Medalla CAF 2015 42K |
Esta historia comienza muchos años atrás, cuando en algún momento
de mi infancia - como millones de niños - pensé que algún día correría un
maratón. Sin embargo me dediqué a los deportes de equipo y aunque siempre me
fascinó la velocidad, fue bien adulto que me calcé los zapatos para salir a
correr.
La onda de los 10K nos puso a muchos el reto más alcanzable y hace
varios años decidí por fin aventurarme a correr una carrera cuando la
"Nike 10K" era de las pocas que se organizaban, previo al boom del
circuito Gatorade. Luego, como es natural, comencé el reto de ir bajando
tiempos y buscar nuevas distancias.
Más adelante,
gracias al empuje de Guillo Hernández, me inscribí en los 21K del Maratón CAF
2013 justo el último día de las inscripciones, con el susto de saltar a una
media maratón. La experiencia fue increíble y se me metió la espinita de
aventurarme a dar el salto completo.
Durante 20 semanas
me preparé, entre madrugonazos en el Parque del Este y los "largos"
tempraneros de cada domingo para saltar al ruedo en febrero de 2014; pero justo
una semana antes de la carrera, de manera sensata la CAF suspendía el maratón
pues en Caracas reinaba el caos. La CAF reorientó para 2015 mudando además la
fecha para abril, con la idea de no tener las celebraciones del mes de
diciembre en el culmen del entrenamiento. A la postre no sabríamos que sería
peor, si entrenar en diciembre o correr con el calor de abril.
Con Jose recogiendo nuestros números |
Mientras pasaba el
tiempo, Maickel Melamed iba corriendo los maratones más representativos del
mundo, inspirando a venezolanos y extranjeros. Su célebre frase: "si lo sueñas, haz que pase" se
me clavaba en la mente cuando sentía que 42K eran imposibles. Seguí entrenando
y logré motivar a mi hermano y partner José Antonio para acompañarnos
mutuamente y disciplinarnos cada semana. Nos acostumbramos al casi diario
mensaje de WhatsApp de las 4:45am: Ahhhh levantarse!!!!
En fin, el pasado
domingo 26 de abril – y a pesar de una virosis estomacal entre jueves y sábado
- llegó nuevamente la oportunidad. Si algo aprendí es que muchas carreras las
puedes hacer tú, pero un maratón no se
corre solo.
Con este post recojo
mis vivencias y anécdotas de esta experiencia. Con estas líneas pretendo
afirmar – como Maickel y muchos otros - que si lo sueñas, sencillamente haz que
suceda.
Lo primero a
destacar es la enorme emoción de correr en tu ciudad. Alfonso Porras, amigo y experimentado
maratonista me decía: “Claro, correr los
grandes maratones es fantástico, pero correr en tu ciudad es un privilegio que
no tiene precio”. Más en estos momentos que al nombrar Caracas pensamos en
hostilidad, tráfico, división política y violencia. Ese día fue distinto, ese
día se respiró ciudadanía: las calles fueron para corredores, las aceras repletas
de gente para la cordialidad y los únicos colores: el tricolor nacional. Tomar
Caracas y recorrer “a pie” sus calles y lugares simbólicos es algo
indescriptible, hasta con un saborcito de papelón con limón bien frío que avanzada
la carrera algún caraqueño me ofreció.
Kit CAF 2015 |
Mi carrera fue toda
una odisea con sus picos altos y bajos, con sus emociones y sus desánimos
propios de quien se aventura por primera vez a correr esta distancia y se
estrena en una ruta dura como Caracas justo en medio de una oleada de calor.
Puntualmente dieron
la largada a los atletas con discapacidad, para luego, a las 6.00 am en punto, la
cuenta regresiva nos decía que era hora. Salí junto a mi primo Gonzalo Guinand,
que aunque nunca habíamos corrido juntos, sabíamos que corremos a ritmos similares.
La estrategia era la misma que tanto nos habían recomendado: salir suave y
conservar las energías la primera mitad. Sin embargo, no llevábamos un
kilómetro cuando ya estábamos entusiasmados corriendo junto al grupo que rodeaba
la bomba del pacer que ofrecía hacer
el maratón en 4 horas exactas. Ya en El Silencio le decía a Gonzalo que íbamos
como rápido, pero me sentía tan a gusto entre los otros maratonistas que
apostaban por hacer 3:59:59 que seguí la primera mitad entre los gritos de ese
animado grupo.
Los primeros 21K son
geniales, tanto por lo fresco de las primeras horas como por las zonas de
Caracas que se transitan (Av. Bolívar, El Silencio, Av. San Martín, La India,
Roca Tarpeya, Av. Victoria). Llegar a Los Ilustres y Los Próceres full de
gente, ver las primeras caras conocidas gritando tu nombre, sentir que llevas
casi la mitad pero te sientes bien. Sin embargo, aún temprano, en el kilómetro
22 fue que me di cuenta que la mañana estaba caliente y empecé a descender un
pelo el ritmo viendo como la bomba del pacer
se empezaba a alejar. En ese mismo kilómetro, la parte posterior del muslo
izquierdo me tiró un primer templón. Aún estaba a muchos kilómetros de la
famosa “pared” y por primera vez un músculo me estaba echando broma. Luego fue
la pierna derecha y así descendiendo al resto de los músculos de ambas piernas.
En pocos kilómetros mis piernas eran como una tabla y faltaban cerca de 20k por
recorrer.
Honestamente, a
diferencia de lo que me había preparado mentalmente, mi verdadero maratón
estuvo entre el kilómetro 22 y 25. La cabeza me hizo estragos: era imposible
terminar el maratón “engarrotado”
desde tan temprano. Empecé a descender el ritmo sin dejar de pensar que había
fracasado y que había esperado tanto para ni siquiera llegar al kilómetro 30.
