sábado, 27 de mayo de 2023

Yo veo milagros

Bernardo Guinand Ayala


Ángela levantó la mirada y se dirigió, con el temple que la caracteriza, a las 15 mujeres que tenía enfrente haciéndoles una sola pregunta: ¿por qué ustedes son imprescindibles para lo que está ocurriendo aquí? Por un rato pensé que el adjetivo utilizado era exagerado, pero con la realidad que vivimos comprendí que, efectivamente, en la Venezuela actual, quienes trabajan con profesionalismo, dedicación y pasión, pasan a ser imprescindibles.  

 

Esas 15 mujeres, a quienes Ángela hablaba, son maestras de nivel inicial y primaria de diversas escuelas de Caucagüita. Y lo que ocurría allí era una maravillosa jornada del programa Lectura sobre Ruedas, del cual esas mujeres son facilitadoras en la Escuela Don Bosco, en el lugar más alto de toda la comunidad de Turumo. Muchas de ellas, también están implementando en sus escuelas, la metodología de enseñanza de lectura del programa Leo, Juego y Aprendo apoyado por la Universidad Metropolitana y cuyo cerebro ha sido Ángela Márquez de Arboleda, una experta apasionada en educación, a quien tuvimos la fortuna de recibir desde Colombia.

 

Una a una fue hablando, pero ninguna arrancó respondiendo la pregunta de las fortalezas que las hacían imprescindibles. Ellas, antes, contaron sus experiencias, de dónde venían, su grado de preparación, sus anhelos y su amor por la educación, por los niños y por su trabajo. También relataron, con emoción, la fortuna de haber escuchado la conferencia que, el día antes, Ángela había dado en el Paraninfo de la Universidad Metropolitana. Ellas querían ser escuchadas, hacer catarsis y llenarse de la mayor energía posible.

 

Desirée estalló en lágrimas al articular un par de palabras, relatando el arraigo que tenía por esa escuela de la cual, su madre, había sido maestra fundadora. Expresó su pasión por ser maestra, aunque tuviera que hacer mil cosas más para rebuscarse, pero que lo que realmente la llenaba era estar en un aula de clases.

 

Marilú comenzó diciendo que era de Carúpano y que soñaba que algo de lo que estaba ocurriendo allí, también llegara a los niños carupaneros en el oriente del país.

 

Yuleima, la psicopedagoga que atiende a los niños con mayor rezago escolar, se emocionaba al decirle a Ángela que su método funcionaba y que estaba segura que daría buenos resultados si se aplicaba desde más temprana edad.

 

Libizay, quien imparte tareas dirigidas, confesaba que había metido a cuanto niño fuera posible al programa, porque “allá afuera” quedan aún miles por atender. Todas coincidían sobre lo maravilloso que sería llegar a toda Caucagüita y, por qué no, al país.

 

Mientras cada una respondía, lloraba, reía, contaba anécdotas, yo pensaba qué respuesta podría dar si llegasen a hacerme la misma pregunta. ¿Qué valor sumaba yo a todo aquello que está sucediendo a mi alrededor? Y la verdad es que la respuesta no me pareció complicada. Yo tengo la capacidad de ver milagros. Y es ese don el que me abre la posibilidad de verlos a menudo, en la cotidianidad de lo que hacemos, en las personas sencillas que los crean a diario. Esa misma tarde, yo presenciaba un milagro.

 

En una Venezuela cargada ciertamente de desesperanza, veo esperanzas en cada esquina. En medio de una hecatombe real de la educación en el país, veo posibilidades inimaginables para cambiarlo todo. En lugar del objetivo pesimismo por las avasallantes cifras de rezago y analfabetismo, veo con optimismo el movimiento contagioso de quienes están poniendo a la educación como prioridad.

 

Faltan ciertamente algo así como 255.000 docentes en todo el país, pero me contagia ver el milagro de estas 15 maestras quienes, en un mundo hipnotizado por influencers y estrellas de reguetón, recibieron a Ángela, a una educadora, como una verdadera “rock star” a quien agradecieron ser tomadas en cuenta para hablar de lectura.

 

Indiscutiblemente, las escuelas están en ruinas, la educación está en una fase de revisión trascendental en el mundo entero, pero tenemos un par de semanas impulsando acontecimientos donde los auditorios se han quedado pequeños para recibir a docentes de escuelas públicas y subsidiadas, queriendo poner a la educación en primera página.

 

El maestro Cruz Diez, a sus noventa y pico de años dijo sobre Venezuela: “Está todo por hacer, ¡qué maravilla!”. Creo que, como yo, también tenía la capacidad de ver milagros.


27 de mayo de 2023

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