En abril de este año tuve el privilegio
de conocer y compartir el día entero con el P. Adolfo Nicolás SJ, Superior
General de la Compañía de Jesús en el mundo. Aparte de su maravilloso encuentro
de esa mañana en el Parque Social UCAB, cuyas palabras fueron transcritas y
divulgadas por las redes sociales de la UCAB por su emotivo y alentador significado,
la tarde fue otra experiencia increíble al poder acompañar al “Papa Negro” en
la visita que realizara a la parte alta de La Vega, donde la UCAB desarrolla un
trabajo con esa comunidad desde hace muchos años.
Hacia el final de la tarde hicimos una
parada en la casa donde viven 3 jóvenes jesuitas justo al lado de la Escuela
Andy Aparicio de Fe y Alegría, y en medio de una interesante conversación entre
curas sobre quien está más cerca de Dios, me senté al lado del Padre Nicolás y
– a propósito del tema en discusión y de la canonización de Juan XXIII y Juan
Pablo II que había sucedido el domingo anterior – me aventuré a comentarle que
yo había conocido a una santa. Durante esa mañana, habíamos mostrado al
“General” el video del Parque Social en donde los mensajes más significativos sobre
lo que somos y queremos transmitir con nuestro trabajo son expresados con la
característica sencillez, alegría y picardía de la Hna. María del Carmen
Pariente, mejor conocida por todos como Pari. En ese video, Pari es quien describe
al Parque Social como “la pasarela” que conecta a la universidad con las
comunidades que la rodean, justo la simbología que tomó como ejemplo el P.
Nicolás durante toda su visita por lo claro y contundente de su mensaje. “Creo que aquí en el Parque Social se están
realizando todos los sueños que tenemos en la Compañía de Jesús de hacer un
puente, la pasarela esa famosa que hemos visto” habría dicho esa mañana.
A raíz de mi comentario, el jefe máximo
de los jesuitas, en un típico despliegue de las características dotes
jesuíticas, me contó su posición personal frente a los santos, tema que da para
escribir otro artículo más adelante. Al final de su clasificación, compartía mi
apreciación: hay santos no canonizados, ni reconocidos, ni promocionados, pero
que pasan la vida entre nosotros con su maravillosa y silenciosa labor de
santidad. Ello me confirmó mi sospecha: yo tuve el privilegio de contratar a
una santa.
María del Carmen Pariente Gombau nació en
Madrid en 1931, hija menor de un total de siete hermanos en una familia
trasladada de Tarragona a la capital española a raíz de la I Guerra Mundial.
Mafer Mujica destaca detalles de la infancia de Pari en una entrevista que le
hiciera en 2013: “Cuando tenía
siete años quedó huérfana. Su padre que era simpatizante de los republicanos,
pero católico, fue fusilado por los rojos, y su madre que era monárquica,
recorrió cárceles y hospitales buscándolo y murió en uno de esos recorridos
porque su salud menguaba. Fueron despojados de su casa y cuando eso sucedió, la
hermana mayor tenía doce años. (Años más tarde) Pari se ordena en la
congregación del Sagrado Corazón y en 1959 la destacan a Chile que viene a ser,
según sus propias palabras, su primer amor”.
Pari vivió muchos años en el Chile de Pinochet
y luego de ayudar a un sinnúmero de chilenos a resguardar sus vidas por la
característica represión que encarnan las dictaduras, tuvo que partir
apresuradamente un día pues trabajaba en la Vicaría de la Solidaridad de la
mano del Arzobispo de Santiago, Cardenal Raúl Silva Henríquez, acérrimo
defensor de los DDHH durante la dictadura militar. Luego fue a parar al Zaire
(actual República Democrática del Congo) durante el gobierno de Mobutu, donde
colaboró en diversas actividades en una escuela dedicada a personas
discapacitadas. Su continua presencia en países con gobiernos militares
dictatoriales o autoritarios la marcó profundamente. Como ella misma tantas
veces me dijo: “me confieso devota, pero
ni de broma de botas”.
Después de algunos ajustes, Pari llega
nuevamente a su consentida Suramérica y al tocar Venezuela dedica 15 años a la Federación de Familias de Desaparecidos y
Detenidos de América Latina (Fedefam), siendo por ocho años su Directora
Ejecutiva. Sobre esta época de su vida, conservo un mail que me envió Ligia
Bolívar, reconocida defensora de los DDHH en Venezuela sobre el día que conoció
a Pari: “En 1984, siendo Secretaria Ejecutiva de Amnistía
Internacional en Venezuela, por intermedio de Arturo Sosa, hice contacto con el
escritor y dramaturgo argentino Juan Carlos Gené, quien generosamente donó la
premier de su obra "Golpes a mi puerta" a beneficio de Amnistía
Internacional. Gené insistió en que fuera a ver un ensayo de la obra. Asistí al
ensayo y en él se encontraba un grupo de monjitas. Una de ellas temblaba como
una hojita al final de la presentación. Para quienes no conocen la obra, se
trata del drama ético de unas religiosas que esconden a un perseguido en un
país bajo gobierno militar. Me acerqué para hablarle a esta monja temblorosa y
así conocí a Pari, quien todavía tenía demasiado frescas las heridas y traumas
por la persecución en tiempos de la dictadura de Pinochet”.
Luego el destino y la obediencia la llevan
a apoyar a la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Venezuela CONVER, de
donde se produciría el afortunado acercamiento al Parque Social. Desde el
Centro de Salud Santa Inés UCAB, nuestra Junta Directiva nos había encomendado
la tarea de apoyar la creación de una red de centros de salud de inspiración
cristiana, es decir, el comparativo de la AVEC – Asociación Venezolana de
Educación Católica - pero en salud. La idea fue apoyar esta iniciativa desde la
UCAB y la CONVER, pues esta última ya tenía unos años desarrollando algo
similar. Así nace la Asociación Venezolana de Servicios de Salud de Orientación
Cristiana AVESSOC y la CONVER tuvo la brillante de idea de destinar a Pari a
tal misión. Así pues, Pari junto al Padre Azagra SJ (Director del Parque
Social) y María Matilde Zubillaga (Gerente General de CSSI para esa fecha)
fueron los fundadores y primer equipo de trabajo de la recién creada AVESSOC.
Luego de varios años de trabajo junto a
nosotros desde AVESSOC, pero abrumada por encontrarse nuevamente en una
situación militarista - ahora en Venezuela - y con la añoranza de no haberse
despedido nunca de los afectos que dejó en Chile, decide retornar a ese país
del sur. Allí pasaría solo un año, pues luego contaría que no se fue preparada
para tal reencuentro, que las cosas habían cambiado, que no sintió que podía
desarrollar todo su potencial en las nuevas tareas asignadas, y que
fundamentalmente se dio cuenta que fue a cerrar un ciclo que su abrupta salida
a finales de los setenta no le había permitido.
Así, un día de febrero de aquel 2009 en
los pasillos de Santa Inés, me reencontré con Pari a sus 77 años y buscando
trabajo. AVESSOC estaba en proceso de cambios y no me parecía el mejor destino
para ella. Ese día, a pesar de que la lógica gerencial consideraría poco
práctico contratar a alguien de esa edad, hice una oferta de trabajo a quien
luego reconocería como uno de los santos que en vida he conocido. Creo que ha
sido la contratación más acertada que he hecho en mi vida. Tenía algún tiempo
pensando en la necesidad de acercarnos más a nuestros pacientes, y justo con
eso en mente, apareció ella como caída del cielo. Sólo dos indicaciones le hice
para su trabajo y ella lo convirtió en la mejor experiencia para conocer el
alcance de nuestro trabajo en el Centro de Salud Santa Inés UCAB. Esas dos
indicaciones pautaban en primer lugar que su oficina debía ser los pasillos de
CSSI para conocer las necesidades de nuestros pacientes y en segundo lugar, que
debía encargarse que nadie se fuera por falta de recursos económicos para pagar.
De allí nació la campaña de recaudación Amigo
Solidario y las anécdotas más bonitas y a la vez duras que hayamos conocido
sobre nuestra gente, nuestros pacientes, nuestros servicios, el alcance de
nuestra solidaridad, el agradecimiento del que es escuchado, así como los
dramas más profundos del venezolano y la posibilidad de ayudar en lo que está a
nuestro alcance. Ha sido descubrir en rostros y nombres, el verdadero sentido
de nuestro trabajo. Y eso se lo debemos a Pari y su capacidad de conectarse con
la gente sencilla, quienquiera que fuera.
Este blog sería insuficiente para relatar
todas las historias que tarde tras tarde Pari me contaba al acercarse a mi
oficina, a veces llorosa por la cruda realidad que le toca vivir a nuestra
gente: la joven madre adolescente de un niño con Síndrome de Down, sin recursos
económicos ni relacionales que necesita que la orienten; la señora – ya mayor -
de La Vega que ahora vive en una profunda soledad y que al decir que lo único
que sabe hacer es cantar, Pari dedicó 45 minutos a oírla en silencio en su
pequeña oficina. La Sra. Dalia (quien tuvo el detalle de contar su historia al
Padre General en su visita) a quien Pari acompañó en su depresión y toma de
decisión de amputarse una pierna y poder ver que el mundo no terminaba allí.
Lo más sorprendente de Pari es que logra
identificar silenciosamente las necesidades. Recientemente alguien me comentó
que una vez la vio acompañar a una señora, a quien sus vecinos reconocen por
una enfermedad de la piel parecida a la lepra, abrazada a ella sin inmutarse,
al más puro estilo del Papa Francisco pero de un bajo perfil inigualable. Y
como la necesidad espiritual no tiene distingo ni clase social, una vez recibí
este correo de una profesora de la UCAB quien se sorprendía de cómo Pari pudo
identificar su necesidad entre el tumulto de gente que día a día visita Santa
Inés: “Conocí a la Hna. Pari en un momento en el cual yo
necesitaba que alguien sencillamente me mirara y entendiera solo con ello que
necesitaba ayuda y allí se me apareció Pari,
antes de cualquier cosa me metió en su pequeño cubículo y me dijo lo que
parecía más inimaginable: suelta tus lágrimas primero y luego me dices qué
necesitas. Siguió un largo camino por Santa Inés para hacer lo que tenía que
hacerme”. Después
de un tiempo supe que esa dosis la aplicó a un sinfín de personas y para colmo
de humildad, ella nunca dejó de agradecerme por haberle
dado “el mejor trabajo que había tenido”.