Pero mi mayor preocupación estaba en cómo le iba a avisar a mis hijos que me
estarían esperando en el kilómetro 34-35 y cómo explicarles que no siempre se
llega a la meta. No sé cómo transité esos tres kilómetros, pero opté por
hidratarme muy bien y tomarme otro gel que me dio un segundo aire y me
catapultó hasta el kilómetro 31 cuando tuve que parar por el dolor en las
piernas. Cabizbajo y desesperanzado veía que se acercaba además la parte más
dura, la subida entre la Río de Janeiro y la Av. Francisco de Miranda. Fue en
ese momento que un ciclista desconocido que iba en la vía de al lado - sin
entorpecer el maratón - me empezó a gritar: “Epa
tú, 625, ¿te vas a quedar parado luego de llegar hasta aquí? ¿Cuánto te faltan,
unos 11k? Dale pues”. Al intentar justificarle mi dolor, el pana anónimo
siguió insistiendo: “No me muevo de tu
lado hasta que no sigas corriendo” Y así fue, empecé a correr de nuevo en
la subida con el ciclista alentándome. Me olvidé de marcas, de tiempos, salvo
de una: quería llegar a la meta así fuera gateando. Era mi primer maratón y
siempre mi primer reto había sido completar la distancia.
Mensaje de Ale |
Al ciclista lo vi
algo más adelante y seguía pendiente de mí. A duras penas alcancé la Francisco
de Miranda pero ya los tiempos no me importaban sino alcanzar agua para bajarme
la temperatura, ir sumando metros y poder llegar a donde debían estar mis
hijitos. Durante el trayecto nunca dejé de ver mis dos brazos. En el derecho,
Alexandra (mi hija de 10 años) me había escrito: “No te rindas Papi”; en el izquierdo, Nando (mi hijo de 8) fue más
competitivo: “Que ganes Pa”. El reto y compromiso había trascendido a ser solo conmigo mismo. Finalmente llegué al elevado
de Los Ruices y justo al bajar los vi esperándome con pancartas. Sentí mucha emoción
por un lado al verlos allí, pero algo de vergüenza por llegar bastante peor de
lo que estimaba. Había alcanzado otra meta, pero esa me llevaba a la siguiente.
A mi alrededor, todos mis compañeros trotadores se agarraban los muslos y vi a
muchos atletas acostados en la acera con sus respectivos calambres. Así sería
el panorama que mi esposa al verme me preguntó si quería que me acompañara.
Creo que nunca se imaginó que mi respuesta sería afirmativa. Afortunadamente,
Carolina - mi comadre - había ido con ella y se pudo quedar con los chamos, así
que sin prepararse Mimina se embarcó en los últimos casi 8k para empujarme a la
meta.
Negociamos cada
paso, cada cuadra para no decaer. Nos pusimos metas cortas: hasta la esquina,
hasta el semáforo, pasar los grupos de gente sin parar. En Plaza Altamira
encontré a la esposa de mi mejor amigo de infancia y me dio un cooler de agua
gélida. Al despedirse recuerdo haberle escuchado: “solo 5 más, solo 5”.
Físicamente – salvo
las piernas - me sentía bien y faltando 3k quise trotar más rápido pero la
batata izquierda se engarrotó de una manera que tuve que parar en seco y casi
pensar que hasta ahí llegaba. El músculo no solo estaba tieso sino que se había
dividido en dos. Unos 50 metros de destemplada y piano piano arrancamos de
nuevo. En el 40 tenía ganas de salir a correr y ahora más bien mi esposa me
decía que no tan rápido. Cuando vi La Previsora sabía que era cuestión de
tiempo, y justo antes de meternos debajo de la fuente de Plaza Venezuela
apareció mi eterno compañero – mi hermano Jose que había culminado sus 21K – a completar
el último kilómetro a mi lado. Un esfuerzo más en la última subida y luego
tener que controlar las ganas de correr más rápido cuando todo el mundo
coreaba: “vas llegando, vas llegando”. Reconocí
la voz de la Tati Rojas gritando: “Vamos
Bernie, dale, fino”. Ella había completado sus primeros 21K y luego supe
que el hecho de yo correr 42 le habían servido a ella para alcanzar su meta.
Así que esto de la motivación es como una cadena.
Unos pasos más y listo. Ninguna marca récord, muy lejos de mis expectativas iniciales, pero acababa de completar mi primer maratón cuando en el kilómetro 22 lo sentía imposible. Era cuestión de adaptar la meta a lo que me parecía más importante: llegar.
Mi otra medalla que vale oro |
Después de correrlo
me enteré de lo sobrehumano del clima y que todo el mundo subió sus tiempos. “Mal de muchos, consuelo de tontos” dice
el refrán popular. Llegué a mi casa y puse un check en mi propio “Bucket List” que decía: Correr un maratón. Ese día dije no más,
misión cumplida… pero debo reconocer que ya hoy - una semana después - estoy pensándolo de nuevo. Tal
vez si salgo más lento, tal vez si el clima no es tan terrible, tal vez si
busco otra experiencia.
Quien sabe, lo que
si tengo claro es que cuando vuelva a salir a patear el asfalto recordaré que
un maratón no lo corre uno solo, sino una ciudad entera y que un montón de
gente – los que he nombrado y muchos otros que no – me hicieron cruzar la meta.
Esperamos que la CAF
nunca se vaya de Caracas. Gracias CAF, gracias Caracas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario