
atrevo a decir, o particularmente así lo siento, que los dirigidos también
debemos revisarnos. Podemos alegar, y con toda razón, que hemos hecho todo
cuanto se nos ha pedido: hemos marchado cuando se solicitó marchar, votado
cuando se solicitó votar y así podemos seguir un rosario de estrategias a lo
largo de todos estos años. Pero hoy seguimos aquí, al menos los que hemos
decidido seguir aquí y no hemos llegado ni siquiera al día cero para comenzar a
realizar los cambios tan profundos que vendrán. Si optamos por seguir de frente
contra este régimen, sin duda que la actitud en la cual todos hemos caído en
las últimas semanas, a raíz de la posición entre votar o no votar nos aislarán del propósito común. Hemos gastado
más energía en tener la razón, nuestra razón, que en procurar salir
verdaderamente de este enredo. Cosas de humanos, ciertamente.
Siento, observo, percibo [con probabilidad de
equivocarme] cierta desconexión entre aquellos que solían representar a la clase
media y los sectores populares y
viceversa. Todos hemos disminuido estrepitosamente nuestra calidad de vida,
pero creo sensato reconocer la realidad del otro y no es tarea fácil, ni para estos,
ni para aquellos.
La clase media [o que lo fue de ella] demanda de
los más vulnerables acompañamiento en grandes manifestaciones bajo la bandera
de la libertad y la democracia; mientras los más pobres aspirarían mayor
cercanía en sus protestas por gas, agua y alimentos. Y así, lejos de conectarnos
contra el responsable indiscutible, ahora nos da por echarnos la culpa entre
los pobres dependientes de su bolsa CLAP
o la clase media con su reino de
twitterzuela, así como los pro-votos y los que no lo son, o mi verdad
contra la tuya. Y mientras, Maduro baila reggaetón con Maradona gozando a lo
grande.
Siempre he visualizado un futuro donde mis hijos me
pregunten: ¿Y tú papá, que hiciste para
salir de ese régimen? ¿Por qué duró tanto? Siempre creí tener algunas respuestas, argumentando
la esperanza que el mismo gobierno representó para millones y de allí lo perverso
y opulento que se convirtió, dificultando su salida por años. Pero ahora ¿qué
les diré?; ¿que no supimos cumplir con
nuestra parte?, ¿que fuimos corresponsables?
Creo fervientemente en el talento de cada persona puesto
en las cosas para las cuales siente pasión. De allí que directamente nunca me
haya desenvuelto en la política partidista. Mal haría en hacer un trabajo
deficiente, sin tener las aptitudes, por tratar de resolver un problema país. Por
el contrario, hago más política ejerciendo mi trabajo de vocación hacia lo
social, donde puedo desarrollar mis virtudes con pasión y optimismo. Lo trato
de hacer con profesionalismo y honestidad, de la misma manera que espero que
quien opte por dirigir las instancias de poder del país, también lo haga. Necesitamos
ciudadanos y dirigentes conectados y sin mezquindades. Solo así, podremos algún
día salir de esta pesadilla y reconstruir efectivamente a Venezuela.
19 de mayo de 2018
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