Años más tarde, jocosamente contaba que cuando le ofrecí el trabajo me dijo que
lo pensaría y su respuesta afirmativa fue al día siguiente, pero que
evidentemente en el mismo momento que se lo ofrecí quiso comenzar a trabajar,
pero no quiso hacerlo pues debía “darse
cierta importancia y preservar algo su orgullo”. Siento que es demasiada
bendición que Dios me ha dado a mí por ponerla en mi camino y hacerme sentir
verdaderamente útil.
Tanto la historia de la conversa con el
Padre Nicolás en La Vega como la de Pari, se la conté a Juan Salvador Pérez, un
amigo con quien comparto la cercanía con los jesuitas y nuestra vocación por
ser profesionales con una visión cristiana de la vida. Producto de esa
conversación me prestó un libro titulado “Mi Vida con los Santos” escrito por
un jesuita norteamericano llamado James Martin SJ que no ha hecho sino
confirmarme la presencia de santos entre nosotros.
Al igual que ocurre con los milagros, los
cuales siento que están más cerca de lo que imaginamos y ocurren más seguido de
lo que solemos reconocer, me pasa con los santos. Particularmente menciono dos
de los santos que Martin SJ describe y comparto el por qué destaca su santidad.
En primer lugar, al hablar de San Pedro, el autor lo titula “Porque soy un
pecador”, destacando más bien el lado humano del fundador de la Iglesia: “Pedro se encuentra entre los santos más
grandes debido a su humanidad, sus defectos, sus dudas, y sobre todo, su
comprensión profundamente sentida de todas esas cosas”. Martin se pregunta “si Jesús eligió a Pedro no a pesar de sus
imperfecciones, sino a causa de ellas”.
El otro santo que traigo a colación es a
San José, pues Martin lo destaca en relación a las Vidas Ocultas, es decir, quienes viven una vida de santidad sin que
sea realmente reconocida por todos. “Esa
vida oculta la comparten muchas personas, incluso en las áreas más ricas del
mundo. La mujer soltera de mediana edad que cuida a su madre anciana, pero cuyo
sacrificio es apenas conocido por sus vecinos. Los amorosos padres de un niño
autista que lo cuidarán toda su vida y cuyo dolor y tristeza no conocen ni sus
amigos. La madre soltera que tiene dos trabajos para poder proporcionar a sus
hijos una buena educación… Infinitas vidas ocultas de amor y servicio a los
demás. El darse a uno mismo cada día por Dios”.
En fin, destaca Martin, todos estamos
llamados a la santidad, solo que algunos, como Pari, parecen desarrollarlo – aún
con su humanidad, defectos y dudas como Pedro– con mayor profundidad.
La situación política en Venezuela no
mejoró, cosa que carcomía día a día a Pari y a sus 82 años, decidió nuevamente
regresar a Chile en diciembre de 2013, solo que esta vez sí se preparó con un joven
jesuita a través de un largo proceso de acompañamiento y discernimiento. Bien
le quedó el apodo que hace muchos años le puse “Pari Pariente, pata caliente”.
Quien ha leído esta historia hasta aquí puede imaginarse la falta que me hace a
mí, a la gente del Parque y a nuestros pacientes. La señora que le cantaba en
su cubículo lloró profundamente al saber de su partida y ahora me visita cada
vez más a menudo. Pido a Dios algunas de las virtudes de Pari para darle
consuelo y a veces reír o llorar con ella.
Pari, para dejar una vez más su
constancia de santidad, convirtió su carta de “renuncia” en una oración. Toda
la carta es un poema de agradecimiento y de amor. Solo dejo sus últimas líneas:
Antes de terminar quiero confesarles dos cosas: pido a Dios
que cuando alguien se acuerde de mí y me nombre, Él pueda sonreír. Lo segundo,
hago mía una sencilla oración que rezaba una de mis hermanas, española, con
quien viví en Chile y que al morir encontraron entre sus cosas, dice así: “Señor,
enséñame a envejecer… has que sea yo todavía útil al mundo, contribuyendo con
mi optimismo y oración a la alegría y el entusiasmo de quienes tienen ahora la
responsabilidad… viviendo en contacto humilde y sereno con el mundo que cambia…
que mi salida del campo de la actividad sea sencilla y natural, como una puesta
de sol”
Hermoso relato, Bernardo...
ResponderEliminarHola Bernardo. Inspirador escrito. Gracias por compartirlo. Saludos desde Barquisimeto
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